La nueva sinfonía en Re

Juan Cueto denominó «sinfonía en re» a la reconversión económica y reindustrialización de los 80 del siglo XX que fue reestructuración y reducción. En los 20 del XXI todo lo «re» es recuperar: resignificar, reapropiar, renaturalizar. Algunos «re» hay que llevarlos con resignación. Se «resignifica» el Valle de los Caídos, que habla a voces por sí solo. Es un gigantesco cementerio católico en honor a la victoria de un golpe militar que dio en guerra y siguió matando en posguerra. Las cotas y citas al pie añadirán información, pero quedará pequeña ante la mole arquitectónica y la durabilidad de la piedra.

De las novedades de regreso con prefijo en re mi favorita es la «reapropiación» de la palabra a la que se le quita el componente despectivo. Es conservadora de palabras, en lugar de renovadora de términos sucesivos que nunca acaban de contentar a los afectados y hace ganar tiempo al cambio de la situación antes que al del vocabulario. Triunfó «sudaca», apócope de «sudamericano», despectivo entre los que desprecian a los sudamericanos. Lo acogí como apócope, como «bocata», un bocado que me gustaba mucho. Los argentinos Muñoz y Sampayo titularon con retruécano y reapropiación su cómic «Sudor sudaca».

Los botánicos cambiaron 200 nombres científicos de plantas que olían a racismo, relacionados con la palabra cafre, del árabe kafir (pagano o infiel) que denominó a los habitantes de la Cafrería, antigua colonia inglesa en Sudáfrica, que se usa en el discurso de odio en el sur de África. Muchos la usamos para indicar actitudes y personas salvajes sin saber del racismo original. En el caso de las 200 plantas ha triunfado el prurito moral sobre el engorro taxonómico. Que acabe ahí. Estos términos se cuestionan por «denigratorios» (la palabra recurrente para nombrarlos), que viene del latín con el significado de manchar y la etimología de «poner negro», así que ojo a la semántica de los colores.

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