Opinión | Ver, oír y gritar
Año nuevo, estridencias y falacias nuevas
Es posible que el presidente Sánchez celebre un cotillón de Nochevieja y baile hasta el amanecer. Porque su especialidad es resistir en medio de la agitada marea. Volverá a tomar las doce uvas de la suerte, sin atragantarse, y brindará por un próspero año nuevo con las políticas públicas en la mano. Nuestro país es hoy mejor que ayer, pero menos que mañana, pese a que las distintas formas de oposición solo pongan palos en las ruedas y cinismo constante desde 2018. ¿Podrá terminar la legislatura en 2027 con mayor riqueza, sostenibilidad, respeto al medioambiente y justicia social?
Los encargados de airear la bandera del fatalismo seguirán haciendo lo que puedan para que no sea así en función de sus intereses y de los de las élites a las que representan. Les irrita que la marca España no esté exactamente en crisis. Que lidere y no parezca que se rompa. Y que el balance del curso político invite a sonreír más o menos. Los compromisos adquiridos se van cumpliendo, y la rendición de cuentas del Gobierno es evidente.
A las derechas les produce pánico que nuestro país constituya hoy una de las economías mejores con políticas socialdemócratas -no neoliberales, conservadoras y ultraconservadoras- y reduciéndose, a la vez, el déficit público. Se superan las expectativas de organismos nacionales e internacionales, gracias a uno de los factores del éxito económico con el estímulo transformador de los fondos europeos del Plan de Recuperación. Están beneficiándose las comunidades autónomas, las administraciones públicas, los hogares y las empresas. Casi la mitad son pymes. El incremento de la exportación es un factor decisivo también, o las inversiones multimillonarias extranjeras en favor de las baterías eléctricas y la inteligencia artificial.
El buen funcionamiento de la macroeconomía se traduce en un aumento del consumo y del poder adquisitivo de las personas, lo que no significa que todo lo que reluce es oro. Eso sí, el empleo de calidad, los afiliados a la Seguridad Social con diez millones de mujeres, las pensiones o la reducción de la desigualdad progresan adecuadamente y deben seguir mejorando. O sea, el estado de bienestar con mejores servicios en cualquier aspecto, la bajada de los tipos de interés… A este menú se le añade cohesión territorial y la necesidad de un cambio de modelo productivo. La riqueza generada no puede quedar en manos de unos pocos en perjuicio de la mayoría. Invertir y consumir, queda dicho, son parte de las normas del crecimiento de la economía.
El prestigio internacional de España es mayor cada día, a pesar de las difamaciones y las maniobras de unos cuantos patriotas de hojalata. Ahora bien, la política exterior debe ser más eficaz y ambiciosa en defensa de la paz. Queda mucho por hacer. Pero las ayudas dana, dispuestas por el Estado, continúan su curso con el despliegue humano, material y económico. Aun teniendo en consideración las negligentes e irregulares circunstancias del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, en todo este asunto, el triste panorama va mejorando progresivamente con la participación colectiva.
Por otro lado, desde su irrelevante figura como derechizado moderador, el rey demanda una atmósfera de serenidad y consenso para afrontar desafíos, y cuestiona la confrontación permanente. El PP, adalid de la guerra sucia contra Podemos, cuya causa sigue en pie, y de otras maravillas democráticas, comparte la solicitud y esgrime concordia. En teoría. La práctica contradice todo ello y la juerga del despropósito continuará. Felipe VI, en su papel de garante de estabilidad, no entra mucho, incluso nada, en determinados problemas sociales. Núñez Feijóo reivindica el bien común y ensalza la Constitución. Lo cierto es que sus actitudes y las de su grupo demuestran lo contrario de lo que aplauden. ¡Menudo roscón de reyes sin ninguna sorpresa!
El delirio surrealista, en contraste con la realidad, se comprueba nuevamente con este señor y Díaz Ayuso, la jefa ante la cual se postra el supuesto líder de la derecha extrema para que le dé un terrón de azúcar. El terreno de la falsedad, la manipulación, los insultos o el elitismo lo dominan a la perfección. Rezan para que a España le vaya mal y consideran como delincuentes al Gobierno de coalición y al PSOE.
Los del partido más corrupto de la democracia, condenado en varias ocasiones a título lucrativo, se siguen permitiendo el lujo de tapar sus vergüenzas y de señalar a otros. Esto no impide preguntarse por el futuro judicial del Gobierno. En cualquier caso, quienes priorizan los intereses de su partido, de sectaria manera, acusan a los demás de actuar ilegalmente. Esta, junto a Vox, es la alternativa al «servicio» de España. En fin, que las uvas funcionen bien y que Melchor, Gaspar y Baltasar traigan buenos regalos a los que más los necesitan y a la población trabajadora en términos generales.
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