El río más salvaje de Europa

La conjunción en el estrecho de Puentes de los ríos-rambla Luchena y Vélez da origen al Guadalentín. Arruinado el cimiento de una presa en 1648, la necesidad de regular esta torrencial cabecera condujo a la construcción sucesiva de tres presas más, concluidas en 1791 (52 hm3), 1885 (36 hm3) y 2000 (48 hm3). La segunda y tercera, punteras en sus respectivas épocas, hicieron de la cerrada referencia obligada en la historia hidráulica española y europea. En la imagen aérea, tercera y cuarta presas.

La conjunción en el estrecho de Puentes de los ríos-rambla Luchena y Vélez da origen al Guadalentín. Arruinado el cimiento de una presa en 1648, la necesidad de regular esta torrencial cabecera condujo a la construcción sucesiva de tres presas más, concluidas en 1791 (52 hm3), 1885 (36 hm3) y 2000 (48 hm3). La segunda y tercera, punteras en sus respectivas épocas, hicieron de la cerrada referencia obligada en la historia hidráulica española y europea. En la imagen aérea, tercera y cuarta presas. / INFORMACIÓN

Antonio Gil Olcina

Antonio Gil Olcina

El título reproduce, palabra por palabra, la valoración que hizo el potamólogo Maurice Pardé (1961) del Guadalentín o Sangonera, el más temible tributario del Segura. En idéntico sentido, casi un siglo antes, el Congreso contra las Inundaciones de Levante (1885) concluyó que el principal y mayor responsable de las peores inundaciones de las Vegas Media y Baja no era el Segura, sino el Guadalentín. Este arabismo significa, literalmente, “río del fango”, denominación alusiva a sus devastadoras avenidas, en las que la aportación sólida no suele bajar de la cuarta parte. En primera aproximación, se trata de un monstruoso aparato torrencial, resultante de la conjunción, en el estrecho lorquino de Puentes, de los ríos-rambla Luchena y Vélez o Corneros; a los que el Guadalentín, en el recorrido hasta su confluencia con el Segura, suma, por sus márgenes derecha e izquierda, las ocasionales llenas de sus peligrosas ramblas afluentes. De la amenaza que estas representan, baste recordar que la rambla de Nogalte, subafluente del Guadalentín, al que conduce parcialmente sus crecidas a través de la rambla de Biznaga; con una superficie vertiente de tan solo 139 km2, generó, el 19 de octubre de 1973 (Llena de San Pedro de Alcántara), una punta de avenida de 1.974 m3/s, de los que el 40% era aporte sólido. Vulnerando por completo el intervalo estadístico de retorno, calculado en 500 años, el 28 de septiembre de 2012 (Llena de San Wenceslao) excedió ese máximo, registrando 2.489 m3/s. Es de notar que el módulo del Ebro, con régimen natural, alcanza 615 m3/s en Tortosa. Así pues, los expresados picos de la rambla de Nogalte, habitualmente seca, triplicaron y cuadruplicaron con creces la abundancia del más caudaloso de los ríos españoles. Este sencillo cotejo aproxima a la singular magnitud de las fabulosas crecidas del Guadalentín: con diluvios de excepción, a la poderosa riada de su pavorosa cabecera, auténtica cuenca de recepción, se sumaban, en régimen natural, las desorbitadas, casi inconcebibles, aportaciones de las ramblas; generando en el río-rambla, que las concentra y acumula, un aluvión apocalíptico y dantesco, que arrasaba todo a su paso.

Sin olvidar la tragedia de Puerto Lumbreras (1973), causada por la formidable salida relámpago de la rambla de Nogalte, subafluente del Guadalentín, que asoló dicha localidad y ocasionó 80 muertes; las mayores hecatombes documentadas en la cuenca del Segura, con millar de víctimas en la Riada de San Calixto (1651) y 778 en la de Santa Teresa (1879), han tenido por escenario muy destacado la Vega Media y principal responsable al Guadalentín.

El Guadalentín es un río-rambla prototípico, el de más superficie vertiente (3.434 km2) en la cuenca del Segura, donde históricamente se han gestado las mayores riadas. La expresión “río-rambla” no es, contra lo que pudiera pensarse, reciente, tiene más de mil años: fueron los musulmanes quienes llamaron wad-arrambla al Vinalopó. En verdad, esta denominación, rescatada del olvido, resulta particularmente apropiada y significativa, ya que refleja el carácter híbrido de las citadas corrientes de agua, más identificadas con las segundas, como sucede con Guadalentín, Vinalopó y Monnegre. De los ríos, antes de la detracción de sus aguas para riego tienen, salvo estiajes extremos, el fluir continuo, merced, por lo general, a alguna resurgencia kárstica; de las ramblas, su funcionamiento abrupto, espasmódico, elevada irregularidad, desmesurados lechos ordinarios y fulminantes avenidas. Razón y fundamento de los grandes regadíos deficitarios tradicionales del sureste ibérico (regadíos lorquino e ilicitano, Huerta de Alicante), ofrecen estos rasgos esenciales: escasa abundancia, débil coeficiente de escorrentía, módulo específico ínfimo, fortísima irregularidad intra e interanual, máximos equinocciales, profundo mínimo estival y fabulosas crecidas.

Río-rambla de módulo exiguo (<1 m3/s), caudal relativo bien parvo (<1 l/s/km2), coeficiente de escorrentía minúsculo (0,10) y elevada irregularidad, el Guadalentín registra, esporádicamente, descomunales aluviones, vertiginosas venidas relámpago, patentes en hidrogramas de ascenso vertical. Los coeficientes de irregularidad interanual son elevadísimos; como casos extremos, en aforo y año, la escorrentía ha sido nula o inapreciable y, por ende, el cociente, para el intervalo de referencia, infinito. Pero ni siquiera dichos coeficientes revelan bastante el comportamiento extremo del Guadalentín. Es necesario subrayar que un mes, un día, incluso unas horas, pueden dejar huella notoria en su diacronía hidrológica. En Puentes, donde la conjunción de Luchena y Vélez originan el Guadalentín, para el intervalo 1941-1942 a 1999-2000, el volumen arrojado por dichas ramas madre a ese embalse, en 24 horas, ha excedido la décima parte del volumen total en el año respectivo catorce veces, y en ocho de ellas superó el quinto. Ejemplo sobresaliente constituye la riada de 21 de abril de 1946, día en que los susodichos ríos-rambla arrojaron al mencionado embalse más de 20 hm3, y la riada y su entorno elevaron por encima de 45 hm3 el volumen circulado en abril, es decir, un caudal para ese mes de 17,5 m3/s; y aún más, el 19 de octubre de 1973, con una aportación de 36,6 hm3 ese día y un volumen en dicho mes superior a 70 hm3. En estos colosales aluviones, al igual que el 22 de octubre de 1948, insuficiente el aliviadero de la presa de Puentes, las avenidas vertieron también por coronación. Con ser bien elocuentes y clamorosos estos datos, no evidencian mejor la suma irregularidad del célebre río-rambla que la bellísima y gráfica metáfora que, en el Laurel de Apolo (1650), le dedicara Lope de Vega, con estas palabras: “… y del Guadalentín/ que despertando del sueño/ que le lleva en linfa pura/ se espanta de mirarse mar de España”; y, en efecto, el riachuelo, habitualmente un arroyo, personalizado para la ocasión, se espanta al verse, a consecuencia de la enorme crecida, convertido, por la extensión y calado de la inundación, en un mar interior de España. No deja de ser cierto que, en sus mayores arriadas, el Guadalentín ha transformado, temporalmente, en mares las Vegas Media y Baja del Segura.

Son innumerables y de procedencia bien varia las noticias y referencias que, durante siglos, han responsabilizado, con todo fundamento, al Guadalentín de las más catastróficas y mortíferas anegaciones de la Depresión Prelitoral. De la inmensa hacina, espiguemos un solo dato, correspondiente a la Riada de Santa Teresa, la más célebre, por un cúmulo de hechos y circunstancias, de las acaecidas en España. La víspera, el 14 de octubre de 1879, en el Cortijo de Calderones, cuenca del río-rambla Vélez, rama madre del Guadalentín, se midió el récord de precipitación documentado en el sureste ibérico: más de 600 mm en una hora. Así pues, en 60 minutos se habría casi duplicado la precipitación anual media de Alicante (355 mm) y decuplicado el umbral (1 minuto ≥ 1mm) que define la lluvia torrencial.

Es de subrayar, con motivo de la Riada de Santa Teresa, el sorprendente contraste entre la gran movilización nacional e internacional en pro de los damnificados, encabezada por la Familia Real, y la inexistencia de iniciativas oficiales para resolver o atenuar el problema de las inundaciones, quizá explicable por las disensiones internas del partido en el gobierno, entre Cánovas del Castillo y Martínez Campos primordialmente. Transcurriría un lustro hasta que, resuelto ese enfrenamiento y, sobre todo, con el fuerte revulsivo social que supuso la repetición de la catástrofe en tan corto intervalo de tiempo, con la también calamitosa anegación de 22 de mayo de 1884, la Real Orden de 28 de junio de 1884 nombrara una Comisión facultativa para que “estudiando las causas de las grandes inundaciones en las provincias de Murcia, Alicante y Almería, redactase los proyectos de las obras necesarias para remediar los efectos que producen en los valles del Segura y Almanzora”. Tras dos años, este comité, presidido por el prestigioso ingeniero hidráulico don Ramón García Hernández, concluyó la Memoria del Proyecto de Obras de Defensa contras las inundaciones en el Valle del Segura, que prestaba especial atención al Guadalentín. En apretada síntesis, para doblegar las avenidas del río-rambla antes de su llegada a Murcia, se pretendía contar con los pantanos de Valdeinfierno, recrecido, Agua Amarga y Puentes, más boquerones que derivasen en conjunto 250 m3/s. A estos se unirían la nueva desviación de Totana hacia Mazarrón (100 m3/s) y los canales de turbias de la margen derecha y Campo de Cartagena, más el aterrazamiento de laderas, regeneración vegetal y corrección de cauces. En definitiva, todas estas medidas se encaminaban a reducir las ondas de crecida en la embocadura del Reguerón, su conexión artificial con el Segura.

Un siglo después, el Plan General de Defensa de Avenidas de la Cuenca del Segura (1987) completaba, potenciaba y mejoraba el planteamiento anterior sobre el Guadalentín, añadiendo la presa de Algeciras (50 hm3), sobre la rambla del mismo nombre, la nueva presa de Puentes (48 hm3) y, en el Bajo Guadalentín, el embalse nombrado, con entera justicia, “José Bautista Martín”, a la memoria del brillante ingeniero que dirigió los planes de 1977 y 1987. Asimismo se ha ampliado la capacidad de la derivación, en el Paretón de Totana, al Mediterráneo a 1.200 m3/s; al igual que el encauzamiento del Reguerón a 300 m3/s. Prácticamente controlado, hasta donde es posible, el Guadalentín, a falta de las actuaciones pendientes en la red de la rambla de Biznaga, restan aún por enfrentar serios problemas en la cuenca del Segura, con la Vega Baja en primer término.