Libertad de opinión toda, violencia ninguna

Pedro Sánchez promete su cargo de presidente del Gobierno ante el rey y la Constitución.

Pedro Sánchez promete su cargo de presidente del Gobierno ante el rey y la Constitución. / EFE

Pedro Luis Sánchez Gil

Pedro Luis Sánchez Gil

Que la ley de amnistía propuesta por el Congreso es ilegal e inmoral es una opinión que he expresado desde el principio. He leído que en los debates que hubo para la redacción de la Constitución se decidió no constitucionalizar la amnistía sin decir la razón de ello. Interpretar de ahí que como la Constitución no la prohibió expresamente no sería inconstitucional aprobarla, así, sin más, no tiene mayor fundamento que el argumento contrario, si la hubiera querido aprobar que lo hubiera hecho.

En mi opinión no se entró en tal cuestión para no entorpecer un consenso mayoritario respecto a la Carta Magna. Muchos nacionalistas podían haberse sentido heridos. A fin y al cabo que la situación prevista en el texto constituyente se trasladara a la realidad, no era tan disparatado. De hecho es lo que ha ocurrido.

Tampoco hemos de olvidar que por aquellos años la banda terrorista ETA estaba omnipresente. No había que suscitar resquemores nacionalistas que sirvieran de coartada al terrorismo. La Constitución era la culminación del tránsito pacífico de una dictadura a una democracia. Toda prudencia era poca.

En 1977 se había dictado una ley de amnistía en la que la inmensa mayoría de las fuerzas políticas estuvieron conformes. Esta circunstancia pudo ser un motivo más para dejar de lado un pronunciamiento al respecto. No convenía remover un tema que podría hacer emerger, como se ha visto en el futuro, diferentes sensibilidades.

Por otra parte al sancionar la Constitución la posibilidad de los indultos particulares pero no los generales, la balanza se inclinaba claramente en favor de una interpretación contraria a la amnistía. Además, que esto fuera así, tampoco cercenaba la posibilidad de que una amnistía pudiera plantearse en un futuro si existía un clamor popular que lo pidiese. Bastaría una reforma constitucional.

Lo que acabo de expresar sería la interpretación que mayoritariamente se habría mantenido hasta que el Presidente Pedro Sánchez necesitó los votos de Junts. Es decir, existía el convencimiento mayoritario de que un texto que prohíbe un indulto general en modo alguno podía amparar una amnistía del calibre de la que se trata de aprobar. Por una mayoría de un diputado del Congreso. Viene a ser el caso actual.

Los actos violentos protagonizados por algunos, fundamentalmente ante las puertas de la sede del PSOE, no son de recibo. Para lo único que sirven es para dotar de argumentos a quienes tratan de blanquear la inmoralidad y el abuso perpetrado por el Presidente del Gobierno. Por el Presidente avalado por una mayoría del Parlamento cogida con pinzas, mejor dicho, pagada con la impunidad de unos graves delitos y otros dispendios en metálico y en especie.

Expresar, mantener, ratificarse cuantas veces haga falta en contra de la ley de amnistía, de lo pactado con Junts con esa finalidad, como también de lo pactado con esa misma fuerza política y otras, con el mismo propósito de cara al futuro, además del más prosaico de sacar de tajada para el presente, no necesita de violencias ni de amenazas. Ni de cometerlas ni de desearlas. Algunos dirán que el deseo no mata. Pero lo que a alguno le gustara hacer, si bien no ha de suponer que tenga realmente intención de llevarlo a cabo, a lo mejor anima a algún loco a hacerlo. No hay que dar pábulo a las locuras de nadie sean de la clase que sean. Bastante está cayendo en el mundo como para no ser conscientes de que hay cosas con las que no se puede jugar. El que juega con fuego se hace pis en la cama.

Por tanto vamos a tener muy claro lo que acabo de decir. Por muy gordo que te caiga un político no puedes decir que le pegarías un tiro. Porque como se comentaba hoy en una tertulia televisiva puede llegar un tonto que la haga, incluso un listo, pues como medio en broma medio en serio decía Ramón y Cajal, hay ocasiones en que la diferencia entre los tontos y los listos es que los tontos dicen tonterías y los listos las hacen.

Si le tienes tal manía a un político, como a cualquier otra persona, que te gustaría matarlo, te comes tus palabras con patatas fritas, pero si los vas pregonando por ahí a lo mejor es conveniente que un tribunal te ponga los puntos sobre las íes.

Por tanto, libertad de opinión toda, violencia ninguna. Le puedes llamar a alguien casi de cualquier manera, incluso prevaricador si lo razonas. Pero incluso aunque fuere cierto aquello de lo que acusas a alguien, nunca puedes ejercer violencia alguna contra el mismo, ni amenazar con hacerlo, ni incitar a que otros lo hagan. Luchar contra lo que crees que constituye una injusticia es legítimo. Llamar a las cosas con su nombre también, por duras que puedan ser las palabras. Hay gente que sin duda se merece que se le hable sin tapujos, sin miedos. Porque si tenemos miedo a hablar tal vez resulte que no vivimos en una sociedad democrática. Por ello la libertad de opinión siempre debe de entenderse en el sentido más amplio posible.

Nunca sin embargo puede justificarse la violencia física contra nadie. Si lo que te guía es la verdad y no la mentira, si tus palabras duelen que duelan. La verdad lo puede amparar casi todo siempre que expresamente no esté castigado por la ley. La mentira no ampara nada.

La intención de este artículo era precisamente habar de lo importante que es poder expresarse con libertad. También de algún otro tema que dejo para otro momento.