Opinión | Una mirada a mi ciudad

Goldfinger: un brutalista no tan malvado

Balfron Tower, edificio residencial en Londres diseñado por Goldfinger. | INFORMACIÓN

Balfron Tower, edificio residencial en Londres diseñado por Goldfinger. | INFORMACIÓN

Comenzaré por recomendarles una película que trata sobre arquitectura moderna y se titula El brutalista. Cuenta la historia de László Tóth, un arquitecto húngaro, y judío, que tras ser detenido y pasar por los campos de concentración alemanes, logra emigrar a Estados Unidos. En este país de acogida, intenta continuar su carrera de arquitecto formado en la Bauhaus y construir nuevos edificios adaptados a la modernidad. La historia es pura ficción, pero el relato es tan realista que confunde. Les recomiendo que la vean, ya que su realización es magnífica y la interpretación de Adrien Brody resulta excelente.

Hasta aquí la película. Vamos ahora a enlazar el relato con una historia real y no por ello menos novelesca. Ernö Goldfinger fue un arquitecto también judío y nacido húngaro que tras la guerra mundial se trasladó a Londres y allí se convirtió en uno de los arquitectos más importantes del nuevo brutalismo inglés. Son obras características suyas las torres de apartamentos para el Greater London Council, entidad pública encargada de la promoción de viviendas sociales. Las torres de Goldfinger, junto a los barrios de bloques con corredor de Alison y Peter Smithson, fueron los elementos más innovadores de la nueva política de viviendas iniciada tras la guerra, en ese Londres arrasado.

El brutalismo (la palabra la creó el crítico Rayner Banham) fue un movimiento arquitectónico de la llamada segunda generación del movimiento moderno. Esta arquitectura enfatizó el uso del hormigón armado sin recubrir y el efecto de los elementos estructurales vistos. A veces también las instalaciones figuraban por la fachada. En España la realización de Torres Blancas por Sainz de Oiza fue una destacada intervención en nuestro mediocre panorama. En Elche el Mercado del Pla, diseñado por Antonio Serrano Bru, fue un magnífico edificio brutalista condenado posteriormente a la piqueta.

El nuevo estilo pronto se vio rechazado por aquellos que tenían una visión conservadora de la arquitectura. Las interminables hileras de adosados ingleses de dos plantas, construidos con ladrillo y con jardín anterior y posterior, mostraban la esencia de la arquitectura residencial británica. Junto al rechazo de la nueva edificación en altura, anidaba también un rechazo a las características estilísticas de la nueva arquitectura. Algunas destacadas figuras públicas intervinieron en esta discusión puramente arquitectónica. El entonces príncipe de Gales dio un discurso en el RIBA (Real Instituto Británico de Arquitectos) exaltando los valores de la vieja arquitectura victoriana. Aunque sir Richard Rogers, entonces presidente, le contestó dándole un tirón de orejas, su majestad continuó defendiendo su visión tradicional de la arquitectura.

Un caso especial y extremo fue el de Ian Fleming, escritor de éxito y autor de novelas de espionaje en las que James Bond 007 defendía a su graciosa majestad y al resto del mundo de las maldades de los malotes. Pues bien, parece que Goldfinger tuvo la mala suerte de edificar una de sus torres cerca de la residencia de Fleming. Este, horrorizado por esa nueva arquitectura que no podía comprender, inició una campaña contra la arquitectura moderna. No levantó muchas simpatías pero cometió una bajeza imperdonable: el mayor malvado de la humanidad, contra el que se enfrentaba James Bond, recibió el nombre de Goldfinger. Evidentemente el arquitecto se querelló contra Ian Fleming, pero mientras tanto se rodó la película James Bond contra Goldfinger con un éxito extraordinario. En fin, aunque Goldfinger ganó la demanda y Fleming tuvo que indemnizarle, lo cierto es que el hombre ha pasado a la historia no como el gran arquitecto que fue, sino como el mayor malvado de la humanidad.

Hay que decir que estos prejuicios sobre el brutalismo han continuado hasta la actualidad, a veces incentivados por los tabloides británicos. Todavía en 2017 pude asistir, en un viaje a Londres, al derribo del Robin Hood Gardens, barrio diseñado por los Smithson que llenó las revistas de arquitectura de mi juventud. La oposición del RIBA y de los arquitectos ingleses más conocidos no impidió su derribo. Recuerdo las bárbaras palabras del ministro inglés de cultura: "No es lugar para que habiten seres humanos". Por fin se logró que el Victoria and Albert Museum conservara una sección para musealizar la arquitectura brutalista.

Reconocer la importancia histórica y cultural de los distintos movimientos arquitectónicos es expresión del respeto a todo aquello que no refleja nuestros puntos de vista. La preservación de las obras de arquitectura que no concuerdan con nuestros valores estéticos es fundamental. Y al igual que es necesario conservar aquellas capillas barrocas de exuberancia ornamental desmesurada, debemos preservar también ese minimalismo que expresa pensamientos poéticos sin ninguna ornamentación.

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