Opinión | EL OCASO DE LOS DIOSES
Ya existen hasta las denuncias falsas

Luis Rubiales. / José Luis Roca
Aquejado de una recidiva piorrea intelectual -vital, incluso- motivada por el exceso de noticias que ininterrumpidamente se suceden sin que tan siquiera tengas tiempo de almacenarlas en la nube cerebral alquilada al efecto (parece más decente que borrar y destruir mensajes cuando el Supremo te va a investigar, digo yo), y habida cuenta del nulo resultado que los antibióticos recetados por mi equipo médico habitual (aún no ha llegado a las «heces en melena»), dado que son devorados por los dientes vampíricos del cupo catalán impuesto por el Gobierno con la excusa de la «quita y pon» para todos, municipalizando así el Estado la gigantesca deuda catalana para que volvamos a pagársela el resto de españoles -los charnegos andaluces, menos las comunidades enchufadas a las que se unirá Cataluña-, he ido perdiendo capacidad inmunológica bastante como para colocarme frente al ordenador e hilvanar unas líneas que les puedan servir de consuelo o de revulsivo frente al somnífero nihilismo al que nos conducen sin remisión.
Pero en fin, entre sondas, agujas, jeringas, éter, sepulcros blanqueados que giran espacialmente con un sonido ininteligible pero con una inteligencia que escruta tu mismidad desde antes de nacer; en esa difusa línea que separa el espacio del tiempo y el tiempo de tus venas, cabe reordenar nombres celestes siempre relacionados a la ciencia, el bien común y las mejoras de las condiciones de vida de la ciudadanía. Errejón, Rubiales, Monedero, Belarra, Pablo Iglesias, Irene Montero, Ábalos, Koldo, Torres, Tito Berni, Jéssica (qué enfermiza manía del PSOE por proclamarse adalid contra la prostitución cuando no paran de protagonizar casos de prostitución), Begoña, Puigdemont, Junts, Bildu, PNV, la externa derecha catalana y vasca, aliada incondicional de Sánchez (el que exige al PP cordones sanitarios mientras se ata los zapatos con la más rancia xenofobia y racismo que hayamos visto), don Álvaro o la fuerza del sino -o si no desenchufo los cables-, y un largo etcétera que hacen más humanos, por humillantes, tus pasos por esos interminables pasillos vestidos de blanco para que olvides lo negro del corazón de las tinieblas. Hay muchos más, pero a mí me toca hablar de estos y estas. Ya tienen ustedes dos múltiples articulistas encargados de silenciar lo propio para zaherir exclusivamente lo ajeno. De lo contrario, observen la pléyade de artículos de «abajofirmantes» que jamás criticarán las formas y fondos protagonizados por Errejón, Monedero, Podemos, Sumar, Bildu, Tito Berni, Koldo, Ábalos, Puigdemont, Junts… Silencio.
Tras la sentencia condenando, levemente, a un impresentable y zafio Rubiales por agresión sexual -darle un patético «pico»- a una jugadora de la selección española de fútbol en el zénit de la celebración del campeonato del mundo y ante la mirada de millones de personas, continúa la noche de los cuchillos largos entre Sumar y Podemos sobre las agresiones y otros actos de ofensivo carácter sexual que, presuntamente, varios dirigentes de esas formaciones venían realizando en las carnes y la intimidad de jovencísimas alumnas suyas, y que al parecer fueron reiteradamente denunciadas a la dirección sin que ésta hiciere el más mínimo esfuerzo por auxiliar a la víctima y perseguir al agresor bajo la grosera teoría de ¡preservar la identidad de las agredidas! «Hermana, yo si te creo, pero tratándose de uno de los nuestros es mejor resguardar ciertas intimidades». ¿Ahora existen denuncias falsas, hipócritas? Silencio. Tendrían que nacer de nuevo más sinvergüenzas de lo que son y no lo notaríamos; qué cara más dura. Estoy ansioso por ver si en la pancarta de arranque de este 8M están en la diana las caras de Errejón, Monedero y otros presuntos abusadores sexuales que fueron denunciados ante los órganos de dirección y, luego, protegidos y arropador por las cúpulas de Podemos y Sumar.
Ello nos lleva a revisar no solo al PSOE de Sánchez (también a esos figurantes de Hamelin que le seguirían hasta ahogarse si el líder supremo se los demandara), sino a los socios en los que se apoya tanto en el Gobierno como en el Parlamento para seguir un poco más en el poder; el precio carece de importancia. Toda la vida llamando a la llegada masiva de inmigrantes irregulares -«Welcome»- a los que luego el Gobierno y los nuevos esclavistas abandonan a su suerte (prostitución, trata de mujeres, drogas, delincuencia, marginalidad, abusos…), para que ahora, por mor de que en Cataluña a los separatistas xenófobos de Puigdemont les ha salido un purulento absceso (Junts ya es de por sí un grano infectado) en su brazo derecho contra la inmigración de la mano de Alianza Catalana, hayan corrido con sus votos junto al que desjuntará España, Sánchez, para que les regale más policías autonómicos inútiles, el control de la frontera y una emigración selectiva, a la carta, para expulsar y admitir en caliente emigrantes, eso sí, con el certificado básico de que hablarán catalán. Por si el Ibex no estaba lo suficientemente colonizado por el PSC de Illa (Sánchez), la muy obsecuente patronal catalana hace como históricamente ha hecho siempre: vivir de España obligándola a comprar mucho más caros sus productos al resto de españoles mientras se queja de que España les roba. Lo sentenció Spengler, ese sombrío filósofo alemán que, respecto al III Reich, dijo: «La organización de aquellos que no podrían conseguir un trabajo, por parte de aquellos que no hacían ninguno». ¿Les suena de algo? A más ver.
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