La feria de los charlatanes

Una persona deposita su voto en las urnas

Una persona deposita su voto en las urnas / Pilar Cortes

Marc Llorente

Marc Llorente

La charlatanería de algunos en esta campaña electoral del 28M es un fiel reflejo de lo que son. Cacarean sobre terrorismo, independentismo, cazar conejos a 80 céntimos la pieza y otras cosas tan importantes como ofrecer plantas para ponerlas en los balcones o chupetes con el oso y el madroño. Cosechar papeletas es la consigna, aun a costa de hacer el ridículo espantosamente, con la idea de ponerse a trabajar después contra muchos de quienes les han votado atraídos por el suculento menú electoral.

La primera cita con las urnas la tenemos el próximo domingo. La segunda, en diciembre todo lo más, tendrá el influjo de la primera, por lo que toca poner el foco de atención en estas elecciones municipales y autonómicas y luego en las generales. En Alicante, el alcalde Luis Barcala no tendrá mucho problema y saldrá reelegido. Da igual que lo haya hecho mejor o peor o que represente lo que el PP representa. No tiene grandes obstáculos ni una oposición relevante que le vaya a romper el quiosco.

No importa que el modelo de ciudad, presente y futuro, no sea el mejor, o que el patrimonio cultural y natural y el papel de la ciudadanía, el mantenimiento y la sostenibilidad hayan sufrido y continúen sufriendo agravios. Suma y sigue. Y recuerden los escándalos que hubo. La irrelevancia política y el deterioro cantan, y el Ayuntamiento está y no está. En este sentido, la plataforma Unir Alacant, cuya portavoz es Carmen Sánchez Brufal, parece dispuesta a ser un grupo de presión ciudadana, al margen de las presiones económicas o corporativas de siempre.

En la Comunidad Valenciana, Ximo Puig ha barrido con la escoba, durante ocho años, los restos del lodo de la corrupción de sus antecesores. Otros siguen embarrando junto a los medios de comunicación antidemocráticos y los hinchas del club afín a esa causa, que promueve la tensión política y social y el asalto a la Moncloa. El bienestar para unos cuantos en el nombre de España y de la obscenidad pura y dura.

Unos miran al futuro, pretendiendo construir un presente mejor en favor de los intereses generales y de los servicios públicos de calidad, mientras otros solo fabrican falsedades, fuegos de artificio y una vuelta al pasado con sus relumbrones y las consecuencias de una situación de deterioro general e interés partidista. Que las rentas más altas paguen menos y que las más bajas paguen más. Este es el proyecto de ciertos individuos. Muchos niegan el cambio climático, y no les preocupa la conservación medioambiental, ya que simplemente velan por los beneficios mercantiles y el desarrollo insostenible.

La campaña circula con rumbo a los comicios y con la polarización por bandera, una irresponsabilidad, especialmente de los expertos que se dedican a ese oficio, que salpica a todos. Ensucian la calle y luego se visten de limpiadores del barrio. Provocan espectáculos grotescos y piden votos porque quieren salvarnos de las garras de Pedro Sánchez, el malo de la peli, a pesar de los avances sociales y de la buena marcha de la economía, dos cosas de las que los de enfrente no pueden presumir en ningún caso. Ante esto, lo que hace la derecha es disparatar y afilar las tijeras por si suena la flauta.

Sabemos que «ETA está viva y está en el poder», según Díaz Ayuso, ese extraordinario y desorbitado teleñeco de cada jornada. No tiene límites en su afán destructivo, en busca de réditos electorales. Cualquier pretexto vale. No respeta a las víctimas del terrorismo aquel, ni a nadie. Lo peor no es eso, sino que haya personas que ovacionen sus gracias. No pierde el objetivo de obtener mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid y de liderar totalmente el PP si Feijóo se tambalea. Cuando se produce el apoyo de EH Bildu a Sánchez, dentro del espíritu constitucional exclusivamente, no significa que la banda terrorista esté viva y coleando y que esto deba suponer un empujón con licencia para el delirio de los habituales. Viven de este tipo de asuntos y no tienen otra solución.

Por supuesto, se gobierna con lo que se puede, con lo que deciden los ciudadanos en cada momento, lo cual es válido para todos. ¿Acaso la derecha extrema desprecia a la extrema derecha si le hace falta? Es un amargo placer ver a Ayuso viviendo en una realidad paralela. Uno de los estandartes de la injusticia social defendiendo que las personas sean dueñas de su destino. ¡Menuda feria! Ya saben. Ver, oír y gritar.