Opinión | TRES EN LÍNEA

¿Saben aquel que dice que iban un mudo y un conferenciante?

Gan Pampols en el Foro para la Reconstrucción

Gan Pampols en el Foro para la Reconstrucción / Fernando Bustamante

Algunos medios publicaron el viernes, nada más terminar la intervención del vicepresidente Gan Pampols en el Foro de la Reconstrucción que organiza Prensa Ibérica en Valencia, que el ex teniente general ha abierto una vía de comunicación con el comisionado nombrado por el Gobierno de España para la recuperación tras la DANA, José María Ángel. Me temo que se confunden deseos con realidad. Lejos de estar expedita, da la impresión de que la vía está más cegada hoy que cuando se conocieron los respectivos nombramientos.

No crean que me empeño en ir de cenizo mientras otros ven las cosas más claras. Nada me haría más feliz que tener que reconocer su acierto y mi equivocación. Pero el propio vicepresidente dejó caer, de forma elegante aunque notoria, su incomodidad con la situación. Y es que, incluso si Gan Pampols y José María Ángel logran por fin, no digo mantener una reunión formal, sino tan solo tomarse un café largo, cosa que al menos hasta este pasado viernes no habían hecho, ambos están maniatados.

Tenemos, de un lado, un comisionado clandestino. ¿O acaso ustedes han sabido algo de José María Ángel desde que lo designaron para la responsabilidad más grande que jamás ha tenido un valenciano por encargo del Consejo de Ministros? Y, del otro, a un vicepresidente que, una vez corregido el derrape en la salida, dice cosas con las que nadie puede estar en desacuerdo. La oratoria de Gan Pampols en el Foro de la Reconstrucción de Prensa Ibérica fue, en cuanto a la línea discursiva, excelente. Y respecto a las formas, tan francas como cuidadas. Pero sin concreción alguna. Sigue explicándonos lo que hay que hacer, sin aclararnos lo que está haciendo. Nos dice qué leyes o normativas cambiaría él, pero no sabemos si su departamento está trabajando propuestas concretas para llevar al pleno del Consell y, según sea el caso, luego a las Corts. Ya sé que él mismo se dio de plazo un trimestre para arrancar o irse, pero llevamos más de cuarto y mitad de ese tiempo consumidos y sigue habiendo días en que parece más cerca de lo segundo que de lo primero.

  Así que nos encontramos con un comisionado enmudecido y un vicepresidente que borda las conferencias. Lo cual a los más veteranos nos lleva inevitablemente a la pregunta del viejo chiste de Eugenio sobre aquel hombre que, a punto de caer por el precipicio, agarrado a una escuálida rama, pedía que alguien acudiese a ayudarle y por toda respuesta oía una voz desde el cielo que le exhortaba a soltarse porque un coro de ángeles desplegaría sus alas protectoras para arroparlo hasta llegar sano y salvo al suelo. "No te preocupes, déjate llevar", venía a ser el mensaje. "Vale. Pero, ¿hay alguien más ahí?", replicaba el pobre. Con razón.

  A José María Ángel le marcan el perímetro desde La Moncloa tanto como a Gan Pampols parecen hacerle el vacío desde la Presidencia de la Generalitat. Todo sea por la batalla de Madrid, que es la única que parece importar. Y así estamos cuando se cumplen dos meses desde que se nos vino encima el diluvio. Supimos en su momento que el presidente del Gobierno y el de la Generalitat no hablaban. ¿Pero, y ahora? ¿Alguien con un mínimo de sentido común puede entender que tampoco los dos máximos responsables de la rehabilitación de la mayor zona devastada en España fuera de un periodo bélico se hayan visto las caras ni cruzado un papel todavía transcurridos sesenta días desde la catástrofe? ¿Hasta cuándo hay que sostener este sindiós que sólo los Sánchez, Feijóo o Mazón comprenden? De la batalla por el relato hemos pasado a la tiranía del relato. Y resulta que en esa guerra José María Ángel es un mandado y Gan Pampols no tiene mando. Estamos buenos.

  Mientras ellos, digo del PP y el PSOE, combaten calle por calle, casa por casa, coche por coche, campa por campa, los demás seguimos instalados en el día de la marmota. La noticia de la semana ha sido la enésima versión sobre la comida de Mazón el Día D, esa que le hizo no estar donde debía y que según las propias declaraciones del gabinete del jefe del Consell, primero era "privada", luego fue "de trabajo" y ahora ha pasado a ser "de partido". Un sainete con el que ni los hermanos Álvarez Quintero se hubieran atrevido. Feijóo quería terminar el año hablando de la mujer de Sánchez, pero no ha podido evitar acabar en El Ventorro. Suma y sigue.

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