Elecciones sin votantes. La nueva democracia

Estas elecciones del 23J se van a celebrar, afortunadamente, con las cartas levantadas. Ya era hora de que así fuera.

Toda esta etapa comenzó con una moción de censura basada en una sentencia fraudulenta, pues el fallo y la condena, como partícipe a título lucrativo, implica que el condenado, civil no penal, sea ajeno al delito, no tenga conocimiento del mismo. Una frase, no obstante, de dicha sentencia, sin efecto alguno jurídico, contradictoria con lo decidido, fue el motivo en que se basaron los artífices de un fraude a gran escala.

Y siguió en 2019 con la promesa de Sánchez de no pactar con Podemos y con el independentismo –con BILDU ni se mencionaba-. El gobierno surgido del pacto de Sánchez fue un manifiesto engaño a sus votantes. De haber conocido su tendencia a la mentira, el voto podría haber sido otro. Lo votado no fue lo acordado, explícitamente negado.

Ahora ya no hay duda. Votar a este PSOE es votar el frente popular integrado por partidos cuyo elemento común es el rechazo a la España constitucional del presente. Los aliados del PSOE son sinceros, no mienten. No cabe ya, por tanto, invocar error alguno. Votar a uno de ellos es votar lo que se ha visto en estos últimos, al menos, dos años.

El mismo Sánchez acredita esta realidad cuando califica al PP de derecha extrema y a Vox de extrema derecha. Porque tales ubicaciones dependen siempre del lugar que ocupa quien sitúa al otro. Si estás en el centro, difícil es hablar de derecha extrema referida a un partido como el PP; si, por el contrario, te colocas en la izquierda populista, ves derechas en todos los rincones, pues los extremos suelen llevar a cierta dispersión mental y pérdida de orientación espacial.

De todas formas, pediría al presidente que ofreciera un concepto claro de lo que es la derecha extrema y la extrema derecha, pues no logro encontrar referencias bibliográficas que lo hagan. Tampoco y es comentario que no debe ser entendido como meramente jocoso, es de fiar mucho un presidente cuya cultura general no es precisamente muy elevada. Hace pocas semanas, en un arranque de genialidad, afirmó que Feijóo no solo era patético, sino que era un “peripatético”. El insulto que quiso lanzar se tornó en virtud y en quienes gustamos de la filosofía en la prueba palmaria de la incultura de Sánchez. Peripatético es, como es sabido, aristotélico, seguidor de este grande del pensamiento y por ello amante de la felicidad, virtud central del ser humano que debe buscarla por encima de todas las cosas.

No da miedo ya esa extrema derecha o derecha extrema a la que alude una izquierda que, de momento, no ha conseguido acabar con el sistema. Y no da miedo porque este PSOE quiere ser lo que no fue y ha renunciado a representar la socialdemocracia. España es de centro y es el centro el que gana las elecciones. Y Sánchez no es hoy quien puede representar la marca PSOE de centro izquierda. El voto a quienes ubica en los extremos de la derecha, que gobiernan muy bien en sus lugares (Galicia, Madrid, Andalucía), es la mejor prueba de que esa táctica del insulto solo puede ocasionarle perder algún voto más.

Votar PSOE hoy es votar coaliciones que ya están rotas antes de constituirse. Un gobierno con las mil siglas de “Sumar”, sería una guerra abierta desde el primer día. Un espectáculo que haríamos bien en evitar, visto lo visto.

Los ciudadanos, aunque no lo crea el líder de este PSOE de complejo reconocimiento, saben lo que quieren y no quieren lo que ofrece quien carece de frenos salvo que le favorezcan. No es la economía, que va o puede ir bien incluso si el gobierno no hace nada o hace poco. Es y son los valores sociales y personales, la igualdad, no el feminismo enfermizo de sus aliados, la educación que reduce el raciocinio y rebaja las exigencias casi hasta el analfabetismo, la libre expresión no selectiva, los supermercados con los estantes llenos, no las cartillas de racionamiento y la libertad, no el pensamiento único de quienes no quieren que se piense. Todo esto está en la calle. El discurso de la derecha extrema sirve para los ya convencidos, pero no para mantener a los moderados y menos aún para cambiar la tendencia de los convencidos de lo contrario.

Difícil, no obstante, lo vamos a tener. Sánchez se ha empeñado en que votemos poco y mal. Escoger el 23 J, en plenas vacaciones y en medio de un puente solo tiene como objetivo que voten los menos posibles; si pudiera hacerlo, solo los que tuvieran carnet de su partido. Ha hecho números, se supone y llegado a la conclusión de que solo puede ganar si la gente no vota. Escasa confianza en los ciudadanos y en sí mismo. No ve claro esto de la democracia. Convocar elecciones para que la gente no vote es cosa de este hombre aplaudido por sus diputados y senadores que, parece ser, han considerado que unas elecciones sin votantes constituyen los cimientos de la sociedad del futuro.