La tribuneta

Tomás Almela, paisajista

Su pintura siempre ha sido considerada por todos como una cosa bien hecha de verdad.

José Manuel Solá, comisario de la expo, Javier Almela, hijo de Tomás, y Tomás Almela.

José Manuel Solá, comisario de la expo, Javier Almela, hijo de Tomás, y Tomás Almela.

Juan Llorens

Juan Llorens

Apenas cinco meses después de la doble exposición-homenaje que dedicara el Ayuntamiento de Elche al pintor ilicitano Tomás Almela Parreño (1934), en las salas de la Lonja Medieval y La Calahorra, se nos ofrece ahora (hasta el 4 de junio) una nueva exposición retrospectiva del pintor en la Sala de Exposiciones del Palacio Provincial de Alicante, titulada Tomás Almela Parreño. Maestro del Paisaje Alicantino, organizada por la Diputación de Alicante.

TOMÁS ALMELA, PAISAJISTA

TOMÁS ALMELA, PAISAJISTA / JuanLlorens

Digamos primero de todo que Tomás fue siempre un pintor reacio a exponer en solitario, tal vez debido a algún desencanto o vergüenza ajena con el mundillo del arte. Conocido por sus diferentes exposiciones colectivas y sus numerosos encargos. Y que estas retrospectivas, a sus 88 años, son las primeras exposiciones individuales de su vida. Somos muchos amigos y colegas conocedores de la gran categoría de Tomás los que estábamos esperando el más mínimo descuido del artista para ponernos manos a la obra y enseñar sus cuadros. Pues la pintura de Tomás siempre ha sido considerada por todos como una cosa bien hecha de verdad. Pero el pintor siempre nos contestaba que en morir él que hiciésemos lo que nos diera la gana.

Ha sido nuestro buen amigo José Manuel Solá, el de Art & Things (tienda de material para bellas artes), pintor y gran admirador de la obra de Tomás, quien se ha dedicado a escribir la biografía del pintor y a comisionar estas exposiciones únicas. Exitosa labor por la que siempre le estaremos profundamente agradecidos.

La muestra presentada ahora en el Palacio de la Diputación de Alicante se distribuye en tres espacios expositivos. Primer Espacio: La montaña alicantina. Pinturas de 1960 a 2021; un interesante paseo por los estilos de Tomás a lo largo de su trayectoria artística, desde los 26 hasta los 87 años. Dejándonos con ganas de ver más cuadros de su última serie, de 2021, dedicada a unas interesantes composiciones de piedras o bloques cubistas de un enorme encanto. Segundo Espacio: Salinas Mediterráneo, pintado en 1998 y siguientes, y Dunas Mediterráneo, pintado en 2005 y siguientes. Tercer Espacio: Huertos ilicitanos, cuadros de palmeras de diferentes épocas, y Pinadas Mediterráneo, pintado en 2017 y siguientes; novedosa obra de características cubistas, casi sin color, que ya en su momento nos sorprendió a todos cuando vimos uno de esos cuadros en una exposición colectiva.

Conocí a Tomás en el año 1963, él tenía 29 años y yo 14. Me llevó a su estudio mi amigo y vecino de calle, Pepe Soto, aficionado también a la pintura, que guardaba algún parentesco con el pintor. Tomás nos vio con tanta afición que se prestó a darnos clases de dibujo y pintura en su casa. El tercero alumno fue Alejandro Franco Giménez, otro amigo y vecino. Estuvimos juntos hasta el año 1966 en que nació Javier, el hijo de Tomás.

Nuestro maestro, a los 30 años, estaba en su mejor momento de ilusión artística y nos transmitía su inmensa pasión por la pintura. Nos señalaba la diferencia entre una pintura comercial o decorativa y una pintura honrada. Algunos sábados por la mañana nos invitaba a ir con él y su hermano Rafael, muy buen pintor también, a pintar a la sierra o a los huertos de palmeras.

En las clases, Tomás nos enseñaba a escrutar la realidad «a planos», y para hacerse comprender nos mostraba libros de artistas como Cézanne o Vázquez Díaz. En aquellos días Tomás estaba fascinado por la valentía de color de Benjamín Palencia y Zabaleta. Debatiéndose siempre entre la pintura realista que le pedían los clientes y la pintura vanguardista que le pedía el cuerpo.

Como cualquier enamorado, Tomás nos advertía sinceramente de que no debíamos desesperar en el intento de ser pintores. Un día que hablábamos de pintura delante de su biblioteca, Tomás sacó parsimoniosamente un librito amarillo de la Colección Austral de una estantería y lo acariciaba mientras conversábamos. Me miraba con cierta sonrisa y de pronto me preguntó la edad. El caso es que no sabía si estaba bien ofrecerme la lectura de aquel libro o no. Finalmente me llevé el libro y lo empecé esa misma noche. Era la biografía novelada de Vincent Van Gogh. Tomás acababa de joderme la vida para siempre. Continuará…