Opinión | TRES EN LÍNEA

Los años malos

El presidente Mazón a su llegad aal pleno de las Corts el pasado jueves

El presidente Mazón a su llegad aal pleno de las Corts el pasado jueves / Jorge Cuéllar / Europa Press

Uno no puede sino sentir vergüenza ante el lamentable espectáculo que los parlamentarios ofrecieron este jueves en las Corts. El último barómetro del CIS, publicado esa misma mañana, indicaba que la Gran Riada produjo en los ciudadanos una mezcla de impotencia y rabia. Pero los especialistas desplegados sobre el terreno están preocupados porque lo que detectan en muchos casos es odio. Odio indiscriminado. Y, paradójicamente, ese sentimiento puede ir in crescendo conforme avance la llamada “normalización”. Porque quien enterró a un ser querido no lo va a recuperar. Pero quien perdió su casa, tampoco. Aunque consiga otra mediante ayudas, no será la suya ni estará en su barrio. Y quien sufrió una situación angustiosa no la va a superar, si es que logra rehacerse, en mucho tiempo. Una sola vida acabada, un solo hogar destrozado, son ya tragedias suficientes. Pero en este caso, las dimensiones del drama son relevantes. Y hablamos de dos centenares de familias que han perdido a alguno de sus miembros. Y de muchas más que se han quedado sin anclaje: sin el lugar que habitaban, sin el pequeño negocio que les sustentaba, sin los recuerdos que les sostenían. Lejos de alarmarse por todo ello, sus señorías se dedican a echar más combustible a esa caldera. Una irresponsabilidad como esa a estas alturas es imposible de entender.

La DANA no ha sido únicamente una catástrofe humanitaria. Ha supuesto también un cataclismo político. La devastación sufrida en medio de una incompetencia inaudita de los poderes públicos no ha hecho que dimita el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, actor principal en este drama, ni que se adelanten las elecciones. Lo que ha pasado es que, a despecho de los damnificados, se ha iniciado con más de dos años de antelación una campaña electoral que amenaza con ser la más sucia y larga de la historia. Porque es eso, una lucha descarnada de los unos por mantenerse y de los otros por removerlos, con la vista puesta no sólo en las autonómicas de la Comunitat Valenciana sino también en las generales donde se la juegan Sánchez y Feijóo, lo que estamos viviendo. Y en ese escenario, las víctimas están siendo tratadas como armas arrojadizas. El 29O acabó una legislatura que apenas había consumido año y pico de mandato y pasamos a una terrible situación donde reina la desesperanza de que, políticamente, las cosas sólo pueden ir a peor.

Pocos días después del diluvio, a la vista de un Parlamento donde al PP le faltan diez escaños para la mayoría absoluta y el PSPV y Compromís suman más diputados que el partido que gobierna y que ahora depende más que nunca de Vox, pero tampoco pueden aspirar a una investidura, escribí aquí que la única forma de romper el bloqueo político al que nos dirigíamos era que el jefe del Consell anunciara en su primera comparecencia en las Corts que no renunciaría ahora al cargo para no paralizar la Administración en el momento en que más se necesita que demuestre su músculo, pero que no optaría a la reelección. Como era de prever, ni él valoró esa opción ni Feijóo tuvo redaños para forzarle a adoptarla, por lo que Mazón se quedó a medio camino: anunció que no volvería a presentarse, pero sólo si no era capaz de “liderar la reconstrucción”. Y a partir de ahí se puso en marcha una espiral maldita que ya no va a ser posible parar. “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”, escribió hace tiempo, como un mal presagio, Rafael Sánchez Ferlosio.

Esa terrible dinámica se alimenta también de la debilidad o la mediocridad de los principales participantes en la partida. De su futuro más que cuestionable. Mazón lucha por su supervivencia, pero en todo caso no puede ya aspirar a nada más. Incluso si ahora lograra mantenerse, y si luego concurriera a unas elecciones y las ganara, las urnas no son el Jordán. No volverá a ser en política un activo, más allá del estrecho perímetro en el que ahora se mueve. No va a haber un ministerio esperándole, no hay proyección de futuro. Y el escenario que se abre ante él es complicado. Sobre todo el judicial. Una condena por su ausencia del puesto de mando el día de la DANA es, a juicio de muchos juristas, improbable. Que resulte imputado, sin embargo, es muy posible, según esas mismas fuentes. ¿Un president entrando por la puerta del TSJ para declarar como investigado por las muertes del 29O, con una turba de familiares a la puerta increpándole? Habrá que ver si Feijóo aguanta esa imagen si llega a producirse.

Pero es que, en el otro lado, tampoco están para tirar cohetes. Es difícil que ninguno de los actuales síndicos tenga un papel preponderante en una futura legislatura. Baldoví no es el líder que la cúpula de Compromís, esclava aún del complejo de Edipo, quiere para esa contienda. José María Llanos, portavoz de Vox, o Llanos Massó, la presidenta de las Corts, son de quita y pon. Y en cuanto al jefe de filas parlamentario del PSPV, Jose Muñoz, está donde está por descarte y con tiempo tasado. Nunca será candidato. Y eso explica que se preste a los peores juegos. El caso es que en ese hemiciclo hay demasiados pistoleros sin más horizonte que quemar munición.

Tras la asonada en las Corts, Mazón volvió a refugiarse en Alicante. Es el tercer acto público consecutivo que protagoniza en la provincia en la que nació. La estrategia de recuperación de su presencia institucional, con ese recurso sistemático a su entorno más fiel, lejos de rehabilitar su figura, la empequeñece: hoy por hoy, Mazón sigue sin ejercer de presidente de la Comunitat Valenciana, sino sólo de un tercio de ella. “Si tú estás bien, nosotros también”, le jaleó uno de los altos cargos que asistieron a la junta provincial del PP celebrada ese mismo jueves en el Museo Arqueológico, según recogía en su crónica mi compañero Borja Campoy. Deberían, los dirigentes del PP, ser más prudentes con lo que exclaman. Porque estas cosas -¨si tú estás bien, nosotros también”- las dicen en Alicante. Pero se leen en Paiporta.

¿Aquí quién manda?

J. R. G.

El bochornoso episodio de insultos en las Corts se ha producido la misma semana en que el TSJ le ha dado al Gobierno de Mazón uno de los mayores revolcones que se recuerdan, a cuento de los estudios de Medicina en la Universidad de Alicante. Como saben, contra esos estudios, autorizados por el Consell del Botànic mediada su segunda legislatura, recurrió la Universidad Miguel Hernández a pesar de que su Facultad no se veía mermada. Y Mazón ordenó dar un giro a la Abogacía de la Generalitat para allanarse en ese recurso, poniéndose así de parte de la UMH y abogando con ello por el cierre de plazas públicas de enseñanza, a pesar de saber que las universidades privadas, donde estudiar cuesta diez veces más, están esperando para abrir.

No sólo eso. El Consell de Mazón alegó que se allanaba porque si no cometería prevaricación, ya que según unos misteriosos informes salidos de la nada en el último momento el Gobierno de Ximo Puig había cometido múltiples irregularidades en el procedimiento. El TSJ no sólo no ha visto ninguna de esas supuestas ilegalidades, sino que da por bueno todo el proceso y le recuerda al demandante, en un mensaje dirigido en realidad a la Administración que ahora pilota el PP, que la defensa del interés público está por encima de la de los intereses privados.

En respuesta a esa sentencia, el rector de la UMH, Juanjo Ruíz, cuya estrecha relación con Mazón es pública y notoria, ha amenazado con bloquear las prácticas de los alumnos de Medicina de la Universidad de Alicante, impidiéndoles formarse en ninguno de los hospitales públicos de la provincia. En su deriva, Ruíz se erige así en conseller de Educación y de Sanidad a un mismo tiempo, imponiendo el uso de centros que pagamos todos con nuestros impuestos y sobre los que sólo deberían decidir aquellos que hemos elegido en votación universal. Se espera que Mazón ponga fin a este dislate, no vaya a ser que otra vez tenga que recordarle algún tribunal su obligación. De quien todavía figura en el organigrama como conseller de la cosa, digo de José Antonio Rovira, mejor ni hablamos.

Tracking Pixel Contents