Escuchando a los dirigentes empresariales de ésta-nuestra- Comunidad da la sensación de que nunca cambia nada. He escrito muchos discursos económicos y reivindicativos desde el año 89 del pasado siglo, algunos con gran éxito de crítica y público, y la verdad es que cierras los ojos y te parece que la flor de tu juventud ha vuelto. Luego te miras en el espejo y piensas que no tan mal, pero no es lo mismo, y eso que arruguitas tengo las justas. Menos pelo (o ninguno), eso sí.

Esta semana intervenía en este periódico Salvador Navarro, presidente de la CEV y, a muchos niveles, tienes la sensación de que hemos evolucionado lo justo y que nuestras demandas son las mismas que hace treinta y cinco años.

La vida sigue igual, pero no tanto. Me atrevería a decir que la letra es la misma, pero cambia la música y sobre todo los intérpretes. No es ni parecido que las Variaciones Goldberg las interprete Gould que Barenboim, Hannibal Lecter o cualquier matao. En este caso es lo mismo: una partitura requiere un buen intérprete y Navarro está en camino de serlo.

Si la letra no ha mejorado es porque tampoco la realidad es diferente. En treinta años la financiación ha empeorado, nuestras infraestructuras y proyectos siguen empantanados, el agua va a peor camino de horrible, la renta per cápita desciende a los infiernos, y nadie, absolutamente nadie, tiene en Madrid la suficiente influencia para pegar un puñetazo encima de la mesa.

Cómo estará la cosa que Salvador se atrevía a pedir a los diputados de Compromís que cambiaran sus votos a Sánchez, en la investidura, por una quita de la deuda histórica. Apelar a Compromís para salvar la Comunidad es como si el PSOE pidiera el voto de Puigdemont. Ah, ¿que lo está pidiendo?, no lo había oído, discúlpenme.

No pintar nada en Madrid es fruto fundamental de ese rasgo tan nuestro: estar más pendientes de pelearnos entre nosotros que de buscar un enemigo común e ir a por él. Y, sobre todo, de que jamás nuestras reivindicaciones pasan de desahogo de mesa de café y tertulia de bar. Vivimos demasiado bien cada cual nuestra realidad como para ir a jugárnosla contra los filisteos madrileños.

Las organizaciones empresariales han sido auténticos reinos de taifas, donde ha privado el enfrentamiento con los que se disputaban el mismo nicho de mercado. En cierto modo la CEV ha venido a modificar este modus vivendi, más por no tener rivales provinciales que por los aciertos de la organización. Fui muy crítico cuando la presidencia de la CEV en Alicante quedó convertida en una especie de dirección de sucursal de un banco de segunda fila. Con el tiempo la estructura autonómica ha demostrado que puede dar resultado siempre que su presidente se bata el cobre por las tres provincias, lo que en el caso de Navarro es palpable. Siempre está y se le espera.

De todas las organizaciones empresariales que campean en la Comunidad sólo hay dos que tengan auténtico poder de influencia: la CEV, por tener a la CEOE detrás, y AVE, por poderío económico y nombres representativos, aparte de talento organizativo. Lo demás es páramo o mesa camilla. Las Cámaras de Comercio vuelven a quedarse anticuadas, como ya lo fueron hasta los años 90, y su presidente en Alicante ni está, ni pinta nada ni nadie espera de él más allá de cuatro gritos extemporáneos, risibles y mal dados que no van a ninguna parte. El resto son organizaciones pequeñas, con buenas intenciones y trabajo bien hecho en algunos casos, pero que realmente juegan en otra Liga.

Algo ha cambiado en el discurso de la CEV. Navarro mencionó un argumento que parece obvio pero nunca lo ha sido: cuando Alicante tiene un problema, lo tiene la Comunidad Valenciana. El Cap i Casal lo está empezando a creer, ha costado, pero empieza a ser visible en gestos y en actuaciones más allá de declaraciones que, por otra parte, tampoco es que fueran mayoritarias hace unos años.

A eso me refería con que la música ha cambiado, si bien interiorizar ese discurso les va a costar a más de uno. De allá y de aquí, que también por estas tierras hay talibanes provinciales que ríanse de los separatistas.

Y luego hay que volver a reivindicar el papel de los empresarios. Lo dijo Navarro y es verdad, están cansados de vivir bajo sospecha. El problema es que la sociedad está dispuesta a escuchar a los empresarios cuando hablan de economía, pero no tanto cuando se meten en política y favorecen a unos contra otros (que también tienen su corazoncito y votan lo que les parece). Y también que hay ejemplos de compadreos económico-políticos-personales que además de indigestos son un mal espejo en el que mirarse. El pasado está para estudiarlo y aprender, nunca para repetirlo.

Como cantaba Sabina, y le canto yo a Salvador Navarro: «para ser comercial a esta canción le falta un buen estribillo». Póngase a ello.