Opinión

El último vals

Manos de un hombre anciano.

Manos de un hombre anciano. / Imagen de Steve Buissinne en Pixabay

«El primer día que tuve que limpiarle el culo a mi padre, me mentí diciéndome que era igual que cuando se lo limpiaba a mi hijo. Pero no. No es lo mismo». Este podría ser el retazo de una conversación repetida en miles de hogares, de grupos de amigos o de colegas. Y además es una verdad como un templo. Porque cambiarle los pañales a un bebé supone la ceremonia gozosa de cuidar de alguien con todo el futuro por escribir; incluso se puede obviar el olor a mierda. Pero tener que ponerle el pañal a una persona mayor es adecentarle para la prórroga; eso que en baloncesto llaman los minutos basura. Y, claro, tampoco las conversaciones desprenden el mismo aire. Porque no es igual compartir alborozados la última monería -o la última trastada- del más pequeño de la casa, que pasar lista a los achaques de alguien que ya enfila la puerta de salida. Pedro Simón, que hace honor a la definición de periodista como contador de historias, acaba de publicar Los siguientes, la última pata de una trilogía de novelas dedicada a la familia.

La frase que encabeza este artículo es, en realidad, el comienzo de su libro. Cuenta la historia –tantas veces repetida- del dilema que se plantea, en este caso a tres hermanos, cuando un padre, viudo para más señas, empieza a flaquear. En España hay casi un millón de personas de más de ochenta años y esa cifra va a seguir aumentando porque cada vez vivimos más tiempo. Por eso resulta imprescindible plantear, en la esfera pública y también en la privada, cómo gestionar la vida de un colectivo tan amplio y tan mayoritariamente desvalido, ya sea a nivel físico o mental. Hay que coger ese toro por los cuernos por razones sociales, económicas y morales. Y para responder a la gran pregunta cuando estemos bailando el último vals: si habremos tratado con dignidad a quienes antes nos dieron tanto, o si nos habremos comportado como auténticos hijos de puta. Esa es, al menos, la prueba que tienen que superar –y así lo verbalizan- los protagonistas de la novela. Pocas veces me pareció tan acertado un título porque, efectivamente, somos los siguientes.

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