Feijóo no dijo lo que dijo, o sí lo dijo

Archivo - El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ofrece declaraciones a los medios, durante el acto institucional por el Día de la Constitución, en el Congreso de los Diputados, a 6 de diciembre de 2022, en Madrid (España).

Archivo - El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ofrece declaraciones a los medios, durante el acto institucional por el Día de la Constitución, en el Congreso de los Diputados, a 6 de diciembre de 2022, en Madrid (España). / Alberto Ortega - Europa Press - Archivo

Matías Vallés

Matías Vallés

Vaya por delante que PP/Vox se encaminan hacia los doscientos diputados el 23J. Presentar como un rasgo de inteligencia que Teresa Ribera sea la número dos socialista por Madrid solo puede provocar una sonora carcajada, ni siquiera el mediocre desinterés de Núñez Feijóo por la empresa lastra sus opciones a La Moncloa. Para evitarse sobresaltos, el dietista del candidato gallego a octavo presidente de la democracia no solo ha de prohibirle terminantemente los debates a solas con Pedro Sánchez, sino todo tipo de entrevistas. La ejecutada por Carlos Alsina en Onda Cero el pasado martes, en un entorno propicio, significaría la liquidación del aspirante si las elecciones no tuvieran una componente irracional.

La prensa lleva dos días empapelada por un catálogo de iniciativas de Feijóo cuando en realidad no las dijo, pero sí las dijo, y también dijo todo lo contrario en el mismo programa. Ante la obligada insistencia en que enumerara los sanchismos a derogar, el candidato improvisó a gusto del entrevistador, pero la ley trans será sustituida por otra ley trans, y la memoria histórica de Sánchez será retrotraída a Zapatero. El futurible presidente no destacó tanto por esconder sus cartas como por desconocerlas. Remató su sí y no sino todo lo contrario al admitir un cara a cara «con quienes se decida». Y así sucesivamente.

Entre la antología del disparate y el ultracuñadismo, Feijóo derogará el sanchismo porque no se llama Sancho, y porque le falta la energía desorientada que caracteriza a Sánchez. Era sonrojante su versión de que «pucherazo» o «apartheid» son reclamos desprovistos de valor. La única propuesta categórica del líder del PP consiste en encomendar La Moncloa a la lista más votada, dado que solo puede ser la suya salvo en una encuesta de Tezanos. El PSOE fía su campaña a que aflore la abulia oceánica de un rival que habla de «mi época» en referencia al aznarismo, y no a su porvenir presidencial. Olvidan los socialistas que con tan escasos mimbres también se puede cerrar una mayoría absoluta, solo o en compañía de otros.  

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