Opinión | La Riá
No todo sigue igual

La Plaza Nueva nevada. / Colección A. L. Galiano
Aunque parezca mentira, hace cien años se vivían algunas circunstancias similares a las de ahora. Me estoy situando en aquel segundo mes de 1925, en el que se hacía gala del refrán «abrígate por febrero con dos capas y sombrero». Circunstancia meteorológica que es similar a la que estamos viviendo en estos momentos, pues al parecer el frío invernal va a continuar durante algunos días. Esperemos que la sangre no llegue al río y no ocurra como aquel día 4 del mes de febrero de 1954 en que Orihuela amaneció nevada, dando lugar a un día de fiesta jugando con la nieve y con algún que otro batacazo.

Proyecto de una casa barata, en 1926. / Colección A. L. Galiano
De igual manera que, al margen del frío, que viene a ser igual que al de entonces, encontramos coincidencia en uno de los problemas que después de un siglo seguimos teniendo, ya no sólo en nuestra ciudad sino en toda España. Me refiero a la falta de viviendas. Entonces éstas eran muy escasas, dando lugar a que su adquisición fuera a un precio desorbitado. Acaeciendo lo mismo con los alquileres que se habían duplicado, reclamando la prensa local que una buena actuación sería efectuar un ensanche de la población, lo que permitiría acogerse a la legislación reciente sobre la «Protección a la construcción de Casas Baratas».
Por esas fechas de hace una centuria ocupaba la Presidencia de la Corporación municipal José María Payá Megías y se le reclamaba que actuase sobre las aguas potables, los incendios incrementando el Servicio de Bomberos y la construcción de una Lonja, cuyo edificio fue una realidad un año después con el proyecto de Severiano Sánchez Ballesta, siendo alcalde Francisco Díe Losada. En 2008, finalizadas las obras de su rehabilitación y ampliación con el alcalde José Manuel Medina Cañizares fue destinado a Conservatorio Profesional de Música «Pedro Terol».
Un problema al que se enfrentaba el Ayuntamiento era el de la limpieza viaria. En este asunto «El Pueblo de Orihuela» apuntaba algunas soluciones con objeto de eliminar la limpieza por cuadrillas que no funcionaba bien. Así recomendaba que se realizara por la mañana temprano, debiéndose construir dos carritos que estarían a cargo de dos operarios en cada uno, con sus correspondientes escobas y recogedores. Dichos carros serían vaciados de basura en una camioneta transportándola al extrarradio.
Pero, en aquel año de 1925 y hasta muchos años después en que nos invadieron los electrodomésticos; algunos objetos cotidianos no eran iguales. A este respecto, hace pocos días mi nieta Naroa, de siete años, llegaba y me pedía que le ayudase en un proyecto que tenía que realizar para el colegio. En concreto era una entrevista a su abuelo, que comenzaba preguntándome la edad, que no me importa en decirla, pues al día de la fecha son setenta y ocho años. Después, las preguntas, en número de doce, eran referidas a la cotidianidad en mi niñez. Entre ellas, recuerdo algunas, cómo de qué forma me protegía en la casa del frío en estas fechas. Mi contestación fue rápida: «Con un brasero de carbón». Y, ahora recuerdo aquel refrán que dice: «En febrero, un día de sol y otro de brasero» que, de alguna manera, justifica a que a ese mes lo denominemos como el loquillo. Por supuesto, que la respuesta tuvo que llevar una explicación sobre el artilugio que con brasas de cisco o picón mitigaba el frío. De igual manera que me preguntaba cómo se conservaban los alimentos, a lo que respondía, que en principio con una fresquera o carnera. Y hubo que describírsela, para añadir que después sería con aquellas neveras con grifo para el agua que precisaban de un serpentín en el que se colocaba un trozo de una barra de hielo que había que ir a comprarla. Pero, al final llegábamos a la pregunta de si en mi casa teníamos teléfono, respondiéndole que siendo niño todavía no, pues eran pocas familias las que disponían de este servicio y a través de una operadora. Recordé que algunos amigos míos sí lo tenían, como Matías Linares, con el número 10 y mi primo (sobrino segundo) Angelito, el número 34. Por cierto, en 1925, este mismo número era el de la Clínica de los Santos Médicos (Ángel García Rogel y Eusebio Escolano Gonzalvo) que ofrecían su servicio de radio diagnóstico con los «aparatos más potentes conocidos, únicos en la región». Ahora que está tan de moda el asunto ese de los productos «delicatesen», entonces Jerónimo Tomás Díez, en su tienda de ultramarinos en la calle Mayor, ofrecía entre otros productos el «famoso café de tueste alemán con aroma concentrado».

Proyecto de una Lonja, 1926. / Colección A. L. Galiano
La vida corría para todos los ciudadanos y el Ayuntamiento presentaba su gestión administrativa del segundo trimestre del ejercicio. En la prensa se le reconocía que había administrado bien, pues se le pagaba a los empleados municipales, se arreglaban las calles, se saneaba el matadero municipal y aún sobraba dinero en caja.
En el aspecto religioso, el día 8 de febrero el Cabildo Eclesiástico celebraba en la Catedral la función del Testamento de Nuestro Padre Jesús, celebrando la misa el canónigo penitenciario José María Alcaraz Alenda que, en 1923-24 había sido nombrado como Señor de San Antón, y años después sería preconizado como obispo de Badajoz. Por otro lado, la sagrada cátedra estuvo a cargo de Francisco Pascual y Juan que, tres años antes, había predicado el Sermón de «El Pájaro», en la Fiesta de la Reconquista. Por otro lado, los domingos se celebraban en la ciudad un total de veintiséis misas desde la seis y media hasta las doce, distribuidas en la Catedral, parroquias de las Santas Justa y Rufina, y Santiago, Jesús María, Iglesias de la Merced, Santo Domingo, Hospital y Monserrate. Así mismo, el sacerdote Fernando Boné donaba una imagen de la Virgen del Pilar para ser destinada al culto en la Iglesia del Carmen.
El Círculo de Bellas Artes continuaba siendo un referente cultural y se celebró una exposición de pintura de Ignacio Genovés y se esperaba otra de vaciados de yeso procedente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Sin embargo, surgían problemas entre los miembros de su Junta Directiva ante la propuesta de celebración de bailes de carnaval organizados por dicha entidad. Así mismo, en el Salón de Actos de la Caja de Ahorros de Ntra. Sra. de Monserrate se celebró una velada ilustrada con proyecciones organizada por el Patronato de la Joven Cristiana, interviniendo también su coro.
El fútbol continuaba siendo motivo de preocupación entre los aficionados a este deporte, pues, a pesar de que se habían restablecido los ánimos en el Orihuela Deportiva, se hablaba sobre la necesidad de disponer de un entrenador y de efectuar mejoras en el Campo de la Olma. Las alegrías las daba el Gimnástico goleando al Deportivo Español de Murcia por cuatro a uno, alineando a seis jugadores del primer equipo al haberse marchado el resto a Callosa. En ese partido jugó como portero el oriolano Luis Más y Gil, «el Petit Zamora» que había sido fichado, según me contaba años después, por mi abuelo Marcelino. Como dato curioso en ese encuentro ambos equipos en la primera parte salieron equipados del mismo color lo que creó numerosas confusiones en las jugadas.
Para los aficionados al espectáculo cirquense, en la primera semana de febrero actuaba en el Teatro Circo la Compañía Ecuestre Zacchini dirigida por Hugo dal Paoos, y a continuación sería la Troupe Rinemaralt, en cuyo debut se estrenó una película cinematográfica rodada por dichos artistas en nuestra ciudad.
Así transcurría la primera quincena del mes de febrero de 1925, con frío y nieve, con los campesinos preocupados por la sequía y esperando a que fuera cierta la noticia de la próxima visita de Alfonso XIII para la inauguración de las obras de riego en La Murada.
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