Opinión | El palique

Bocadillos

Bocadillo de chorizo

Bocadillo de chorizo / INFORMACIÓN

Se habla poco del bocadillo. Salvo a la hora del bocadillo. El bocadillo puede contener la felicidad entre dos panes o una modesta mortadela de origen, y procesamiento, incierto. El bocadillo trae recuerdos de patio de colegio, sudor, balonazos y salchichón. El bocadillo es almuerzo de puro trámite para el solterón en domingo. Los hay sofisticados y caros. Los bocadillos, no lo solterones. También Cubanos jugosísimos, tristes, ramplones, afrancesados y hasta con lechuga y mayonesa. Casi como la vida misma. Siempre hay que pensar seriamente cuál ha sido el bocadillo de nuestra vida.

El bocadillo de pie en la cocina de madrugada con un botellín de cerveza fría tras una larguísima jornada laboral sabe a proletariado, sueño, deber cumplido, plusvalía y retales. Hay quien se empeña en salvar al mundo y quien se empeña en añadir mantequilla al chorizo: son dos formas inigualables de cabezonería. Bocadillo es también el circulín que rodea al texto de los cómics, el diálogo de los personajes. Hay bocadillos ingeniosos (aguacate con atún o jamón con tomate) y bocadillos insulsos, como cuando un personaje le dice a otro que algo es blanco como la nieve.

Los grandes cocineros tratan de inventar e innovar en el asunto bocadillo, pero el tiempo que ellos emplean en tal cosa y no en abrir unas ostras, lo empleamos nosotros en hacer una tortilla jugosa sin cebolla para meterla entre dos rebanadas de pan crujiente. Después de digerirlo bien, con un vaso de vino, estamos prestos a hacer la revolución, a escribir un novelón, a cruzar el Hudson a nado o a conquistar las más altas cimas de insolencia, poder o siesta que imaginarse pueda.

«Hazme un bocadillo» es una frase cariñosa, un gesto de complicidad, aunque la verdadera complicidad es que te lo hagan a ti. Un bocadillo puede ser una greguería. O una metáfora de nuestra vida. Nadie hace un mixto bien y como no hay nadie que esté muy equilibrado, el mundo se divide entre los que echan más jamón y los que echan más queso. Hay bocadillos con hecho diferencial y exigen que los llamen bocatas. Le pasa al de calamares. Hay quien para evocar recuerdos prefiere la magdalena de Proust. A mí para eso me va mejor un bocadillo de pan con chocolate, resonando en mi memoria la voz de mi madre llamándome desde el balcón.

Dadme un bocadillo y moveré el mundo, bien pudo decir el clásico. Si no lo mueves, al menos te dará combustible para te muevas tú. Un sabio saciado no hace frases sobre los bocadillos. El verdadero pleonasmo es un bocadillo de pan. En algunos relato de Josep Pla, los personajes comen bocadillos de sardina. Es una manera de hacer feliz a sus lectores (no tanto a la sardina) que así no solo se deleitan con su prosa. También imaginando el sabor de tan preciado pez. Un bocadillo a media mañana restituye el ánimo, rectifica la jornada y cambia nuestra percepción de lo que nos rodea. Bocadillo: nunca un diminutivo estuvo tan mal puesto. A mí, pónmelo grande por favor.

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