Opinión | El ojo crítico
¡Felices!
Desde algunos medios de comunicación, desde hace algún tiempo, se alerta del revival franquista que se está llevando a cabo en las redes sociales por jóvenes usuarios menores de 25 años, chicos y chicas, que han tomado por costumbre, como si se tratase de una moda pasajera sobre la forma de vestir o de peinarse, crear vídeos y comentarios ensalzando el franquismo. No se trata solo de llevar pegatinas del aguilucho en la correa del reloj como hacían las camadas franquistas en los años 80, sino de auténtica exaltación de franquismo y de sus supuestas bondades en contraposición a todo lo malo que para ellos ha traído la democracia a España.
Este resurgimiento del franquismo entre tiktokers que nacieron a principio del siglo XXI puede resultar ridículo y propio de mozalbetes y zangolotinos que pretenden hacerse los interesantes y llamar la atención diciendo y haciendo cosas extravagantes, pero su importancia es mayor de lo que puede parecer a simple vista si se estudian con detenimiento en qué contexto se realizan y el fin que pretenden obtener. Lo primero que llama la atención es que se interesen tanto por un periodo que ni siquiera sus padres conocieron por cuanto los nacidos en los primeros años de la década de los 70, como es mi caso, apenas recuerdan lo que fue vivir durante el franquismo. Resulta sorprendente que el periodo de la dictadura franquista sea el único tiempo histórico que interesa a un no menor grupo de la sociedad española para alabarlo por cuanto la mayoría de esos jóvenes no leen periódicos ni ven telediarios ni mucho menos escuchan la radio, en el caso de que sepan encenderla. Esto no es algo nuevo en todo caso. En mi época universitaria, a principio de los 90, yo era una rara avis entre la gente que conocía en la facultad de Derecho. Leía un par de periódicos al día, no me perdía un telediario y entre mis escritores favoritos estaban Cortázar y Aldecoa. Lo que hasta los años 70 habían sido costumbres culturales mínimas para un universitario a partir de los 90 comenzó a ser una excepción que, con el nacimiento de internet y los teléfonos móviles a finales del siglo XX, se convirtió, la ignorancia me refiero, en algo normal entre la juventud española. De ese germen surge ahora la banalización del franquismo.
Fruto de la ignorancia que las redes sociales han supuesto para la sociedad española ha sido el nacimiento de un neofranquismo en una parte de los jóvenes a pesar de que ignoran qué supuso el franquismo. Resulta extraño que pueda haber en España una sola joven partidaria de un periodo histórico en el que las mujeres estuvieron sojuzgadas y convertidas, después de los años de libertad de la Segunda República, en meros instrumentos al servicio del hombre. A imitación de las juventudes hitlerianas y del rol de las mujeres durante el nazismo, en España se crearon, en el bando golpista durante la guerra civil y después en toda España después de la guerra, el Frente de Juventudes y la Sección Femenina Falangista que tuvieron como misión adoctrinar a los jóvenes en los principios fascistas, clasistas y racistas del ideario de la dictadura franquista.
Podría resultar comprensible que los hijos y nietos de aquellos que ayudaron y participaron en la rapiña de los bienes de los republicanos después de la guerra, de los que ayudaron al sostenimiento de un régimen dictatorial basado en leyes injustas contrarias a los principios fundamentales del Derecho, no quieran que se hable de lo que sus padres y abuelos hicieron. A mí también me avergonzaría. Pero que los herederos más jóvenes de los colaboradores franquistas no sólo no renieguen de lo que sus antepasados hicieron, sino que defiendan sin ambages la ideología y cultura franquista, que ensalcen un régimen dictatorial y que denigren un sistema democrático, advierte sobre la necesidad de un aprendizaje de la cultura democrática entre los más jóvenes. Lo que tendría que ser algo lógico y normal, es decir, que los padres enseñen a sus hijos valores como la concordia, el diálogo y el respeto a las minorías, comienza a ser en España una excepción. Por eso resultan tan imprescindibles los actos que el presidente del Gobierno ha anunciado, hace unos días, por el cincuentenario de la recuperación de la democracia en España.
Paco Huesca, propietario de los míticos cines Astoria de Alicante y promotor cultural, fue columnista del diario INFORMACIÓN durante muchos años. Hoy se encuentra delicado de salud pero sin duda con el mismo espíritu joven de crear. Hace 25 o 30 años publicó un artículo en este periódico con el título Felices, en el que hablaba de la Navidad en su niñez y de cómo la gente, para desearse felices fiestas, sólo se decían ¡felices! En el recuerdo de los ausentes, de todos aquellos que viven en nuestro presente como si fuesen a entrar sin previo aviso en el salón de nuestras casas mientras cenamos la noche de fin de año, en el recuerdo de aquellos que lucharon por la libertad y la democracia, yo, también, les digo a todos ustedes ¡felices!
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