Opinión | Tiene que llover

Los contumaces

Imagen de la Cruz de los Caídos, ubicada entre Soto y Gadea, frente a Calvo Sotelo

Imagen de la Cruz de los Caídos, ubicada entre Soto y Gadea, frente a Calvo Sotelo / Alex Domínguez

Vox no ha perdido ni un segundo y, antes incluso de clausurarse el verano, registró una proposición no de ley en las Corts con la que insta a declarar Bien de Interés Cultural la Cruz de los Caídos enclavada en pleno corazón de la capital alicantina. Desde que entró a formar parte de la escenografía patria no ha dejado de partirse el pecho por salvar la simbología de marras, esparcida por la Piel de Toro, enalteciéndola y exigiendo protección para ella. Cierto es que en alguno de los municipios anteriores alcaldes asimilaron el monumento a todos los caídos, pero a las mesnadas de Santiago Abascal lo que les pone es ondear reminiscencias. Aborrecen, por supuesto, que se busquen los vestigios de los perdedores sacrificados en cunetas ya que lo importante es mantener en lugares preeminentes tales monolitos, que sí disponen por su concepción de un alma al que honrar.

Menos mal que existen. No se me ocurre qué sería de la ciudadanía sin sus desvelos por las cuestiones que de veras quitan el sueño al más pintado. Cuando no andan al quite de que los bienes de interés cultural adquieran el verdadero empaque que merecen fijan la meta en proponer el predominio para determinadas zonas de la lengua predominante y, de paso, que la que ha sido desconsiderada se abandone hasta su réquiem. No paran. Es un paquete de buenas intenciones lo que llevan entre manos. Y cuando muerden un lance con el que epatar no lo sueltan, contumaces hasta la extenuación.

Claro que tanto afán tiene sus contrapartidas y a diatribas en torno a la escasez de acceso a la vivienda, falta de recursos en coles y centros de salud o déficits en los transportes no llegan. Afortunadamente se trata de aspectos secundarios del ansiado bienestar. Y luego, cuando a tiro de piedra de la Cruz de los Caídos un gachó quema la furgoneta convencido de que su mujer está dentro, en eso tampoco es preciso inmiscuirse porque algún motivo tendría. Y, si no, ahí están ellos para defender todo cuanto merece la pena conservar.

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