Encalao en el terrao

La Procesión del Junco en Torrevieja

La celebración de la procesión del Corpus torrevejense se remonta a la fundación de la Cofradía del Santísimo en 1791

Procesión del Corpus de Torrevieja en los años 60

Procesión del Corpus de Torrevieja en los años 60

Francisco Sala Aniorte

Francisco Sala Aniorte

Hay tres jueves en el año que

Relucen más que el Sol

Jueves Santo, Corpus Christi,

y el Día de la Ascensión.

Si se exceptúa el jueves santo, no tienen ya esas fechas la celebración que enseña el cantar, sin embargo, va surgiendo del olvido el día de Corpus, como rememorando épocas que parecen hacer buena la copla de Jorge Manrique de «cualquier tiempo pasado fue mejor».

Los orígenes de la fiesta del Corpus en Europa hay que buscarlos en 1230, cuando la monja Juliana de Monte Cornilon, en Lieja, tuvo una revelación en la que Jesucristo le inspiró la celebración de una fiesta en honor del Cuerpo de Dios. En 1264, Urbano VI, mediante su bula: Transiturus de hoc Mundo, refrendaba la celebración de una fiesta en honor del Cuerpo de Dios en toda la cristiandad. En España, dice Marcelino Menéndez Pelayo la introdujo Berenguer de Palaciolo, que murió en 1314.

LA PROCESIÓN DEL JUNCO

LA PROCESIÓN DEL JUNCO / Francisco Sala Aniorte

La Celebración se lleva a cabo el siguiente jueves al octavo domingo después del Domingo de Pascua (es decir, 60 días después del Domingo de Pascua).

Aquí en Torrevieja, no hubo costumbre como en otras poblaciones, de recorrer las calles los «diablitos», extravagantes figuras de pequeños endemoniados rojos, y los «gigantes». En otros lugares, a mediados del siglo XVIII, iban delante de la procesión esas extrañas y ridículas figuras, como la tarasca -figura de serpiente monstruosa desproporcionados y los gigantes, muñecos de gran tamaño, pero no era posible que perdurara esa costumbre; y, así, una Real Disposición del 10 de abril de 1772 los prohibió, diciendo que: «Lejos de autorizar semejantes figurones, la procesión y culto del Santísimo Sacramento, servían de befa para aumentar el desorden y distraer o enfriar la devoción de su Majestad Divina».

Esta prohibición, expresamente, consta en el título de las Leyes Recopiladas, tanto en lo referente a los gigantones como a las danzas y otras prácticas profanas, contrarias al decoro y grandeza de las funciones eclesiásticas. Tampoco en Torrevieja hubieron carros alegóricos o «rocas», como entonces se les llamaba, alternando su ordenada marcha con chistosos sainetillos, entremeses o pasillos burlescos representando las costumbres populares, ni salían los «gigantes y cabezudos» representando las diferentes etnias: turcos, gitanos, negros, rasgos indianos, el Cid, Doña Jimena, los Reyes Católicos, el Rey Jaime I, Doña Violante, como sucedía en la vecina Orihuela o Elche.

Si que hubo acompañamiento por charamiteros en Torrevieja desde las primeras procesiones del Corpus que desfilaron en Torrevieja, encargándose de su contratación la Cofradía del Santísimo, fundada en el año 1791, al tiempo que también costeaba la cera para el alumbrado y el junco para esparcirlo por la iglesia y las calles por donde pasaba la procesión.

Sin duda, la celebración de la fiesta del Corpus Christi era una de las manifestaciones cívico-religiosa más importantes de la Torrevieja en los siglos XVIII y XIX ya que a su carácter religioso, que tenía como fin principal rendir culto al misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, unida a un sentido festivo, en el que participaban todos los estamentos de la Ciudad y que hacían de la ceremonia litúrgica un auténtico espectáculo. Entre 1861 y 1866, ingresan en la Hermandad del Santísimo 38 nuevos miembros, entre ellos Eduardo Dolón Balaguer, de padre ilicitano, cortador y carnicero que se afincó en Torrevieja, viviendo en la calle Chapalangarra, hoy llamada Blasco Ibáñez, hasta su muerte, a la edad de cincuenta años, en 1889. Sin duda un eslabón genealógico del actual alcalde de Torrevieja,

La víspera del Día del Señor, toda la villa de Torrevieja se preparaba, se barrían las calles del itinerario, se desecaban los charcos y se llenaban los baches para hacer más fácil y decoroso el recorrido, se esparcían por el suelo, tanto dentro de la iglesia como fuera de ella, por donde había de pasar el cortejo, junco y otras plantas olorosas. El recorrido se adornaba con tapices, colchas, mantones y otros ricos paños, prestados por los vecinos.

Como tradición durante esta fiesta religiosa, numerosos vecinos, en las calles del centro inclusas en el recorrido procesional, engalanaban sus rejas y fachadas con sus mejores mantos, y el Consistorio hacía lo propio en todos los edificios públicos principales, fundamentalmente la casa consistorial, adornando igualmente sus calles con junco. Se colocaban mástiles con gallardetes por las calles principales.

En casi todas ellas, camino de la procesión, habitadas por la gente más acomodada y piadosa se levantaban espléndidos altares, adornados con ramos de flores y las más espléndidas macetas, empleando en la decoración floreros, candelabros y otros artefactos valiosos, joyas de familias que se sacaban a relucir en este memorable día. Se tendían lujosas y grandes alfombras, que hacían tenues y apagados los pasos del enorme público, y juncos y flores variadas tapizaban la acera. Estos tradicionales altares quedaban instalaban en las principales cancelas, dando un toque colorista y fervoroso a esta tradición.

No había una sola cuyas ventanas no se vieran vestidas de hermosas colgaduras, ocupando, además, los espacios intermedios de ambas aceras verdes ramas que producían el efecto de un bosque delicioso. Flameaban en las mástiles y rejas de muchos edificios vistosísimas banderas de diversas naciones. El suelo se hallaba regado juncos, haciendo más cómodo el tránsito por donde no se respiraba otro ambiente que el exhalado por los aromas exquisitos de jazmines y claveles. Rivalizaban los vecinos, haciendo patentes demostraciones por contribuir al mejor lucimiento de esta función preparando altares o puntos de descanso para, el Ministro del Señor,

¡Qué tardes, adornando los altares, esperando para presenciar, de rodillas, el paso del Santísimo, entre cordones de fieles y presidencia de autoridades religiosas, civiles y militares!

Las calles se llenaban de los aromas de los juncos, que servían de alfombra al paso del cortejo que partía tras la misa desde la iglesia y sobre una verde alfombra la procesión del Corpus Christi recorría las principales calles. Debía de ser un gran placer pasear por las calles de Torrevieja en ese día y sentir la frescura y el aroma del junco.