En pocas palabras

Mandan los conserjes

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Sucede en Alicante lo mismo que en Aragón o en Cantabria. Da lo mismo de qué entidad cultural estemos hablando. Si del Centro Botín, con todos sus laureles, o de las más modestas dependencias municipales de cualquiera de nuestras ciudades. ¿De quién depende que un acto cultural dure un tiempo determinado, y no media hora más, ni quince minutos más del horario previsto? De los conserjes, y lo digo con todo el cariño del mundo hacia ellos. Pero alguien lo tiene que expresar negro sobre blanco.

Así es que estás preparando una actividad con varios meses de antelación, en ocasiones más de medio año. Te llevas el disgusto de que se te cae un ponente y tienes que sustituirlo por otro. Llega el día de autos y existe una alta probabilidad de que el transporte juegue una mala pasada, y el invitado arribe con retraso, por lo que el acto no comenzará a la hora anunciada y lo hará con unos minutos de demora.

Puede tratarse de la presentación de un libro, de una mesa redonda, de una conferencia o de un formato que se ha puesto de moda, el diálogo entre dos invitados moderados por un anfitrión local que les presenta y anima la velada. Poco a poco lograremos la velocidad de crucero. Pues resulta que cuando más interesante se pone el asunto (porque informo a los legos que jamás acuden a estos saraos, que por increíble que parezca, en este tipo de ceremonias a priori tan previsibles puede surgir la chispa y reportarnos instantes de plenitud) llega el momento en que la carroza se convierte en calabaza. Manda el conserje y hay que acabar. La magia del momento, si es que se consiguió, es anestesiada por decreto.