Opinión | EL TELEADICTO

Como pollo sin cabeza

Uno de los rótulos de Cachitos Nochevieja.

Uno de los rótulos de Cachitos Nochevieja. / RTVE

Así me definió un amigo el estado de La 2, que en las últimas semanas ha aparentado estar mudando su piel para, finalmente, quedarse peor de lo que estaba al principio. «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie», decía Lampedusa. Dudo que los expertos en comunicación del canal lo hayan estudiado o sigan sus consejos, aunque el resultado ha sido muy parecido a quienes siguen a rajatabla sus consejos.

Obrando con desconcierto, primero suprimieron las películas de la mañana sin previo aviso (después de haberlas emitido durante dieciséis años todos los días, tanto en épocas tórridas como en plena crisis de Filomena, así fuese la fiesta del 15 de agosto que una jornada plomiza del mes de enero). Ahora las han resucitado bajo el paraguas Tardes de cine, eso sí, sin variar sus contenidos: la dieta se compone de spaguetti-western de serie B y colaterales.

Asestaron un golpe sinsentido trasladando Culturas 2 al mediodía, en lo que fue una estrategia realizada con premeditación, alevosía y nocturnidad. Nadie la esperaba. Después tuvieron la ocurrencia de pasar Cachitos a la noche del sábado, acompañado por El condensador de Fluzo. Fue en el instante que constatamos que nadie, absolutamente nadie, echó de menos la emisión de la película de cine independiente, nada más y nada menos que la mejor y más distinguida película programada durante la semana.

A partir de ahí nos dimos cuenta de la gran mentira que escondía la estrategia. Cambia todo para que nada cambie. Nos vendieron que La 2 se renovaba por completo para aumentar su audiencia. Lo que nos encontramos fue el regreso de la serie Comisario Montalbano desde el episodio número uno. Para ese viaje no se necesitaban tantas alforjas. Al menos en Filmin emiten íntegras todas las temporadas de Luz de luna. Eso sí es arte.

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