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Política realista vaticana

Cúpula de la basílica de San Pedro, en el Vaticano.

Cúpula de la basílica de San Pedro, en el Vaticano. / INFORMACIÓN

El contenido del documento final será suficiente para las iglesias locales. «Basta con lo que se ha aprobado», en palabras de Francisco. «Para todos los pueblos. Todos, con la esperanza de que no falte ninguno. Todos, todos. Que nadie quede fuera, todos», remachó. Para Francisco el documento final es suficiente y pocos conocen mejor que él la situación de la Iglesia. Le basta con que nadie quede fuera, que nadie tenga excusas para faltar o escindirse.

El documento Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Documento final. El documento es muy abierto envuelto en un lenguaje sutil y vaticanista que deja los temas espinosos en manos de cada diócesis, o sea de cada obispo. No va mas allá, y para el Papa basta con lo aprobado en octubre, y que no falte nadie.

El apartado III: «Echar las redes» establece como deben ser los procedimientos internos: el discernimiento eclesial, el cuidado de los procesos decisionales y el compromiso de rendir cuentas del propio trabajo y evaluar el resultado de las decisiones tomadas. Son los tres pasos correspondientes a la sinodalidad. El proceso de toma de decisiones «debe ir acompañado y seguido de prácticas de rendición de cuentas y evaluación». «Sin cambios concretos a corto plazo, la visión de una Iglesia sinodal no será creíble y esto alejará a los miembros del Pueblo de Dios que han sacado fuerza y esperanza del camino sinodal. Corresponde a las Iglesias locales encontrar modalidades adecuadas para poner en práctica estos cambios». Aunque, «una Iglesia sinodal se basa en la existencia, eficiencia y vitalidad efectiva, y no meramente nominal, de estos órganos de participación». «La misma atención debe prestarse a la composición de los órganos de participación, de modo que se favorezca una mayor implicación de las mujeres, de los jóvenes y de quienes viven en condiciones de pobreza o marginación». «Además, es esencial que estos órganos incluyan a personas bautizadas comprometidas con el testimonio de la fe en las realidades ordinarias de la vida y en las dinámicas sociales, con una reconocida disposición apostólica y misionera, y no sólo a personas dedicadas a organizar la vida y los servicios dentro de la comunidad». (párrafo 106). En resumen: los procedimientos de decisión, dar cuentas y evaluación es algo que deben realizar las asambleas locales o diocesanas que necesitan ser revitalizadas y ser más representativas. «La Asamblea propone que se valoricen más el Sínodo diocesano y la Asamblea eparquial (sic) como instancias para una consulta periódica por parte del Obispo...» «El sínodo diocesano puede ser también un foro de rendición de cuentas y de evaluación» (párrafo 108). No concreta más allá.

En otros capítulos subraya la estructura jerárquica y la supremacía del obispo de Roma y de los obispos en cada diócesis haciendo hincapié en la adaptación de la Iglesia y su mensaje a la situación en cada territorio incluso en las asambleas continentales. Jerarquía papal e inculturación de la Iglesia en cada región, pero dejando a la iniciativa local aumentar la participación de seglares y mujeres en la reformas diocesanas y locales. Me atrevo a deducir que el Sínodo y el Papa no se han atrevido a llegar a conclusiones más claras y lo han dejado abierto reafirmando la jerarquía papal de Francisco, por ahora.

Hay un llamamiento a reforzar las relaciones e intentar llegar a puntos de encuentro con otras iglesias siempre aceptando la supremacía del obispo de Roma. Hay iglesias en que la participación de la mujer- por ejemplo, la anglicana- es mucho mayor. Es concluyente en reafirmar que «la transparencia, en su correcto sentido evangélico, no compromete el respeto a la intimidad y a la confidencialidad, la protección y el cuidado de las personas, de su dignidad y de sus derechos, incluso frente a pretensiones indebidas de la autoridad civil. Todo ello, sin embargo, nunca puede justificar prácticas contrarias al Evangelio ni convertirse en pretexto para eludir o encubrir acciones del mal». Vamos, que en ningún caso deben encubrirse escándalos como el de los «legionarios» o la pederastia, que se han hecho público durante su mandato.

Francisco ha establecido la sinodalidad como guía de participación en el gobierno de la Iglesia, pero debe comenzar por las diócesis. No ha concretado más exigencias porque las resistencias deben haber sido muy fuertes y las que se ven en el horizonte, en especial en la iglesia norteamericana, no son menores. Con eso basta, y mientras, nombra unas decenas mas de cardenales para mantener la derrota sin resultar derrotado.

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