Opinión | Tribuna
¿Atrapado, pero matón?
Con la moción de confianza Puigdemont quiere reafirmar su protagonismo en Madrid para compensar su pérdida de fuerza en Catalunya y mantener a Sánchez vivo, pero dependiente y debilitado
Hacía meses que Puigdemont no daba una rueda de prensa. Ni tras el reciente congreso de JxCat. Ayer la dio, dijo que las cosas no iban bien, que Sánchez no cumplía los pactos de investidura, que no era de fiar y que debía someterse a una moción de confianza. Si no la presentaba sería una irresponsabilidad. Pero la moción de confianza es una facultad del presidente del Gobierno. Nadie puede legalmente exigirla. ¿Por qué, pues, Puigdemont la pide con bombo y platillos?
Necesita pedalear, pero hoy en Catalunya tiene poca capacidad de maniobra. En las elecciones, el independentismo perdió la mayoría absoluta y Salvador Illafue investido porque ERC le votó y porque ni Sánchez ni Illa contemplaron, ni por un momento, que el PSC se abstuviera y Puigdemont fuera elegido, en segunda votación, con los votos de ERC.
Por el contrario, en España tiene la potencia de una bisagra imprescindible. Sin los siete diputados que la diosa Fortuna le dio, Sánchez no habría sido investido. Ni él obtenido la amnistía. Y a Sánchez le cuesta gobernar sin los votos de Junts. Por eso, su voto a los Presupuestos del 2025 es, si no decisivo, sí crucial para la legislatura. Aunque en Madrid Puigdemont también tiene límites. No puede votar -al menos por el momento- una moción de censura con el PPy Voxpor dos cosas. Una, su electorado no lo entendería. Dos, un gobierno del PP dependiendo de Vox, el único posible tras la censura, sería un mal escenario para la amnistía. Pero tampoco puede convertirse en un aliado ‘normal’ de Sánchez como el PNV, ERC o incluso Bildu. Al contrario que ellos, su objetivo no es que el PSOE siga. Si cayera, en Catalunya a Illa se le complicarían las cosas. Pero Puigdemont sabe que ahora no le conviene.
Está atrapado, pero no quiere ser un socio ‘normal’ para que su objetivo -mandar en Catalunya- no pierda leyenda. Tras la aprobación hace dos semanas -y no sin problemas- del paquete fiscal, la impresión era que Sánchez también podría tener Presupuestos. Pero eso convertía a Puigdemont en un socio al uso y contribuía a consolidar a Illa. ¡Eso no! ¿Votar, pues, contra los Presupuestos? Tampoco, tiempo habrá y la amnistía aún debe ser avalada por el Constitucional. ¿La alternativa? Exigir una moción de confianza que Sánchez no presentará y que, en todo caso, tardaría meses. No habrá, pues, Presupuestos hasta que se despeje lo de la moción de confianza. Puigdemont recobra protagonismo y parece que en España es el rey del mambo. Sánchez queda más debilitado y quizás más receptivo a Junts.
Que Sánchez siga, pero que se vea que es dependiente. Y al mismo tiempo no duda en afirmar que Sánchez no es de fiar. Igual que Feijóo. A Puigdemont la pinza verbal contra Sánchez no le molesta. Confirma su papel de bisagra, tan descarada como necesaria. Pero no debe pasar del ‘flirteo’. El objetivo a corto (a medio no lo sabe), es un Sánchez más , algo desamparado. Y un Waterloo más presente en Madrid que compense su pérdida de fuerza en Catalunya.
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