Opinión | Cine | Crítica

La sutileza de una actriz

Aún estoy aquí

Aún estoy aquí

Se ha emparentado Aún estoy aquí con Missing de Costa-Gavras. Efectivamente nos encontramos con una muestra de cine político, aunque salten a la vista las diferencias. Walter Salles difiere por completo del estilo del director griego. No sólo porque Brasil imprima carácter, que vaya si lo imprime, sino porque más allá de la denuncia y la ideología en sus historias priman los personajes y el tratamiento claramente humanista que aporta su mirada.

Suya fue Estación Central de Brasil, todo un monumento de la cinematografía del país, desde ya un clásico al que le contemplan 28 primaveras y en donde brillaba con luz propia ese primor que es Fernanda Montenegro. En Aún estoy aquí es su hija la que encandila a la cámara. Y es que hay películas capaces de resistir gracias a la pericia de sus protagonistas. Sólo por los matices, las aristas y el tomo que imprime Fernanda Torres a su madre coraje, su visionado se convierte en una experiencia inolvidable. Porque esta actriz (como lo hacía su madre) es capaz de aportar una capa inmensa de dignidad a la mujer que interpreta, y justo de eso va esta historia de resistencia.

Los americanos, en la carrera hacia los Oscar, la han titulado I’m still here, título de uno de los himnos más célebres del off Broadway, cortesía de Stephen Sondheim. Véanlo interpretado por una Elaine Strich nonagenaria y no se cansarán de repetirlo una y otra vez.

Por cierto, que Fernanda Montenegro también aparece en Aún estoy aquí. En una película sobre memoria histórica, su Alzheimer es pura paradoja.

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