Nostalgia imperial en un mundo global

El presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, se dirige a sus seguidores en Estambul.

El presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, se dirige a sus seguidores en Estambul. / UMIT BEKTAS

Antonio Balibrea

Antonio Balibrea

“Erdogan el magnífico” es el título que Madeleine Albright dio al capítulo dedicado al actual presidente turco en su libro “Fascismo. Una advertencia” (2018. Paidós) y que recoge parte de su experiencia como embajadora ante las Naciones Unidas y secretaria de Estado con Clinton. Turquía, reflexiona la secretaria de Estado, ”desde los tiempos de Alejandro Magno es la zona en que los mercaderes y las milicias de Europa, Asia y Oriente Medio se han encontrado para intercambiar bienes y tratar de imponerse a los demás”. “El imperio otomano tuvo bajo su mandato a una cuarta parte del mundo; su esfera de influencia era tan grande que llegó a dominar la ciudad con más judíos del planeta, Salónica, y más cristianos que cualquier otro gobierno del mundo”. El pueblo turco vive rodeado de vecinos fuertes como Irán e Irak al este, al sur con Siria, al oeste con Bulgaria y Grecia y al norte con Ucrania y la Federación Rusa.

Recep Tayyip Erdogan se inició en política en la mejor escuela: la municipal, llegando a ser alcalde de Estambul. En condición de tal visitó Barcelona en el 92 invitado por su colega Pascual Maragall. En aquella época era un islamista moderado, europeísta convencido, que había triunfado como alcalde haciendo de su ciudad una potencia turística en la que los servicios como el agua, electricidad, limpieza, y la recogida de basuras funcionaban lo que le dio una gran popularidad. Intentó entrar en la Unión Europea, pero se encontró con la oposición de Francia y Alemania que veían peligrar el centro de gravedad europeo, los ochenta millones de habitantes en su gran mayoría musulmanes habrían inclinado la balanza hacia Europa Oriental.

Desde 2004, como primer ministro primero, y presidente reelegido actualmente, invirtió en reformar la sanidad, las prestaciones sociales, reduciendo la mortalidad infantil, aumentando las viviendas protegidas, multiplicó por cuatro el producto interior bruto y los salarios. Avanzó en su intento de ingresar en la Unión Europea aboliendo la pena de muerte, incrementó el control de los civiles sobre las Fuerzas Armadas, la libertad de expresión, y los derechos de las minorías, y de las mujeres en particular. De poco le sirvió. No sólo por el veto griego a su ingreso en la Unión Europea, sino por la oposición de Francia y Alemania que veían peligrar su hegemonía. Socio de la OTAN desde 1952 tiene actualmente el segundo ejército más grande de la Alianza y una autonomía en la fabricación de material de guerra- barcos, con la española Navantia, o drones sofisticados como pocos, es una de las diez primeras economías del mundo- el BBVA es el principal banco-, y una gran potencia turística en Europa. Antes ha sorteado un intento de golpe de Estado y asesinato en 2016, apoyado por una facción de las Fuerzas Armadas y un antiguo colega de su partido Fetulah Gülem un clérigo y educador musulmán que había emigrado a Estados Unidos en 1999. Cuando le cierran las puertas de Europa, Erdogan decidió “refundar” el Imperio Otomano reformando la Constitución turca, haciendo directa la elección al cargo de presidente, reforzando sus atribuciones, que ha ganado en sucesivas convocatorias.

Tras la votación que ganó, el pasado día 14 el partido de Erdogan el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) cuenta con una mayoría parlamentaria lo que haría muy difícil el gobierno de su opositor: la coalición de la Mesa de los Seis que se ha unido en torno al socialdemócrata Kemal Kilicdaroglu, que depende del voto de los independentistas kurdos, por lo que está enfrentado a los ultranacionalistas turcos de Sinan Orgán que cuentan con un 5% de los electores. y que en la segunda vuelta del día 28 de mayo apoyarán mayoritariamente a Erdogan frente a cualquier aliado de los kurdos del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) dando el último mandato al “sultán” Erdogan, que superará el 50% de los votos.

En un mundo global, los estados que no han podido recuperar su protagonismo internacional agrupándose, como en la Unión Europea, que reúne los restos de los antiguos imperios francés, austrohúngaro, hispanogermánico, etc.. han buscado una dimensión imperial de nuevo solos, como Gran Bretaña con su “brexit” por propia voluntad; China con el reforzamiento de Xi Jinping; Rusia, con la arrogancia de Putin, tras la descomposición de la URSS; o Turquía reviviendo el Imperio Otomano tras el fracasado ingreso en la Unión Europea. Todos tras la estela de EE.UU. El único imperio del siglo XXI, por ahora.