Opinión | Salida de emergencia
Sálvame esta noche
Hay ruido y gritos. Ella busca una mano que a ella también le salve, pero esa mano no llega y el ruido de repente es negro y los gritos enmudecen
«Si no la vida, sálvame esta noche» cantaban Los Especialistas a principios del siglo XXI en un tema en el que el amor era la palabra con la que salvar esa noche y quizá no la vida. Que alguien te salve la vida es casi un milagro que sucede tantas veces como vidas son salvadas por hombres y mujeres en situaciones críticas, casi desoladas, pérdidas incluso y entonces decir que alguien te ha salvado la vida es reproducir ese instante con todo su dolor y amargo recuerdo. Imagino las vidas salvadas en la dana que asoló el 29 de octubre a varios municipios de la Comunidad Valenciana, imagino las manos salvadoras y las gratitudes repetidas entre lágrimas tan fervorosas como asustadas.
Pero la cuerda tiene dos extremos y existe en el extremo opuesto aquel que no salva vidas ni noches y que solo destruye por el hecho de destruir y con extrema dureza lanza su coche a gran velocidad por un paseo vestido de casetas de Navidad y repleto de miles de personas que esa mañana, alguna de ellas, ha pasado por la peluquería para que un tinte oculte sus canas o un corte le haga parecer algo más joven mientras piensa en cosas cotidianas y escucha las conversaciones de las otras personas que hablan de la maternidad, de la vejez, de la muerte. De cosas que también son cotidianas.
Sin saber por qué, y mientras el secador acaricia sus cabellos, decide que esa misma tarde irá a ese mercadillo a una hora indeterminada y que desgraciadamente será la hora en la que un hombre al que no conoce decidirá coger su coche y lanzarlo a toda velocidad contra personas indefensas. Es injusto, pensará ella cuando el coche la alcance y le haga saltar por los aires y pensara en su cabello y en la peluquería y en la razón por la que decidió ir a ese mercadillo que le va a costar la vida cuando podría estar en casa escuchando música quizá o quizá preparando las palabras deshilvanadas que le dirá a su madre para explicarle que no pueden pasar juntas la Navidad.
Ahora sabe que ya no tendrá que decirle nada y solloza porque tiene miedo y no quiere irse así, sin despedirse, solo porque alguien haya decidido no salvarle la vida, solo porque alguien repleto de odio haya decidido acabar con la vida de personas felices y si no felices sí con ganas de vivir. Hay ruido y gritos y busca una mano que a ella también le salve, pero esa mano no llega y el ruido de repente es negro y los gritos enmudecen y está sola, cada vez más sola, hasta que finalmente no está. Silencio.
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