Opinión | La curiosa impertinenete

Dolor de España

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun. / Eduardo Parra - Europa Press

Cuando el ministro de Cultura dice que Miguel Hernández fue asesinado, a una le duele España. También cuando una política adusta, impertinente y odiadora, de rostro de dama de Elche pero verbo chulesco de machote sin estudios y boxeador sonado, pagada con el dinero de todos los españoles, amenaza a su presidente y nuestro sin decoro alguno en su modo habitual que es el escupitajo, con un -mueva el culo-, y este se deja y responde mansamente, él tan bravo contra los jueces o la oposición.

Cuando España, por desinterés, desidia, descoordinación, incompetencia, en fin, está representada con un vacío culpable y ominoso en la ceremonia de reconstrucción del templo más emblemático de la Europa cristiana, duele España, aunque menos que cuando su presidente tampoco acude al funeral en Valencia por las víctimas de una catástrofe natural en que se podían haber evitado muchas, como si estas y sus familiares le importaran lo que importa a un berberecho la física cuántica.

Cuando estas víctimas, después de más de cuarenta días, siguen respirando el aire pestilente de sus garajes, contemplando colinas de coches amontonados y esperando las ayudas que no llegan y no hay dinero para ascensores que liberen de su confinamiento a los ancianos, y cuando los políticos dedican su tiempo a insultar al adversario, maquinar para hundir al rival, usar las instituciones como herramientas para beneficiarse, colocar amiguetes, o desmantelar una mutualidad cuya desaparición deja en desamparo a miles de españoles, agobiados y angustiados ahora mismo por la incertidumbre de no saber qué va a ocurrir con sus tratamientos, muchísimos de ellos de graves dolencias, duele España y también lo hace de otro modo menos trágico y más de vergüenza ajena cuando se contemplan las compañías de quien fue el factótum de Sánchez, amparado por el aforamiento y cubierto por tanto de silencio de momento largamente impune.

Duele España cuando un ministro prefiere un circo a una catedral. Y es mera casualidad que el artículo acabe con Urtasun como empezó para cerrar el círculo esperpéntico.

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