Opinión | Obituario

Román Bono, ejemplar presidente amigo

Román Bono, Francisco Oliver y Manuel Sánchez en el consejo de administración.

Román Bono, Francisco Oliver y Manuel Sánchez en el consejo de administración. / INFORMACIÓN

Equilibrio, serenidad, seguridad, ilusión, apoyo a las iniciativas directivas; estos valores y los de elevado compromiso social de la Institución eran los que transmitía el excepcional tándem de Román Bono y Juan Antonio Gisbert como Presidente y Director General de la que fue ejemplar Caja de Ahorros del Mediterráneo. Con ellos todo era estimulante. Coincidí con él en el Consejo de Zona de Alicante y más tarde en el Consejo de Administración de la Caja, Román como presidente y yo, primero como consejero en representación de empleados y posteriormente como Director de la Obra Social. Manchi en la cercanía de encuentros como vecino de casa -y don Román siempre en la consideración a su alta responsabilidad como Presidente del Consejo de Administración de la Caja-, me proporcionaba una gran confianza en el desarrollo de mi gestión en la dirección de la Obra Social. Román era respetuoso con los proyectos de la Obra Social que le planteaba, a la par que enriquecedor de las ideas aportadas. Sin imponer nunca criterios alentaba, y animaba al logro de los fines propuestos. Dotado de una gran formación sus intervenciones públicas, aun siendo improvisadas en muchos casos por razón de diferentes situaciones que se producían, eran siempre admirables por acertadas y cultas. Bien saben de ellas las autoridades, ciudadanos y periodistas asistentes a inauguraciones y actos de aulas, salas de exposiciones y otros centros. No menos valor atribuyo a su excelente relación con los empleados de la entidad, fuese cual fuese su nivel y responsabilidad. La cordialidad era innata en él.

Tanto para Francisco Oliver como posteriormente para Juan Antonio Gisbert, mis admirados directores, Román Bono, nuestro presidente era de una fiabilidad absoluta, ilimitada; hasta el punto de que las reuniones previas y preparatorias a las sesiones trimestrales de la Comisión de Obras Sociales del Consejo de Administración, me pidieron que las despachase siempre con el Presidente y no con ellos como había sido norma en tiempos anteriores.

A los miembros del Consejo, de muy distinta procedencia, la leve sonrisa, la mirada directa y la palabra de Román, les integraba concitando voluntades y uniéndoles en proyectos con la tranquilidad y convencimiento del bien social que se realizaba.

A mi tristeza uno el convencimiento de que con Román Bono y Juan Antonio Gisbert al frente de la Caja tendríamos hoy una entidad financiera -nuestra CAM- de gran relevancia en la economía española y en el desarrollo social.

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