¿Qué votará el centro político?

Intuyo que muchos de estos votantes centristas elegirán apoyar al actual presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Por dos razones principales

El candidato socialista a la reelección en la Generalitat, Ximo Puig, en el centro de la imagen, acompañado por la lista autonómica del PSPV por la provincia de Alicante

El candidato socialista a la reelección en la Generalitat, Ximo Puig, en el centro de la imagen, acompañado por la lista autonómica del PSPV por la provincia de Alicante / Alex Domínguez

Gerardo Muñoz

Gerardo Muñoz

Mucho se ha escrito sobre el centrismo político, sobre todo por autores cargados de prejuicios ideológicos que lo han denostado, acusándolo de ser una posición vaga y carente de una ideología definida. Pero, ¿qué es ideología?

Académicamente la ideología es definida como «el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.». Pero, llevados por la histórica dicotomía entre derechas e izquierdas, la ideología se ha venido entendiendo desde hace un par de siglos como algo compacto, a la manera de un racimo de uvas donde cada una es una idea. Así, si te consideras de izquierdas o de derechas, progresista o conservador, debes identificarte plenamente con uno u otro racimo. Podríamos llamarla «ideología fósil». Si eres de izquierdas no puede gustarte, por ejemplo, la tauromaquia o la cinegética, ya que de lo contrario pasas a ser sospechoso de conservadurismo, de rancidez; y si eres de derechas no puedes estar a favor, por ejemplo, del aborto o de la eutanasia, porque entonces te conviertes en un rojillo, en un «progreateo».

La ideología no es o no debe ser como un racimo de uvas, sino como un montón de cerezas, las cuales suelen ir sueltas o unidas por sus cabillos en un máximo de tres o cuatro unidades; y donde cada una de estas drupas representan una idea, un concepto, una opinión o un juicio. Además, no se trata de un conjunto inamovible, sino que puede ir variando con el tiempo, sustituyéndose una idea por otra, en función del conocimiento o la experiencia de cada cual. Puede ser una ideología personal, aunque coincidente quizá con la de otras muchas personas. Una ideología libre de concepciones dogmáticas y dispuesta a aceptar ideas valiosas que sirvan para garantizar un consensuado progreso individual y colectivo. Una ideología defensora del estado de bienestar (igualdad, equidad, justicia distributiva), de la economía mixta, internacionalista (no nacionalista, ni siquiera españolista). Una ideología situada políticamente en el centro, en un centro-radical que coincidiría casi plenamente con la filosofía del centrismo radical que, desde hace poco, se ha extendido especialmente en países anglosajones.

Esta ideología no dogmática, reformadora, posibilista, crítica, hace que el voto centrista sea desconcertadamente mudable, sensible a los incumplimientos, las corruptelas, las ineficiencias y las estridencias. De ahí que todos los partidos que se han calificado de centristas en nuestro país hayan gozado de los favores y sufrido los castigos de este electorado en función de sus ilusiones y decepciones. El voto centrista no es neutro, ni insolidario, ni desinformado, más bien todo lo contrario. No es esclavo de una ideología-fósil ni preso de una tradición impuesta por un entorno social determinado, ya sea familiar, vecinal o educacional.

En una escala del 1 al 10, en el que el 1 es la extrema izquierda y el 10 la extrema derecha, el centrismo se situaría entre el 4 (centro izquierda o progresista) y el 6 (centro derecha o moderada). Y al parecer son mayoría. Así lo confirma la última macroencuesta del CIS, donde la media de los encuestados en la Comunitat Valenciana se ubica en el 4,9.

¿Y qué van a votar los centristas en las próximas elecciones del día 28? En las municipales el voto se verá muy influenciado por los candidatos locales, más que por sus ideologías o las siglas con las que se presentan. En cuanto a las autonómicas, se viene afirmando desde hace meses que, debido a la más que previsible y estrepitosa debacle de Ciudadanos, casi todos los votantes centristas decepcionados con este partido elegirán la papeleta del PP o se abstendrán. Pero yo no opino así.

En primer lugar, el centrista no es abstencionista porque suele estar comprometido con la democracia. En segundo lugar, el centrista procura estar bien informado, lo que le lleva a sacar sus propias conclusiones. Es evidente que le resultará muy difícil votar a partidos situados en los extremos de la escala antes mencionada y que, por tanto, se sentirá más proclive a depositar su confianza en un partido de centro-derecha o de centro-izquierda.

En esta ocasión, intuyo que muchos de estos votantes centristas elegirán apoyar al actual presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Por dos razones principales.

La primera, porque lo ha hecho bien durante estas dos últimas legislaturas a pesar de las graves dificultades que se han presentado, procediendo con un talante y una idea de la tarea política que coincide plenamente con el pensamiento centrista-radical.

La segunda, porque votar al candidato del PP supone abrir la puerta a un gobierno autonómico de coalición con la extrema derecha. Es cierto que los gobiernos del Botànic han estado conformados por dos partidos antipáticos para un centrista (Compromís y Podemos), pero la experiencia ha demostrado que el presidente Puig ha sabido alcanzar un equilibrio sensato. Por el contrario, un supuesto gobierno de coalición PP-Vox representa una incógnita demasiado arriesgada para un centrista. Mirando lo que está pasando en Castilla-León, se hace preguntas cuyas respuestas le preocupan hondamente. Porque, ¿de verdad alguien piensa que un centrista favorecería un gobierno en la Generalitat donde el vicepresidente fuera un hombre acusado de violencia de género? ¿Alguien puede imaginar que la mayoría centrista de esta comunidad, en gran parte bilingüe, preferiría tener un conseller de Educación y Cultura de extrema derecha?