Mutatis mutandis

Rafael Sempere

Rafael Sempere

Que las fiestas de moros y cristianos de Elda son una continua mudanza es algo sobre lo que ya he escrito muchas veces. Lo que es hoy, quizá mañana ya no lo sea. Y tantas veces sin aparentes motivos razonables que lo justifiquen. Y otras incluso con aroma a capricho. ¿A qué le toca el cambio este año?, sería la pregunta que un aplicado seguidor de la fiesta tendría que hacerse. Pues este año, a la retreta.

Años y años cubriendo el mismo recorrido que las entradas, y este año nos enteramos de que el trayecto iba a ser otro (ya habrá sido anteanoche). Más corto. Acabando en la plaza del ayuntamiento ante el castillo de embajadas. ¿Las razones? Según mis informantes que beben en buenas fuentes, por su largura. El acto acaba muy tarde, y en el último tramo (calle Padre Manjón) resulta muy desangelado. Cierto todo.

Pero yo me pregunto, ¿no ocurre lo mismos con las entradas? Por supuesto que sí. Contribuyen a ello tanto el largo trayecto como el doblete de bandos en ellas. La prueba la tenemos en que las últimas comparsas ya desfilan por calles en las que el éxodo de público resulta muy evidente. El público se cansa de tan larga duración; incrementada tantas veces por los enormes cortes, fuera de toda lógica. Y muchos se marchan porque mañana verán al otro bando, o el que viene a continuación ya lo vio ayer. Total, lo que cambia es el boato, que va al inicio; y los trajes de los cargos, que ya los verá por televisión.

Dejando aparte ideas metafísicas defendidas por eximios puristas de la fiesta (como esa memez de que no se desfila para el público, sino para uno mismo), lo cierto es que Elda tendrá que abordar ese problema estructural con vistas al futuro. Pues, a menos que haya una deserción masiva en las comparsas (no lo creo), el problema de la insufrible duración de las entradas irá in crecendo.

Como conjeturo que, por ahora, lo de repartir cada bando en su entrada resultaría un sacrilegio (para muchos festeros sería como robarles una parte de la cuota que pagan), quizá fuera una buena medida acortar el recorrido. Como el de la retreta.

Se argüirá en contra que eso mermaría la presencia de público, desluciéndolas. Pero hay soluciones para todo: colocándose más tribunas con mayor capacidad en las calles por las que discurra se puede compensar esa pérdida.

Además, creo que cualquier espectador avezado y con una mínima sensibilidad habrá comprobado que donde mejor lucen los cargos y las escuadras es en las calles más estrechas, con edificaciones de mayor altura, donde resuena la música con una contundencia a veces estremecedora. En las anchas y abiertas se pierde mucho esa intensidad.

Pero bueno, doctores tiene la Iglesia. Y uno no es más que un insignificante escribidor sobre temas de fiesta. Solo es lo que me ha sugerido el cambio de la retreta. O sea.