Jornadas de reflexión

Cada vez que celebramos elecciones en España se repite la misma mecánica: el día anterior lo dedicamos a reflexionar. O eso es lo que se contempla en la legislación. Sobre la bondad o desperdicio de esta jornada se ha escrito, y se seguirá opinando mucho, comenzando por si en otros países hay fórmulas similares o no.

La actual ley electoral, conocida como LOREG, ley orgánica 5/1985, de 18 de junio, es la que determina la existencia de esa jornada de reflexión cuando en el artículo 51.3 determina que la campaña electoral finaliza a las cero horas del día anterior al de las votaciones. En el Decreto-ley 20/1977, de 18 de marzo, regulador de las reglas electorales de las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco, ya se establecía en su artículo 38 la misma regla. En ninguno de los dos casos se califica de forma alguna a esa jornada y ha sido la práctica la que ha terminado por convencernos de que se trata de la «jornada de reflexión».

Además de este día libre de campaña electoral también es muy criticada la prohibición de publicar sondeos electorales cinco días antes y debemos admitir que ambas regulaciones podrían cambiarse porque no está claro que aporten algo positivo. Si bien en 1977, con todo por experimentar, la cautela podía entenderse, en nuestros días las prácticas informativas han desbordado las previsiones iniciales y no es necesario mantener esas prohibiciones.

En sentido contrario hay quien sostiene que cada país tiene sus propias reglas y que las tradiciones deben ser respetadas, por lo que aquello que nació en la transición deberíamos ya considerarlo como acerbo cultural y dejarlo como está. Yo me inscribo en este último grupo.

Más allá de disquisiciones técnicas en materia electoral yo lo que hoy pretendo es invitar a la reflexión, el día anterior a las votaciones y cualquier otro. Voy a tratar de ser cuidadoso ya que afirmar que no reflexionamos podría ser interpretado por ciertos lectores suspicaces como un insulto llamando irreflexivos, o algo peor, a muchos votantes.

Tengo un buen amigo que tras mostrar su sorpresa por los resultados electorales del domingo 28 de mayo hace el siguiente análisis: el gobierno no ha sabido explicarse, tiene un problema de comunicación. Y yo, que acepto y comparto esa afirmación, le pongo un pero: es imposible comunicar bien para todos. Y ahí es donde creo que está la clave: ¿a quién se dirigen los mensajes? Hay un número notable de electores a los que no les llega la comunicación del gobierno, no quieren que les llegue. Quienes quieren derogar el sanchismo y aplauden a José María Aznar, el expresidente que nos dijo aquello de mírenme a los ojos y créanme, en Irak hay armas de destrucción masiva, cuando afirma que si el partido de Pedro Sánchez vence en una elecciones municipales y autonómicas habrá una excarcelación masiva de asesinos, no hay mensaje que valga. O que creen a Isabel Díaz Ayuso, de cuyo partido es la única persona encarcelada por fraude electoral en los comicios del 28-M, en Mojácar (Almería), cuando afirma que habrá un pucherazo, pues lo mismo, no hay mensaje que sirva. Quienes creen en estos mensajes lo hacen porque quieren creer. Y ya no digamos nada de las explicaciones que se podrían dar a quienes esperan que Santiago Abascal sea vicepresidente del gobierno de España.

Si en ese electorado no hay mensaje que les pueda llevar a la reflexión habría que buscar en otro sector. ¿En los socialistas desencantados? Si las políticas del gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez no les han parecido progresistas, me quedo sin respuesta posible. ¿En los abstencionistas a la izquierda del PSOE? Para ellos creo que solo hay un mensaje: con su acción van a conseguir que gobierne Núñez Feijoó, así que reflexionen y si es eso lo que quieren, pues felicítense.

Queda un espacio electoral al que poder invitar a la reflexión, desde nuestras posiciones, claro, y no solo un día, muchos. Esos votantes que son capaces de apoyar en unas elecciones a la derecha y en otras a la izquierda, en ambos casos a los partidos más centrados. Les invitaría a pensar en el futuro, en lo que queremos no para hoy, para mañana e, incluso, para más adelante. ¿Qué es lo que quieren para sus hijos?

No al feminismo, no a la inmigración, no a cualquier derecho, sí a políticas filofascistas, sí a la confrontación con una parte de españoles que viven en Cataluña, sí a desastres ambientales como el Mar Menor, no a las políticas económicas dirigidas con tanto éxito por Calviño o a la reforma laboral promovida por Yolanda Díaz que tan buenos resultados están dando. El futuro está ahí, en asuntos como esos y de nuestra elección dependerá. Debemos hacer la reflexión en este sentido: un solo voto, el nuestro, es decisivo. 

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