El indignado burgués en campaña

Y tú, ¿contra quién votas?

Electores depositan el sobre con el voto en una urna.

Electores depositan el sobre con el voto en una urna. / ARNAUD JAEGERS / UNSPLASH

Javier Mondéjar

Javier Mondéjar

La Humanidad como grupo no me merece gran respeto y la española no es ningún ejemplo. Reconozco que hay individuos particulares que me caen muy bien, especialmente ustedes queridos lectores, pero en masa tengo muchas dudas, especialmente de los mecanismos que nos hacen funcionar.

Voy a ponerme como ejemplo negativo y así nadie se ofende. Intelectualmente creo tener un cierto equilibrio mental y algún criterio respecto a mis preferencias económicas y sociales. Soy como soy por mis experiencias y mis lecturas, razonablemente amplias, y no demasiado proclive al alboroto. Como Virgo-ejerciente y siguiendo a Goethe prefiero la injusticia al desorden.

Individualmente soy de natural conservador, que no tiene nada que ver con izquierdas o derechas, pero cada vez que veo a un cayetano madrileño del barrio de Salamanca o a una ayusina eclesiástica, me dan ganas de hacerme trotskista. Hay tipos de gentes que me dan una dentera inmensa y entre los que peor soporto están los Don Guidos con banderita de España en la muñeca, que pasan del burdel a la Procesión sin menoscabo de su ridícula dignidad.

Mi cerebro me dice que tengo motivos para votar a unos y que mi interés personal se beneficiaría sin duda de impuestos cero, incluidos los de la renta, patrimonio, vivienda y sucesiones. Y que, desde luego, vivo lo suficientemente bien como para no necesitar asistencia social, ni ayudas a la vivienda. Mi voto debería estar claro, pero… luego veo a las ayusinas y los cayetanos y entro en combustión espontánea.

Me malicio que hay personas muy formadas de la izquierda ideológica que desearían mayor justicia social y división equitativa de la riqueza y una seguridad social y educación pública de primer nivel, y que son votantes naturales del PSOE para allá. También son partidarios de una serie de conquistas sociales y progresistas, tipo derechos de colectivos marginados, inmigrantes y tal y tal, pero les dan grima algunos compañeros de viaje y deciden votar «contra el coletas» y de ahí no les sacas.

Una parte amplia de los electores votamos en contra de, más que a favor. Reconozco que no es racional que un bípedo conservador sea capaz de celebrar la llegada de la dictadura del proletariado antes que dar paso con su aquiescencia a los niñatos/as pijos/as. O que una promujer (¿por qué prohombre no suena mal y promujer chirría?) de izquierdas elija a los curas trabucaires antes que a los morados anti sistema. Así es, si así os parece.

Siempre se ha dicho que hay dos Españas y que son irreconciliables. Ahora ya no es que haya dos, es que me temo que hay tantas como españoles, cada cual con sus pocas filias y sus muchísimas fobias. No es extraño que seamos incapaces de aplaudir el triunfo de los contrarios, es que si podemos ni siquiera lo reconocemos como legítimo. Es muy difícil avanzar cuando la contienda política es más parecida al cuadro de Goya, en el que los dos paisanos enterrados hasta la cintura se dan de garrotazos. Pocas posibles conciliaciones existen cuando no hay escapatoria y, o recibes, o das.

Es posible que directamente a los ciudadanos nos traiga al pairo quién manda, pensando que todos serán muy parecidos en lo malo. A lo mejor lo único que queremos es que los que odiamos no toquen poder y una vez resuelto eso, ya nos sea inverosímil el que gobierne. O también puede que tengamos un componente masoquista y nos guste sufrir, aunque cuatro años de criar mala sangre pueden hacerse larguísimos.

Lo ideal sería que ganaran los tuyos, pero sólo un pequeño porcentaje de los votantes está afiliado a un partido y así y todo no diría yo que todos voten a su candidato. De hecho conozco más de un caso de socialistas que jamas votarán a Puig y a un puñado de militantes del PP que tampoco lo harán por Mazón. Y lo que es más curioso, hay montones de dirigentes en las cúpulas de los partidos que, por intereses particulares, están locos por que se la peguen sus supuestos líderes y así les dejen el camino expedito. Cuerpo a tierra que vienen los míos.

En fin, que los que votan en positivo la opción que les gusta sin ejercer el sufragio como un arma arrojadiza, tienen mi más sincera admiración. Seguramente serán dos santos eremitas de algún rincón perdido del Bierzo, pero hay esperanza mientras exista alguien bueno sobre la tierra. O al menos alguien que crea en esto de las elecciones como una forma de cambiar la sociedad y no como un instrumento para jorobar al que odias.

Y porque no les conocen, que si tuvieran la suerte (¿?) de conocer a alguno de los que se presentan, ya les digo yo que poner la papeleta con su nombre en la urna sería hasta un acto criminal. Ustedes sabrán contra quién votan, pero tengan cuidado no vayan a votar contra ustedes mismos.