Palabras gruesas

Necesaria autocrítica

Carlos Gómez Gil

Carlos Gómez Gil

El resultado de las pasadas elecciones locales y autonómicas ha generado un movimiento sísmico estructural en todo el sistema político del Estado de tal intensidad que se suceden los acontecimientos y decisiones, sin apenas capacidad para el análisis y la reflexión. Sin embargo, la profundidad de los cambios que se están viviendo exigen, más que nunca, un diagnóstico acertado, y con un trazo muy fino, para evitar que se instale la confusión, el mejor escenario para oportunistas y salvapatrias.

Al igual que sucede con los terremotos, el resultado de estas elecciones demuestra que se ha liberado, de manera explosiva, una formidable energía acumulada en la sociedad en los últimos años, alimentada por la generación de un clima irrespirable por parte de la derecha extrema y la extrema derecha en España, que han trabajado de manera infatigable para deslegitimar y calumniar sistemáticamente al Gobierno y a los partidos que lo integran, sin dejar en ningún momento de difundir, de todas las maneras posibles, barbaridades y mentiras.

Desde el minuto uno, la derecha impulsó un relato que negaba legitimidad a un ejecutivo democrático, constitucional y progresista, oponiéndose a cualquier medida o avance para el país y machacando con una narrativa de caos y desastre que, como un martillo pilón, ha golpeado un día tras otro a la sociedad. Ni el Gobierno ni los partidos de izquierda han sido capaces de valorar este trabajo continuado de demolición llevado a cabo por el PP y Vox, mano a mano, con el apoyo de los extintos Ciudadanos, junto a sus perniciosos efectos políticos en la sociedad.

Sin importar la situación del país, la angustia de la sociedad o la ruptura de consensos constitucionales básicos, el PP y Vox, tanto monta, monta tanto, han desarrollado una estrategia calculada para generar malestar y criminalizar a la izquierda por todas las vías posibles, descalificando incluso a quienes les apoyan, lo que ha alejado a muchas personas de bien de ese ambiente irrespirable. El resultado ha sido la pérdida de poder local y autonómico en muchos gobiernos subnacionales que han trabajado con un gran reconocimiento por parte de su población, que ha valorado de manera exitosa su gestión, como atestiguan numerosos estudios de campo.

Esta es una de las muchas paradojas de estas pasadas elecciones: gobiernos municipales y autonómicos con una labor reconocida y valorada por los habitantes que han sido castigados por dinámicas políticas que nada tenían que ver con su labor. Y al revés, gestiones muy cuestionables, con partidos y candidatos municipales que ni siquiera se han molestado en elaborar un programa municipal como compromiso de gestión electoral con los votantes, como ha sucedido en Alicante con el Partido Popular de Luis Barcala, ganando elecciones mientras hablaban de violadores, okupas y de ETA.

Desde la reinstauración de la democracia, hemos acudido a las urnas en infinidad de ocasiones con atentados, e incluso con funerales de personas asesinadas por ETA, sin que haya interferido en las elecciones municipales o autonómicas. Pero doce años después de que ETA dejara de existir, el escupitajo “que te vote Txapote” ha sido el arma de una derecha que no ha querido debatir sobre necesidades en las ciudades y esperanzas para las personas. El resultado es una pérdida de poder local y regional muy importante para la izquierda, que en un estado tan descentralizado como el de España es fundamental para la construcción del país.

Ante una de las situaciones políticas más complicadas desde la Transición, la izquierda tendría que hacer una profunda autocrítica y reflexión, algo que ni está, ni se le espera. Autocrítica es una palabra que no manejan los dirigentes de formaciones progresistas, especialistas en echar culpas al otro, y parece que tampoco hay mucha materia gris para poner las luces largas y comprender dinámicas extraordinariamente complejas que están incidiendo de manera profunda sobre nuestras sociedades mediante campañas muy bien orquestadas, como sucedió con el Brexit en el Reino Unido, donde los nefastos resultados de tanto engaño quedan, ahora, a la vista de todo el mundo y son reconocidos hasta por sus impulsores. El ejemplo lo podemos encontrar muy cerca de nosotros, en Alicante, donde en palabras del secretario general del PSOE, Miguel Millana, el problema se ha debido a que no se han hecho actos los sábados en los barrios. Esta es la profundidad de análisis frente a lo que vivimos.

Pero el problema fundamental no está en el PSOE, como se ha visto con claridad en esta Comunidad, donde incluso crece en apoyo electoral, sino en la pérdida de peso de fuerzas nacionalistas de izquierda, pero especialmente, por la práctica desaparición de Podemos, que ha recibido un castigo político esperado y deseado incluso por muchas personas de izquierda, del que sus dirigentes no asumen la más mínima culpa, responsabilizando a todos los demás de su desastre, como vemos.

Podemos vive un proceso de autodestrucción a base de dañar a todas las fuerzas, grupos y sectores de izquierda que tiene a su alrededor, sin dejar de impulsar debates y reivindicaciones estrambóticas en los que invierte energías políticas gigantescas, alejadas de las preocupaciones, incluso de la comprensión de la gente corriente, de muchas personas de izquierda. Convertidos en oposición al Gobierno del que formaban parte, sin entender la responsabilidad institucional que asumieron de manera voluntaria, Podemos no ha dejado de dedicar esfuerzos contra el PSOE, contra otras fuerzas de izquierda y colectivos sociales, incluso durante una campaña electoral en la que había tanto en juego. Y todo ello de la mano de unos líderes que actúan, una y otra vez, de manera ridícula, soberbia e ignorante, destrozando muchos de los valores de la izquierda. Como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer.

Huesca y Zamora son un buen ejemplo de lo que digo. En Huesca, con 24.884 electores, cuatro partidos de izquierda se negaron a ir de manera conjunta a las pasadas elecciones municipales y presentaron cuatro candidaturas distintas: Podemos, IU, Equo y Chunta. El resultado es que ninguna de las cuatro listas de izquierda ha llegado al 5% mínimo exigido, de manera que todas se han quedado fuera, a pesar de sumar en total el 19% de los votos, mientras que Vox, con el 10% de los sufragios, ha conseguido tres concejales. Y en Zamora, la única capital gobernada por un respetado alcalde de Izquierda Unida, que ha obtenido un apoyo electoral mayoritario y con una gestión reconocida incluso por el PP, Podemos, en lugar de apoyar electoralmente a este alcalde, presentó su propia candidatura, que ha obtenido la friolera de 79 votos, el 0,26% del electorado zamorano. Pero nadie asumirá responsabilidades de estos disparates porque la culpa será siempre de los otros.

La autocrítica y la reflexión exigen de sinceridad, humildad y honestidad, además de capacidad y voluntad. Ojalá la izquierda comprenda la importancia del momento histórico que atravesamos.