Comedia alta y baja en “Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó”

Gonzalo Castro y Carmen Barrantes, en Plátanos, cacahuetes y Lo que el viento se llevó".

Gonzalo Castro y Carmen Barrantes, en Plátanos, cacahuetes y Lo que el viento se llevó".

Marc Llorente

Marc Llorente

Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó

TEATRO PRINCIPAL DE ALICANTE

** ½

De Ron Hutchinson. Versión y dirección: José Troncoso. Producción: Focus.

El séptimo arte y el arte teatral han coqueteado siempre. Vean la problemática acontecida en la producción de «Lo que el viento se llevó» (1939), basada en la novela de Margaret Mitchell. El productor frena el rodaje para poder reconducirlo en la época del Hollywood clásico. El guion no está a la altura del reto y el director George Cukor discrepó. El nuevo director Victor Fleming y el guionista Ben Hetch, aunque no quieren, se hacen cargo del asunto.

Respectivamente, Gonzalo de Castro, José Bustos y Pedro Mari Sánchez, aquel niño prodigio del cine español. El papel de la secretaria lo interpreta Carmen Barrantes. Destaca el primero por su más amplia e intensa actuación, y los demás cumplen con oficio y entrega su quehacer. Ella contrasta por su más fingida forma.

Los personajes masculinos parodian en ocasiones, ridículamente, aspectos relativos al filme, y el productor cuenta la historia para que se redacte el nuevo guion de este folletín. Un melodrama y una de esas míticas películas, la cual tiene lugar durante la guerra civil estadounidense (1861-1865) con la bella y caprichosa Scarlett O’Hara. Desea a un hombre que está prometido y conoce al cínico y vividor Rhett Butler. Recuerden a Vivien Leigh, Leslie Howard y Clark Gable.

Tienen cinco días para escribir esas páginas con los ingredientes de amor, celos… Afloran las discusiones, los temas raciales y sociales en «Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó», de Ron Hutchinson, titulo muy distinto al del original, cuya traducción es «Luz de luna y magnolias» (2005). Esta versión y la ágil dirección son de José Troncoso.

El atractivo espacio acoge una oficina que se mezcla con un plató, donde los actores cambian los decorados. Se supone que los plátanos y los cacahuetes les sirven (inexplicablemente) de alimento. Hay cierto encanto, pero la evocación del filme no aparece en buena medida. Conviven la finura y los rasgos toscos. La comedia alta y baja. Y la sugerente pieza no nos suscita el total interés que hubiese sido deseable en el coliseo alicantino.