El Rey es más alto que Pedro Sánchez

El inquietante psicópata político de Moncloa; el hombre que susurraba a su propia conciencia para eliminarla de ese cuerpo que quizá le atormenta en las noches de insoportable y sudoroso insomnio; aquel paladín de la honradez pública que tiene más imputados a su alrededor y en derredor que un abogado de oficio en fin de semana; ese prohombre que pasará a la historia como el peor presidente que ha tenido España, incluido el rey felón Fernando VII y el de refilón Zapatero (pongamos que hablo de don Pedro Huido de la Dana, apellido nobiliario, apreciarán), le ha vuelto a jugar al Rey Felipe VI su enésima intentona de desprestigiarlo y postergarlo con el único fin de bañarse. El Ausente en el río del narcisismo y la envidia que tanto le corroe. En lenguaje que pueda entender hasta Sánchez, consiste en ningunear al Rey, manipularlo y hacerlo más bajito que el autócrata. Pero Sánchez propone y la física dispone. El vendedor de mentiras sin fin, el intercambiador ferroviario de opiniones, aquél que juró y volvió a jurar hasta veinte veces que jamás pactaría con Bildu, que no concedería la amnistía a delincuentes separatistas catalanes ni rompería la igualdad entre españoles con un cupo a la catalana que los privilegia obscenamente; ese hombre que no conoce la verdad -ni conocía a Aldama- porque se fumó las clases de dicha asignatura; ese hombre, digo, resulta que mide 1,90 metros mientras que el Rey mide 1,97. Sánchez es, a la luz de los datos, más bajo que el Rey de España. Veremos si solo es en altura física o también hay otros matices morales, éticos y estéticos.

Mientras Felipe VI ha viajado tres veces a la zona valenciana devastada por la gota fría, a Sánchez aún le duelen los juanetes de los pisotones de sus escoltas mientras huía precipitadamente del lugar de los hechos acosado por unos ciudadanos del pueblo que le increpaban su nula actuación contra el desastre que se había desatado. Los Reyes aguantaron los insultos y trataron de dialogar con una ciudadanía visiblemente encolerizada, abandonada a su suerte por el obsceno eslogan de Sánchez; «Si necesitan ayuda, que la pidan». El bulo de la extrema derecha que el felón y Moncloa vendieron y sus esbirros mediáticos publicaron, se desmintió enseguida. El aristócrata don Pedro Huido de la Dana no alberga intención alguna de volver por Valencia en mucho tiempo, al menos hasta que sus médicos le curen esos juanetes de la vergüenza que todas las noches debe contemplar cuando se quita los calcetines y se pone los peúcos que calienten sus sufridos pies en polvorosa. El rey 1,97, y el felón 1,90. Y se nota.

También ha tratado Sánchez de desautorizar, aislar, menospreciar y abandonar diplomáticamente al Rey, utilizando a cualquier ministro o ministra del Gobierno, pero especialmente a ese remedo de funcionario sin cartera que se hace llamar de Exteriores, un tal Albares, el hombre que nunca sabía demasiado porque demasiado sabe don Pedro Huido de la Dana que Albares es incapaz de representar a España en cualquier evento internacional. En el caso que nos ocupa, y sin ser exhaustivo, los Reyes debieron viajar solos a la toma de posesión de los presidentes de Argentina y El Salvador, elegidos democráticamente por el pueblo pese al sollozante enfado de El Ausente. Es decir, como Milei criticó a la mujer del Huido, Begoña, éste se enfada, no felicita al vencedor argentino en las urnas, retira a nuestro embajador en Buenos Aires y desdeña al Monarca, a España y Argentina, no asistiendo a la toma de posesión de su legítimo presidente. Son las rabietas de Pedrito el huidito en función de sus estrictos intereses -no los de España-, la envidia y los celos que le provoca el Rey:1,97 frente a 1.90. Y se nota.

Esas burdas y lamentables actuaciones de Sánchez, Moncloa, el cónclave gubernamental del autócrata contra la Monarquía, junto a los medios de comunicación engrasados por el poder, no acaban aquí, solo son un mero reflejo de otras muchas conocidas y las que se silencian. No hay que olvidar que tanto el cuñado del Rey, Urdangarin, antes de ser condenado y, por tanto, amparado en la presunción inocencia, acudió andando, rodeado de cámaras de televisión, a su cita con la justicia para declarar. No hubo ningún trato de favor. Tampoco con la hermana del Rey, la Infanta Cristina, que compareció ante los jueces a cara descubierta y sin mayores privilegios. Sin embargo, con Begoña Gómez del Huido de la Dana fue todo lo contrario. Primero se produjo el numerito de enamorado tardorromántico del hortera de La Moncloa con aquella carta de frustrados anhelos, por cinco días, para recuperar una vida privada que tan bien les iba en lo profesional y en lo personal. Sin embargo, por España y todo por España, Sánchez se echó al monte de la política arrastrando a la paciente Penélope a tejer una red de presuntos intereses por si las cosas se torcían. Y vaya si le salieron pretendientes para que el delicado tejido que bordaba tuviera su recompensa. Después, una vez conocido que quizá el hilo del ovillo tejido y destejido por Penélope podía llevar al Hades de los funerales, Begoña del Huido tuvo que comparecer ante el juez como investigada/imputada por presuntos delitos. Pero a ella le concedieron la prerrogativa negada a la Casa Real: entró de incógnito, por el garaje, rodeada de centenares de policías y sin que las cámaras ni los periodistas pudieran acercarse a contemplar su egregia, distante, envarada y desafiante figura. El Rey 1,97 y don Pedro 1,90. Y se nota.

Que Don Pedro Huido de la Dana utilizará el recurso de la República a despecho de la Monarquía si le salen las cuentas, no les quepa duda. Nuestro autócrata no ha tenido el más mínimo escrúpulo en sacrificar a cuantos peones ha tenido a su lado y luego los ha despedido con fulminantes puntapiés. Como hará con el fiscal general del Estado y quienes, en la cúpula de la Fiscalía General o sus aledaños, puedan verse afectados por la instrucción que el Tribunal Supremo tiene abierta por el presunto delito de revelación de secretos, de momento. Y piensen también aquellos de olvidadiza memoria que ya el Tribunal Superior de Justicia de Madrid vio indicios de delito y por eso remitió la causa al Supremo. Luego son ya muchos, demasiados jueces los que ven el derecho y la ley en la misma dirección. Por cierto, el Colegio de la Abogacía de Madrid también presentó querella por esos hechos. Para don Pedro Huido de la Dana todo es poco. Él, aparte la envidia que profesa al Rey, vive del recuerdo de una carta de cinco días perfumada con pétalos de rosa, y de los más de cinco años que piensa seguir en el poder. ¿Resultado?: 1,97 a 1,90. A más ver.