Esperando a Godot

Quod scripsi, scripsi

Moncloa manejaba cifras reales de la hecatombe socialista y podemita con semanas de antelación y este plan ya se barajaba en caso de que los resultados al final fueran tan desastrosos para ellos como lo han sido.

Daniel McEvoy

Daniel McEvoy

Algunos eruditos y estudiosos han intentado argüir a lo largo de los años que el juicio de Jesús que se narra en los Evangelios no es sino una creación literaria desprovista de cualquier verosimilitud histórica. Sin embargo, otras investigaciones más recientes basadas en prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en lo que fue el palacio de Herodes el Grande, y posteriormente el pretorio romano donde residía el gobernador, Poncio Pilato, cuando se encontraba en Jerusalén, han sacado a la luz el litóstrotos o gábata (en griego y hebreo, respectivamente, el pavimento enlosado que cubría el suelo del tribunal y de acceso al palacio) que se describe en La Biblia (Juan 19:13).

Poncio Pilato, del que no cabe duda de que fue un personaje histórico, siempre ha sido una figura controvertida que ha dado juego para su recreación literaria e incluso cinematográfica, con enfoques tan variopintos como el que le dieron los Monty Python en La vida de Brian o el que tuvo en La pasión de Cristo de Mel Gibson: tan pronto representado como la víctima desventurada de maquinaciones que escapan a su control, como un villano despiadado.

Lo que sí es cierto es que Poncio Pilato, a pesar de ser un mercenario pusilánime, tuvo la osadía de negarse a acatar la petición de los sumos sacerdotes de cambiar el título que había ordenado grabar sobre la cruz de Jesús con una frase lapidaria que ha sido muy utilizada posteriormente: Quod scripsi, scripsi. Los versículos de las Sagradas Escrituras en los que se narra el episodio (Juan 19:19-22) dicen: «Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos’. Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego. —No escribas ‘Rey de los judíos’ —protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos. —Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato».

Efectivamente, lo escrito, escrito queda. Por eso hay que ser muy cauto cuando se vierten opiniones, sobre todo cuando con esas opiniones se puede poner en tela de juicio un organismo público como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) como consecuencia del sectarismo siniestro de su presidente, José Félix Tezanos. Ya nadie se fiaba de las encuestas del CIS, pero las previsiones que ha hecho en esta ocasión, acaso para intentar paliar la debacle que se barruntaba para su jefe, Pedro Sánchez, han sido demasiado groseras y sesgadas. Máxime cuando nos hemos podido dar cuenta de que en realidad sí manejaban datos fiables (contrariamente a lo que publicaron); porque nadie puede creer que Pedro Sánchez tomara la decisión de convocar elecciones generales la noche del domingo. Lo cierto es que Moncloa manejaba cifras reales de la hecatombe socialista y podemita con semanas de antelación y este plan ya se barajaba en caso de que los resultados al final fueran tan desastrosos para ellos como lo han sido.

Una imagen de Pedro Sánchez esta semana

Una imagen de Pedro Sánchez esta semana / Eduardo Parra

Por el contrario, la consultora privada GAD3, una empresa dedicada a la investigación social y la comunicación, con sede en Madrid y Bogotá y presidida por Narciso Michavila, ha hecho una labor magnífica y prácticamente, como se suele decir, «ha clavado los resultados». Yo, modestamente y si me disculpan la petulancia de citarme a mí mismo, hice también un pronóstico, basado en los datos de participación de la serie histórica para las elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana y de Elche (víd. El lenguaje de los místicos, publicado en esta misma sección el pasado día 23 de abril). A un mes de las elecciones, me arriesgué a decir que en la Comunidad Valenciana era muy probable el triunfo de la derecha, mientras que en Elche era más difícil, pero posible con un alto índice de participación, como así ha sucedido.

De hecho, en Elche la participación ha sido de récord (el 65,92% frente al 59,64% de 2019). El PSOE, al contrario que en la mayoría de las poblaciones, ha aumentado el número de votos en casi seis mil, pero es que el PP, segundo partido más votado a escasa distancia de los socialistas, ha llegado a cosechar catorce mil sufragios más; si a eso le añadimos el magnífico resultado de Vox, con casi trece mil papeletas, llegamos a la cifra total de, en números redondos, 55.000 apoyos para la derecha en Elche, superando los 49.000 de 2011, aunque en aquella ocasión fueron todos del PP, que obtuvo la mayoría absoluta.

Una buena amiga me comentaba el otro día que había oído a un adolescente en el instituto decirle a otro que en Elche habíamos votado mal y por eso había ganado las elecciones la derecha. Yo se lo he oído decir también a adultos hechos y derechos, víctimas de la intolerancia más atroz. Pero lo peor es que Pedro Sánchez también lo cree y, en su magnanimidad nos da otra oportunidad para votarle en pleno verano. Estaremos en el chiringuito e iremos a votar: «¿A quién preferías, a Jesús o a Barrabás?» dirá Sánchez. «No haber preguntado», le diremos los votantes cuando nos espeten eso de «habéis votado mal».