Me encanta ver como teorías que elaboro por instinto y reflexión resultan tener una base científica. Llevo media vida, por razones profesionales y lúdicas, dándole vueltas a los mecanismos de poder y a las personas que ocupan puestos de responsabilidad. Es un tema que me apasiona: saber por qué bípedos a los que no considero especialmente preparados son capaces de convencer a mucha gente de que son líderes sólidos. La ciencia le ha dado un nombre: Patocracia. Albricias y vítores.

El profesor de Psicología Steve Taylor, de la Leeds Beckett University, utiliza el término «patocracia» para describir a personas trastornadas que están al mando de países o de organizaciones, con poca o ninguna empatía por el sufrimiento que provocan sus decisiones y verifica que, en los centros de decisión políticos, empresariales y de otro tipo, abundan las personas narcisistas o psicópatas.

Patocracia, que procede del griego catástrofe o sufrimiento, fue un término acuñado por otro catedrático polaco que estudió cómo los psicópatas influyen en el avance de la injusticia social y cómo se abren camino al poder.

Vaya, vaya, se me vienen algunos nombres a la cabeza, algunos locales y otros nacionales e internacionales, ¿llegaré a desvelarlos? Qui lo sà. ¿Será preferible ni siquiera nombrarlos, considerando que es mejor no darles publicidad gratuita? Ummm… tengo que pensarlo, déjenme que prosiga con el análisis y luego les cuento mi decisión.

Parece ser que estos personajillos se han desconectado a nivel empático con sus semejantes, de forma que ni sufren ni padecen con las desgracias ajenas. Esta clase de líderes mandan de forma patriarcal y jerárquica, además de responder con belicosidad contra quienes no piensan igual. ¿Ya ven por dónde voy?

Prosigo. Parece ser que los rasgos psicopáticos son muy comunes en los dirigentes, ya que su propio trastorno les ayuda a medrar. Cada vez se da más el caso, y los populismos son una prueba, de que muchos relacionan los perfiles empáticos con la ineficacia. Vamos, que no se puede ser buena persona y buen gestor a la vez. Muchos creen que los buenos son blanditos y derechitacobarde, mientras que los psicópatas de la rama dura son percibidos con autoridad para resolver problemas y ejercer el mando.

No me resisto a poner encima de la mesa los rasgos característicos que define el profesor Taylor de quienes ejercen su poder desde la patocracia:

Se mueren por los focos y se manejan bien frente al público, que los percibe como seres carismáticos.

Lo que el ciudadano corriente no se atrevería a decir, el líder trastornado lo expresa con naturalidad, y lo mismo sucede con sus acciones, por lo que no le da miedo emprender aventuras arriesgadas que lleven a su organización o país al precipicio.

Las dificultades, las protestas e incluso la bronca le ponen, le gusta nadar contra corriente.

Busca su lugar en la historia, sin importar el precio de las víctimas por efectos colaterales.

Tienen una peligrosa despreocupación con respecto al resultado de sus acciones.

Desconectan del sufrimiento ajeno y promueven y fomentan el acoso laboral, por no hablar de delitos más graves.

También son maestros en estimular la delación, las policías secretas y a la vieja del visillo de las organizaciones, porque ven conspiraciones por todos lados.

Hay otra característica de estos dirigentes patócratas, patos les podríamos llamar para acortar: como buenos narcisistas se creen la reina de los mares y piensan que son la leche en bote. El niño en el bautizo y el muerto en el entierro con tal de dejar su sello (gracias Cecilia).

Estos patos suelen dejar como un solar las tierras por las que pasan, como Atila, que era un pato de libro. Después de su paso por la presidencia cualquier parecido entre el antes y el después es una broma de mal gusto. Bien es verdad que, como jamás perciben el error propio ni sus enormes carencias, consideran que nunca antes en la historia del mundo hubo ni habrá nadie como ellos.

En esencia los patos están entre nosotros y se nutren de nuestras debilidades. Como los vampiros, consideran a los seres humanos su ganado particular y fuente de alimento, pero una bala de plata, el sol o una estaca certera les reduce a cenizas. No me gusta el mal ajeno y los linchamientos no son ejemplo de nada, pero los cuerpos arrastrados de Ceaucescu, Mussolini o El Gadaffi confirman que hay patos que la pagan a lo grande.

A fuer de sincero debo decirles que no me he inventado casi nada, el estudio y el profesor Taylor existen y aunque las características parezcan un traje a medida para unos cuantos, así es la sastrería de calidad, que se ajusta como un guante.

Llega el momento de poner o no nombres y negritas. Pues verán, me resisto como un oso atado a un aro en la nariz a regalar publicidad gratuita, estimando que merece más la pena que algunos se cocinen en sus propios jugos. Bastante indigestos me temo.