Negro bueno, negro malo

Diana Negre

“La principal amenaza para nuestra sociedad es el racismo blanco”, decía el presidente Biden no hace mucho en la ceremonia de graduación de una prestigiosa universidad negra y recogía así uno de los lemas electorales del Partido Demócrata, que tiene un apoyo casi garantizado por parte de los votantes negros norteamericanos.

Hace casi un siglo que la población de origen negro está firmemente alineada con el Partido Demócrata: el peor resultado electoral dio a los demócratas “solamente” el 83% del voto negro, con el máximo porcentaje del 17% logrado por Gerald Ford y que ha ido bajando continuamente, si bien Donald Trump consiguió recuperarlo parcialmente, al conseguir el 12% en 2020.

La presencia negra en el Congreso norteamericano también es reducida en el Partido Republicano: en la Cámara de Representantes, tan solo hay 2 entre los 222 republicanos pero 58 entre los 213 demócratas, mientras que el Senado ambos partidos están a la par: los demócratas tienen 2 entre sus 51 senadores y tan solo 1 de los 49 republicanos es negro.

Este único senador es Tim Scott y quiere repetir en el Partido Republicano lo que hizo su predecesor demócrata Barak Obama y convertirse en presidente. Anunció su candidatura esta semana, poco antes de que lo hiciera el gobernador de Florida Ron DeSantis.

Las aspiraciones de Scott fueron recibidas de forma sorprendente por el principal candidato republicano y ex presidente Donald Trump, quien en vez de buscarle un mote para ridiculizarlo y hacerlo objeto de críticas como ha ocurrido a todos sus rivales, lo alabó, como hizo el resto del Partido Republicano.

En cuanto al Partido Demócrata, que tanto apoyo recibe de los negros y entre cuyas filas militan tantos de ellos, se lanzó ferozmente a criticar a Scott a quien más o menos quitaron el “honor” de ser negro, seguramente porque su comportamiento político no corresponde a lo que se espera del color de su piel.

Y así hay negros “buenos” progresistas, afiliados con el Partido Demócrata y unos pocos ¨malos”, descarriados que ni son solidarios con su raza ni siguen al partido que les corresponde. Lo que también significa que, si Scott acabara siendo el candidato republicano, los ataques contra él serían tanto o más feroces que contra sus rivales blancos.

Y es comprensible porque representa un serio peligro electoral para el Partido Demócrata: de inmediato, porque tal vez arrastre suficientes votos negros a las elecciones; a largo plazo, podría acabar transformando la imagen del Partido Republicano.

Este partido, que luchó en la Guerra Civil desde el Norte contra la esclavitud en los territorios sureños controlados por el Partido Demócrata, se fue convirtiendo poco a poco en un representante de las élites económicas mientras que los demócratas defendían a las clases humildes.

Poco a poco la situación ha ido cambiando y los republicanos son ahora los populistas, no solo por su lenguaje a menudo exaltado, sino por la composición del electorado que los apoya: en general personas de la clase media y obrera, residentes de las regiones interiores menos privilegiadas y con valores tradicionales.

Los demócratas en cambio son funcionarios, directivos, académicos y, gracias a sus beneficios económicos y políticos, son también quienes sientan las normas del diálogo político.

Curiosamente, el primer presidente negro, el demócrata Barak Obama venía de una situación privilegiada con un padre universitario africano y una madre blanca, de familia acomodada que lo pudo enviar a la mejor escuela privada de Hawaii, mientras que el republicano Tim Scott, tiene orígenes modestos: sus padres se divorciaron cuando él tenía 7 años y creció con las estrecheces del escaso sueldo de asistenta de enfermera de su madre

Pero su potencial político es evidente y así lo demuestran los cofres repletos con ayudas económicas para su campaña, por mucho que en este diálogo político los únicos negros buenos sean los progresistas y a Tim Scott, al ser conservador y republicano, sus rivales políticos le han puesto ya la etiqueta de malo.

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