Entrevista | Ramón Rives Empresario

Ramón Rives, empresario: 5.000 pesetas y la palabra de «El Casiano»

5.000 pesetas y la palabra de «El Casiano»

5.000 pesetas y la palabra de «El Casiano» / INFORMACIÓN

Toni Cabot

Toni Cabot

Acabado el servicio militar, con poco más de 20 años, encontró en el talante conservador de su padre una barrera para su empuje y aspiraciones. José Rives, comerciante de Cox apodado «El Casiano», paró los pies en seco al segundo de sus cinco hijos y lo independizó de golpe:

-«Espabila y búscatela tú solito».

A esas alturas, Ramón ya tenía bien aprendido el oficio. Había comenzado a trabajar en la empresa familiar a los 14 años a las órdenes del patriarca, así que se desenvolvía con soltura vendiendo conejo, pollo, pavo y gallina de la Vega Baja en comercios y mercados de Alicante y Benidorm. Incluso, llegó a cerrar un acuerdo con la tienda de instrumentos musicales «Savall» (junto a la plaza de toros de Alicante) para quedarse con un porcentaje de la venta de cornetas y tambores a las bandas de música del pueblo, sacando un dinero extra a los continuos viajes desde Cox a la capital de la provincia.

Con todo, para emprender su camino en solitario se apoderó de las cinco mil pesetas del último negocio junto al padre, a quien también le consiguió arrancar un viejo Citröen para iniciar el vuelo por su cuenta, pero con una advertencia previa.

-«Ni te firmo nada ni te doy más. Con eso te espabilas. Y ten en cuenta que mientras comas y duermas bajo mi techo, tendrás que dar dos mil pesetas a tu madre cada semana».

A esas alturas, Ramón Rives todavía no sospechaba que la mejor y más valiosa aportación que estaba recibiendo a modo de herencia familiar era un intangible: el valor de la palabra de «El Casiano», cuya seriedad, revestida con una gruesa capa de honestidad a la hora de cerrar tratos con solo un apretón de manos, se había extendido por el negocio de la venta de carne avícola a lo largo de la geografía provincial.

Así que con tan sólido aval a modo de tarjeta de presentación, el segundo hijo de «El Casiano», un joven comerciante cojense dispuesto a comerse el mundo, comienza en 1975 a hacer kilómetros con el viejo Citröen para vender conejo, pollo y pavo por los rincones de la provincia donde no llegaba el padre, evitando así competir en el territorio que seguía pisando el patriarca.

Por esos inicios, Ramón conoce a Mari Carmen Gambín, con quien contrae matrimonio formando una unión que también resulta providencial en el despegue definitivo de la empresa, Avecox, que arrancó en 1979 con un empleado y hoy se mantiene como puntera del sector dando trabajo a más de doscientos.

Es en aquella época, a comienzos de la década de los 80, cuando Rives agranda sus pasos extendiendo las ventas al resto de España e incorporando la carne de gallina como producto estrella del negocio.

Avecox salta a Madrid, a Valencia, entra de lleno en Andalucía e incorpora el mercado norteño en su red comercial tras poner en marcha un matadero en un solar de 800 metros cuadrados de su Cox natal, sede de la empresa que en la actualidad ha quintuplicado su dimensión incorporando todos los avances tecnológicos que ofrece el mercado en un sector tan exigente como el de la alimentación y la legislación vinculada al bienestar animal.

Tras consolidar una notable presencia en el mercado nacional al sumarse como proveedor de las principales cadenas de supermercados del país, Avecox da un nuevo salto con la llegada de la nueva generación, representada por los tres hijos del matrimonio fundador. Los herederos, con una sólida preparación, dan un nuevo impulso a la empresa abriendo la puerta del mercado internacional, donde quedan prendidos exportando carne de gallina a quince países repartidos por Europa, África y Asia. Eso sí, todo bajo la supervisión de Ramón, que fiel a los dichos y refranes que solía utilizar su padre, sigue marcando el camino con frases que suenan a sentencias:  

-«Vosotros estaréis más preparados, pero como yo me he equivocado tanto, soy el más adecuado para adoptar decisiones».

Esa y alguna otra sentencia, que memorizó desde muy joven, ayudaron a redondear la carrera con éxito, siguiendo en todo momento al pie de la letra las palabras de «El Casiano» para que la empresa no perdiera jamás el rumbo: «Hay dos clases de tontos: el cambia las cosas cuando van bien y el que las lleva mal y no las cambia».

Ni en uno ni en otro error cayó jamás Ramón Rives, de Cox, el hijo de José Rives, aquel honesto comerciante cuya palabra iba a misa, que coloreó con una rima, posiblemente sin saberlo, una original campaña de marketing en la comarca de la Vega Baja durante los tiempos de la postguerra:

«Dejaste a Casiano para irte con Amador,

pensabas que mejorarías,

pero fuiste a peor».