Opinión | 360 grados

Hipocresía

Bombardeo israelí en la ciudad paestina de Gaza, en la Franja de Gaza, en una imagen de archivo.

Bombardeo israelí en la ciudad paestina de Gaza, en la Franja de Gaza, en una imagen de archivo. / Europa Press/Contacto/Khaled Daoud

Hay una buena dosis de hipocresía en quienes denuncian ahora la aberrante propuesta de Donald Trump de quedarse con la franja de Gaza para limpiarla y construir allí una urbanización de lujo para la gente guapa y rica.

Parece una amenaza tan grotesca, tan imposible de llevar a cabo, que hay quienes, cinismo aparte, la consideran sólo una táctica negociadora como tantas a las que el promotor inmobiliario, por desgracia metido un día a político, nos tiene acostumbrados.

Si hablo de hipocresía es porque esos gobiernos que critican lo declarado por el actual ocupante de la Casa Blanca apenas denunciaron en su día la complicidad del Gobierno de su predecesor, Joe Biden, con el genocidio de Gaza.

¿Qué hicieron muchos de esos gobiernos, entre ellos el alemán, el francés o el británico, si no perseguir policial y judicialmente a cientos de miles de sus ciudadanos, que protestaban impotentes en las calles contra lo que veían en sus televisores?

Gobiernos que en muchos casos, como los citados, además del de Washington, a la vez que denunciaban a los activistas del movimiento internacional de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel, seguían enviándole al Ejército sionista armamento y municiones en abundancia para que pudiese continuar la masacre.

Gobiernos europeos signatarios todos ellos del Estatuto de Roma, que creó el Tribunal Penal Internacional, pero que dijeron estar dispuestos hacer una excepción en el caso del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, objeto de una orden internacional de arresto, al que no detendrían.

Todo ello mientras, también hipócritamente, esos gobiernos decían defender a ese tribunal, a cuyos jueces y funcionarios Donald Trump amenaza ahora con sanciones, que incluyen la prohibición de entrar en EE. UU. y la confiscación de sus activos.

Estúpida venganza del autócrata de Washington por las órdenes de arresto que el TPI, al que ni EEUU ni Israel reconocen, dictó no sólo contra Netanyahu, sino también contra su exministro de Defensa, Yoav Galant y un dirigente de Hamás, que había sido ya asesinado por Israel en uno de sus bombardeos sobre Gaza.

Mientras tanto y ante los ojos del mundo, el Ejército sionista, las que eufemísticamente llaman allí “Fuerzas de Defensa”, continúa sus operaciones genocidas contra el pueblo palestino, esta vez, en la Cisjordania ilegalmente ocupada.

Y todo en espera de que termine el plazo que se ha dado para el alto el fuego de Gaza, tregua que ahora de nuevo peligra y que Tel Aviv parecía en cualquier caso dispuesto a romper una vez liberados todos los rehenes en poder de Hamás.

Pues esto es lo que, debido a las fuertes presiones de su propia opinión pública, a la que nada interesa la suerte del pueblo palestino, busca ante todo el Gobierno israelí. El resto es destrucción y fuego.

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