Tribuna

Lo ha dicho la seño

Dos estudiantes de un colegio de primaria.

Dos estudiantes de un colegio de primaria. / RICARD CUGAT

Miguel Ángel Santos Guerra

Miguel Ángel Santos Guerra

El pasado miércoles estuve en el Centro de Profesorado de la ciudad de Córdoba. Me habían pedido compartir algunas reflexiones sobre la importancia de la participación de las familias en el proyecto educativo de la escuela infantil. De cinco a ocho, después de su jornada agotadora de trabajo. A las ocho y media, seguían en la faena mostrando un interés admirable. He aquí un indicador del optimismo que genera la tarea educativa: profesionales que nunca se cansan de reflexionar y de aprender.

Hace algunos años, al comenzar un curso de doctorado, pregunté a los asistentes cuál era el motivo que les había impulsado a inscribirse en el curso. Se fueron sucediendo las intervenciones hasta que le llegó el turno a una alumna que dijo lo siguiente:

  • Es que yo quiero dejar de ser una simple maestra de educación infantil…

Me sorprendió el adjetivo que había utilizado para definir su condición de maestra. Así que le pregunté:

  • ¿Por qué simple? ¿Quién crees que tiene una influencia más intensa en la formación de su alumnado, una maestra de infantil o una profesora universitaria?

Lo tengo muy claro. No hay autoridad de mayor categoría para un niño o para una niña que su maestra. Lo que diga la seño va a misa. Yo mismo he tenido discusiones con mi hija cuando tenía cuatro o cinco años. ante una cuestión matemática muy evidente. No tenía forma de convencerla del error que repetía sin una pizca de duda. El argumento era contundente:

- Lo ha dicho la seño.

Más que la idea de su padre, catedrático de Universidad, más que cualquier libro, más que la palabra del Presidente del gobierno o la del mismísimo Papa, le importaba la palabra de su seño. Ha hablado la seño. Palabra de Dios, te alabamos, Señor.

Además de la autoridad es importante el carácter plástico y receptivo de esa etapa evolutiva del ser humano. En esa etapa se producen los aprendizajes más significativos y más relevantes. Robert Fulghum, filósofo, pastor y escritor americano, escribió hace años un hermoso libro titulado “Todo lo que realmente necesito saber lo aprendí en el parvulario”.

"Siendo ya anciano, dice Fulghum, me di cuenta de que ya sé la mayor parte de lo que hace falta para vivir una vida plena, que no es tan complicado. Lo sé. Y lo he sabido desde hace mucho, muchísimo tiempo. Aquí está mi credo:

Todo lo que hay que saber sobre cómo vivir y qué hacer y cómo debo ser lo aprendí en el jardín de infantes.

La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino allí, en la arenera. Estas son las cosas que aprendí:

Compártelo todo. Juega limpio. No le pegues a la gente. Vuelve a poner las cosas donde las encontraste. Limpia siempre lo que ensucies. Pide perdón cuando lastimes a alguien. Lávate las manos antes de comer. Sonrójate. Las galletas y la leche son buenas. Vive una vida equilibrada. Aprende algo y piensa en algo. Dibuja, pinta, canta, baila, juega y trabaja cada día un poco. Duerme la siesta. Cuando salgas al mundo, ten cuidado con el tráfico. Cógete de la mano y no te alejes. Permanece atento a lo maravilloso. Recuerda la pequeña semilla en el vaso, las raíces bajan y la planta sube y nadie sabe realmente cómo ni por qué, pero todos somos así. Los peces de colores, los ratones blancos e incluso la pequeña semilla del vaso, todos mueren y nosotros también. Recuerdo una de las primeras palabras que me enseñaron, una muy grande: mira. Todo lo que necesitas saber está allí, en alguna parte. La regla de oro, el amor y la higiene básica. La ecología y la política, la igualdad y la vida sana. Toma cualquiera de estos ítems y tradúcelo en términos adultos sofisticados y aplícalo a tu vida familiar o a tu trabajo, a tu gobierno o a tu mundo y se mantendrá verdadero, claro y firme. Y aún es verdad, no importa cuán viejo seas, que al salir al mundo es mejor tomarse de las manos y no alejarse demasiado".  

Un día esa página, tan sabia y emotiva, llegó a manos de una agente literaria, quien la encontró en la mochila de su hijo, y ella le preguntó al autor si tenia escrito algo más. De esa petición surgió el libro que nos ocupa, que es tan interesante y aleccionador como el breve texto que conocemos, un «libro dirigido a levantar el ánimo y calentar el corazón».

De su obra dice Fulghum: «Lo que vas a leer se escribió a lo largo de muchos años, a trozos y poco a poco, y está dirigido a amigos, familiares, a una comunidad religiosa y a mí mismo, sin pensar en publicarlo en forma de libro. No sé cómo llamarás tú a esto. Yo pienso en ello como ‘mis materiales’, un informe escrito sobre lo que pasa por mi cabeza y en mi vida».

Estoy convencido de que esa etapa es la más poderosa del sistema educativo, pedagógicamente hablando. Los afectos lo impregnan todo, los colores son siempre vivos, los espacios son acogedores, la creatividad es desbordante, la alegría es patente… A raíz de aquella declaración de intenciones escribí un artículo que puede encontrarse en la red con el título “Una simple maestra de infantil”.

He dicho más arriba cuál era la cuestión que nos había convocado: la participación de las familias. Mi grupo de investigación realizó hace años dos investigaciones sobre la participación de las familias en la escuela. Una sobre la participación de padres y madres a través de los Consejos Escolares y otra sobre la participación de las familias de alumnos y alumnas inmigrantes. Dieron lugar a sendos libros: “El crisol de la participación” y “La escuela sin muros”, ambos publicados en la Editorial Aljibe. También publiqué en Argentina un libro titulado “Arte y parte: desarrollar la democracia en la escuela”. Es sabido que cuando se le niega a alguien el derecho a hablar y a decidir se le dice: “aquí no tienes ni arte ni parte”.

En la sesión reflexionamos, a través de algunos ejercicios, sobre la naturaleza del concepto de participación. Porque el lenguaje sirve algunas veces para entendernos y otras para confundirnos. Y analizamos los frutos que produce la participación: motiva, responsabiliza, implica, previene, impulsa, enriquece, cohesiona…

Expuse algunas falacias de la participación de las familias. La participación regalada (considerarla un regalo y no lo que realmente es: un derecho y un deber). La participación aplazada (pensar que todavía no se está preparado, sin pensar que la mejor forma de prepararse es participar). La participación recortada (las familias solo participan en cuestiones marginales). La participación condicionada (es decir, con exigencias que impone la institución y que si no se cumplen, no se seguirá participando). La participación trucada (que se realiza con trampas). La participación formalizada (que solo respeta los aspectos formales, no los reales) y la participación feminizada (solo participan las madres).

Hablamos de lo importante que es generar estructuras de participación: tiempos, canales, espacios… De nada sirve el discurso que defiende la participación si no hay estructuras que permitan llevarla a cabo.

Lo más importante fue la propuesta de mejora de la práctica, que exige ponerla en tela de juicio, hacerse preguntas certeras y dudar intensamente. Las preguntas compartidas nos llevarán a la investigación y ésta a la comprensión y a la toma de decisiones. Luego vino una invitación a innovar, a escribir y a difundir las experiencias. Se quejaban del cambio constante de las prescripciones procedentes del poder y no de las concepciones, inquietudes y necesidades del profesorado.

Hablamos también de las dificultades. Unas nacidas en el seno de las instituciones (rutina, burocracia, fagocitosis, jefes tóxicos, cultura depauperada…) y otras surgidas de las actitudes de las personas (pesimismo, pereza, escepticismo, pesimismo, desaliento, desamor…).

Los docentes tenemos que mejorar la actitud hacia la participación. Necesitamos la colaboración de las familias Tenemos que disponer de la necesaria humildad para reconocer la necesidad de su ayuda, de su colaboración, de su participación. Y las familias tienen que colaborar con el proyecto a través de las estructuras organizativas y también desde las casas. Todas las piedras que los padres y las madres arrojan sobre el tejado de la escuela caen sobre la cabeza de sus hijos.

Mi admiración, mi afecto y mi reconocimiento a quienes trabajan cada día con ilusión y paciencia en esta etapa del sistema educativo, que exige esfuerzos agotadores, emociones intensas, creatividad incesante y optimismo sin límites…