Opinión | En pocas palabras

La noche protectora

Puesta de sol en Alicante.

Puesta de sol en Alicante. / Áxel Álvarez

Las personas están divididas en dos grupos: las que adoran la luz por encima de todas las cosas y las que por el contrario se sienten protegidas por la oscuridad. Quienes quieren sol a toda costa no soportan estas jornadas de solsticio de invierno, les supone un incordio que los días sean tan cortos y solamente se consuelan pensando en lo poco que resta para San Antón, las cinco y con sol (esto es, las seis y con sol) y que estas sombras no van a durar nada. Sin embargo, los que nos sentimos aliados de la noche estamos encantados con esta premura de las sombras sobre nosotros.

Es en estas circunstancias donde resuenan los ecos del cambio de hora, bucle sobre el que se da vueltas, se habla y habla, para quedar siempre en el mismo sitio. Nuestro país es demasiado extenso para contar con un único huso horario, y no tiene mucho sentido que el de Madrid sea diferente al de Lisboa e idéntico al de Santiago de Compostela.

Pero a nosotros, en el Mediterráneo, no nos va tan mal el denominado horario de invierno, que es el que tenemos ahora, gracias al cual a las ocho de la mañana ha amanecido y las tardes van clareando desde primeros de año. Una cosa es que en verano las estrellas iluminen tanto que se valgan por sí solas para encandilarte y otra bien distinta que a una hora considerable de la noche todavía no se haya puesto el sol por completo.

Alguien me dijo que el sol es obrero y la noche es señora. Seguro que le podrían contradecir. Además, ahora vivimos las 24 horas. Ya no hay pared entre el día y la noche. Todo es un continuo. Cada cual elige sus hábitos.

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