Opinión | Tribuna
La ingeniería civil funciona

Nuevo cauce del Turia / JM LÓPEZ
En los últimos días hemos vivido con absoluta impotencia la terrible catástrofe provocada por el episodio de precipitaciones torrenciales que ha afectado principalmente a diversas poblaciones de la provincia de Valencia. Los daños materiales son cuantiosos; miles de personas lo han perdido casi todo, y las víctimas mortales se cuentan ya por centenas. Una auténtica pesadilla.
Los fenómenos naturales son inherentes a nuestro planeta. Desde que el ser humano comenzó a asentarse sobre el territorio y a adaptarlo a sus necesidades, el riesgo de sufrir los estragos de la madre naturaleza siempre ha estado presente. Podemos remontarnos décadas, incluso siglos, para encontrar documentados episodios similares al acaecido en la misma zona y en el resto del Levante español.
Sin embargo, desgraciadamente una vez más, climatólogos, meteorólogos y políticos insisten en culpar al siempre socorrido cambio climático. Este abordaje simplista, en ocasiones interesado, y cuya solución es hoy incierta y no inmediata, no tiene en cuenta el verdadero problema subyacente en cualquier desastre natural: la adecuada adaptación de los usos urbanos al territorio y la existencia de infraestructuras suficientes que eviten o mitiguen los posibles daños ocasionados.
Así, aunque los daños y víctimas de esta DANA han sido tremendos, el nuevo cauce artificial del río Turia, construido en los años 60 tras la gran riada que asoló por completo la ciudad de Valencia en 1957, evitó que la catástrofe fuera aún mayor. También contribuyó a reducir el impacto el embalse de Forata, en servicio desde 1969, que contuvo nada menos que 30 hm3 -30 000 millones de litros- recogidos en sólo 8 horas. Imaginen por un momento la magnitud de la tragedia sin estas obras hidráulicas que cumplieron perfectamente con su cometido.
La pregunta que surge a continuación es: ¿podría haberse evitado o, al menos, mitigado este desastre? La respuesta es clara: sí. Pero para ello debemos planificar adecuadamente las infraestructuras y el territorio, considerando los posibles riesgos; y ejecutar lo planificado, construyendo y manteniendo las obras hidráulicas necesarias que los ingenieros ya propusieron e incluso proyectaron, y que hubieran evitado la inundación de la zona afectada. Ahora no nos queda más que volver a lamentarnos por las consecuencias de la inacción de quienes debieron haber actuado a su debido tiempo. ¿Hasta cuándo seguiremos así?
La ingeniería civil funciona. Pero para que funcione hay que destinar los recursos necesarios y confiar en el criterio de los ingenieros civiles, expertos en la gestión de riesgos sobre el territorio y los asentamientos humanos.
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