Opinión | Tribuna
Molestias por las denuncias anónimas
Al final, lo que esperan de las mujeres es que se callen. Sobre todo, cuando hablamos de la violencia hacia nosotras, porque implica cuestionarlo todo
La atleta Ana Peleteiro denunció en redes los abusos y violaciones que sufrió con una expareja y lo importante no fue la violencia sexual. Lo que se debatió en los medios es que las denuncias anónimas… ¡no se hagan! Que las denuncias, en el juzgado. Peleteiro respondió ante lo que sucedió en un programa de televisión, donde un juez comentaba con el presentador justo eso.
De nuevo, dicen qué tenemos que hacer y cómo. Lo curioso es que ordenan que denuncies pero luego te dicen: ¡denuncia falsa! O aprovechada, o mentirosa. Hagamos lo que hagamos siempre lo haremos mal y no cumpliremos sus expectativas. Porque, al final, lo que esperan de las mujeres es que se callen. Sobre todo, cuando hablamos de la violencia hacia nosotras, porque implica cuestionarlo todo. ¿Cómo va a ser malo lo que se ha hecho toda la vida?, preguntan algunos.
Peleteiro es una referente poderosa, con fuerza, como tantas mujeres referentes, también anónimas. Y lo importante de todo esto es volver a hablar de que no nos libramos ni por dinero o nombre, del peligro de normalizar la violacion en una relación, de que no tiene que haber golpes o gritos para que haya violencia, de que nos sometemos por mera supervivencia y salir viva de ahí, del sentimiento de propiedad hacia nosotras, de la deshumanización del cuerpo. Y que nos quedamos aún así por la manipulación emocional, que te anula como persona y te deja sin voz ni defensa.
Frente a ello nos dicen, ¿y el derecho, qué? Como si solo hubiera una respuesta. Pero resulta que dentro de la justicia hay voces que no condenan de entrada a las mujeres que hablan. Que hay jueces hombres como Joaquim Bosch que dejan claro que esos testimonios son posibles dentro del sistema y que hay recursos si alguien se siente calumniado o injuriado. O Teresa Peramato, fiscal de violencia de género, cuando dijo que en las circunstancias que se pueda, claro que lo adecuado es denunciar pero que no va a criminalizar a las que no lo hagan. Y añadió: “¿Que deberíamos trabajar en la sociedad para que las víctimas no se vean obligadas a esas denuncias anónimas para sentirse acompañadas, para desahogarse, para poder sentir una reparación al menos a nivel social y que tendría que ser otra la forma de actuar de ellas, porque tienen el acompañamiento social y el acompañamiento institucional? Estoy de acuerdo, pero yo entiendo a las víctimas de violencia sexual”.
Y esto es lo necesario. Menos juzgar en los medios a las víctimas y más analizar el sistema. Hace falta escuchar a personas especializadas y no a quienes no entienden de nada pero les dan altavoz, por mucho cargo que tengan. Hay casos prescritos, hombres que no quieres verlos más, temas que no quieres judicializar porque no tienes ni dinero ni quieres que te señalen. El machismo dice de las mujeres que denuncian que quieren venganza, mientras ellas no buscan señalar nombres ni quieren cárcel. Solo quieren hablar. Eso les molesta y se les niega. Y por eso decidimos que no siempre se puede denunciar, pero siempre hay que hablar y contar.
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