Opinión | Tribuna
Un alcalde sin argumentos que convierte el pleno en un ataque personal

Pleno ordinario de febrero en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Elche. | MATÍAS SEGARRA
Hay días en política que dejan una sensación amarga, y el pleno ordinario de febrero, celebrado el pasado viernes 21, ha sido uno de ellos. No por la confrontación política, que es consustancial al debate democrático, sino porque hemos vuelto a comprobar que en Elche no nos gobierna un alcalde que lidera con argumentos, sino alguien que sustituye el debate por el ataque personal, la descalificación y la arrogancia.
Cuando una institución como el Ayuntamiento se convierte en el escenario donde el que ostenta la vara de mando decide atacar la vida privada de un concejal porque no tiene argumentos para rebatir su postura política, el problema no es solo del afectado. Es un problema de salud democrática, porque la política deja de ser un espacio de ideas y propuestas para convertirse en un lodazal donde todo vale.
En el pleno defendí el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Lo hice con convicción, con respeto y desde una perspectiva progresista y garantista, porque es lo que creo y porque es lo que mi partido ha defendido siempre. La respuesta del alcalde no fue un argumento, ni siquiera un intento de debate, sino un ataque personal: que alguien con mis creencias apoye el derecho al aborto le resulta «extraño».
Pero lo que realmente resulta extraño, preocupante y peligroso es que el máximo representante de la ciudad utilice la vida privada de un concejal para desacreditarle políticamente. No voy a entrar en su juego, no voy a caer en el barro donde él se siente cómodo, porque no creo que la política deba ser un circo de insinuaciones.
Lo que sí voy a hacer es denunciar que nos gobierna un alcalde que cree que la estética es más importante que la ética, que confunde la gestión con la pose y que, cuando no tiene respuestas, recurre a la descalificación. Un alcalde que, en lugar de respetar a la oposición, decide marcar distancias con quienes no piensan como él y alinearse con el discurso más reaccionario.
Un gobierno sin rumbo
Decir que «a la política se viene llorado de casa» no es un argumento, es un intento de desprecio. Un desprecio a quienes creemos que el debate político debe estar a la altura de la responsabilidad que tenemos con la ciudadanía. Pero, sobre todo, es un desprecio a la inteligencia de los ilicitanos e ilicitanas, que merecen un alcalde que gobierne con rigor, con humildad y con respeto, no con arrogancia y soberbia.
Porque lo que quedó claro en el último pleno es que este gobierno municipal no tiene proyecto, no tiene hoja de ruta y no tiene soluciones. Solo tiene titulares vacíos, poses de escaparate y una peligrosa tendencia a la confrontación como única herramienta política. Mientras los problemas reales de la ciudad se acumulan sin respuesta, el alcalde prefiere centrarse en atacar a la oposición en lugar de gestionar.
Y aquí es donde quiero hacer una distinción clara. Porque en política hay muchas formas de ejercer el liderazgo, y en nuestro grupo municipal socialista tenemos el ejemplo de Héctor Díez, nuestro portavoz. Un político con rigor, con saber estar y, sobre todo, con la experiencia y la preparación necesarias para gobernar una ciudad como Elche. Un portavoz que debate con argumentos, que responde con respeto y que entiende que la política no es un plató de espectáculo sino una herramienta de transformación para mejorar la vida de la gente.
Frente a un alcalde que actúa desde la soberbia y el enfrentamiento, Héctor Díez representa la responsabilidad y la seriedad que necesita esta ciudad. Porque Elche no se gobierna con ocurrencias ni con descalificaciones, se gobierna con conocimiento, con compromiso y con un proyecto claro.
Cada vez siento más que quienes no compartimos la visión política del alcalde no solo somos adversarios, sino enemigos a abatir. Y eso es peligroso. Porque cuando un gobernante deja de ver la diversidad de pensamiento como parte de la democracia y empieza a verla como un obstáculo que hay que ridiculizar estamos ante un problema más serio que una simple confrontación política.
No me preocupa lo que el alcalde piense de mí. Me preocupa lo que su forma de gobernar dice de él. Y hoy ha vuelto a demostrar que no está a la altura de la ciudad que representa.
No lo digo solo yo. También lo recogen algunas de las voces más claras y objetivas de la política local en sus crónicas sobre el pleno. Basta con leer sus análisis para ver cómo este gobierno municipal no busca el consenso, sino la confrontación, y cómo en lugar de liderar con argumentos, se refugia en el ataque personal. Una reflexión que deberían leer todos aquellos que aún creen que la política es el arte de mejorar la vida de la gente y no un ring donde todo vale.
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