Opinión | La tribuneta

El barrio de Los Palmerales dibujado

Dibujos de diferentes partes del barrio de Los Palmerales.

Dibujos de diferentes partes del barrio de Los Palmerales. / Juan Llorens

Hacía tiempo que iba detrás de incluir el barrio de Los Palmerales de Elche en mis cuadernos de dibujo. Desde los comienzos de su construcción, en el año 1973, su diseño arquitectónico tan peculiar siempre me mantuvo expectante y fascinado. El simple seguimiento de las obras me hacía evocar películas futuristas o de aventuras en países de origen islámico. Venían a mi mente fortificaciones como las Kasbash de Marruecos, ubicadas en el desierto o en los valles; impresionantes estructuras con muros gruesos de barro y piedras, altas torres y pasadizos intrincados.

El barrio de Los Palmerales es un espacio residencial de aproximadamente 1.200 viviendas de promoción pública que comenzó a habitarse en el año 1981. Está enclavado junto al Palmeral histórico de la ciudad y en el cruce que forman las carreteras de Alicante-Murcia y Santa Pola. La mayor parte de las viviendas forman grandes bloques, cada uno con diferente número de viviendas y alturas de tres o cuatro plantas. También hay algunos dúplex. Por la forma redondeada de sus fachadas, a modo de torreones, y sus diminutas ventanas, popularmente se le ha denominado «los búnkeres». Pintados de color arena, en la distancia adoptan una belleza rústica y una fusión perfecta con el entorno natural.

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Una calle sin salida con coches aparcados y un edificio, en un dibujo del barrio de Los Palmerales. / Juan Llorens

Según palabras de uno de los arquitectos del barrio en un primer proyecto, las pequeñas ventanitas no estaban contempladas, toda la fachada circular era un gran ventanal. La búsqueda de más intimidad para los vecinos hizo que se cambiara de idea y se cerrara la fachada-mirador hasta dejar una tira de ocho ventanitas a la altura de la cabeza. Conviven la comunidad gitana y la comunidad paya.

Mi introducción en el barrio de Los Palmerales como cuadernista fue en agosto de 2024. Desde entonces habré realizado una treintena de dibujos a doble página en cuadernos grandes, de 21,6 cm x 27,9 cm. Todos ellos realizados con un simple bolígrafo o un rotulador calibrado. Por ahora los dibujos son bastante comedidos, descriptivos y poco sueltos, pero eso cambiará.

Ha sido una experiencia muy bonita el comprobar el enorme tirón que todavía tiene el dibujo en el común de la gente. Los curiosos se acercan sigilosos al dibujante y piden permiso para mirar lo que está haciendo. Si ven en el dibujo cualquier parecido con la realidad se desharán en elogios: «Usted tiene un don especial, que Dios le guarde esas manos». Lo que más admiran es que dibujes con cualquier material sin usar primero el lápiz y el borrador.

Cuando los observadores se acercan en grupo lo primero que te dicen es si los dibujas a ellos. Posan en jarras y adoptan posturas que los hace doblarse de risa. También han venido madres para encargarme el retrato de sus niños. Les digo que los artistas somos como los médicos, los unos son especialistas de la vista, otros son dentistas, etc.; igualmente nosotros somos especialistas en paisajes, marinas, bodegones, etc. Yo estaba allí en calidad de paisajista, para los retratos tendrían que ir a un retratista.

Bocetos del barrio superpuestos entre sí.

Bocetos del barrio superpuestos entre sí. / Juan Llorens

Sin lugar a dudas, la figura de un casi viejete acurrucado en su silla, ensimismado en su dibujo durante horas con un simple bloc y un boli, debe despertar cierta ternura; sobre todo cuando te han preguntado para qué haces esos dibujos y les has dicho que por puro entretenimiento. Gente desconocida te puede saludar o morderse una sonrisa al pasar delante de ti. Supones un remanso de paz y tranquilidad. Un coche se acerca despacito hasta donde estoy sentado y cuando está frente a mí una mujer toda sonriente abre la ventanilla y me dice: «Eso que está haciendo usted ahí es lo que me gustaría estar haciendo a mí».

Un padre trae de la mano a su hija de unos diez años hasta donde yo estoy varias veces porque a la niña le gusta mucho dibujar y quiere ver cómo termino las ventanas de su casa. Piensa tomar clases de Dibujo.

Ha habido veces que absorto en el trabajo ni me he dado cuenta de que me estaba helando de frío. La gente que se había percatado me advierte: «Oiga, póngase al sol, eh. Está haciendo mucho frío. Mire, yo vivo en el piso de ahí enfrente, si quiere un café o algo caliente no tiene más que tocarme el timbre».

Coches aparacados entre palmeras y árboles, con un edificio de viviendas al fondo, en un dibujo de Los Palmerales.

Coches aparacados entre palmeras y árboles, con un edificio de viviendas al fondo, en un dibujo de Los Palmerales. / Juan Llorens

Uno de los visitantes quedó tan impactado por los dibujos del cuaderno que, después de aconsejarme encarecidamente que los mostrara en Facebook o Instagram, con mucha prudencia me preguntó si podía darme unas monedas. El hombre no sabía qué hacer conmigo.

También las brigadas de limpieza del Ayuntamiento se han asomado por el cuaderno y han fotografiado los dibujos con el móvil para enseñárselos a la novia. Antiguos alumnos, residentes en el barrio, me reconocen y vienen a saludarme.

Un día que contemplaba las viviendas sin más, buscando nuevos puntos de vista, sin la silla plegable ni la bolsa del material, una mujer que pasaba por mi lado me pregunta: «¿Usted es el hombre que pinta?». Le contesto que sí y me dice: «Usted tiene entusiasmado a mi marido, siempre me comenta que lo ha visto pintar por el barrio y le ha recordado a cuando él pintaba de joven». Continuará…

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