Opinión | ESPEJO

Plantar un libro, escribir un árbol

Reforestación.

Reforestación. / ARCHIVO

Siempre se dice que hay que tener descendencia, plantar un árbol y escribir un libro. Sin embargo, el domingo fue un día muy especial en relación con esta idea: se llevó a cabo la tradicional «plantà» adaptada de árboles para personas con discapacidad, promovida por las asociaciones Síndrome X Frágil y Aspaym.

¿Os imagináis lo que significa trasladar personas con discapacidad en medio del monte? Es una actividad bonita e inclusiva, pero difícil de realizar por toda la infraestructura que requiere. Para ello, hay que aplanar las zonas donde se va a realizar la «plantà» y hacer caminos, pues el campo asilvestrado no es lo más adecuado para personas en sillas de ruedas. Sin embargo, nosotros también tenemos derecho a vivirlo. Y así fue para quienes pudieron asistir, tanto autoridades como amigos y familiares.

Desde una tristeza alegre y emotiva, utilizando un oxímoron, se plantó un árbol en honor a la incansable y luchadora Teresa Navarro. Como muchos sabéis, además de mi hermana de lucha, ella era la defensora de personas con discapacidad del ayuntamiento de Valencia y presidenta de la entidad Impulsa Igualdad hasta que la vida nos privó de su presencia el pasado diciembre.

Por ello, la asociación de Síndrome X Frágil y muchas otras organizaciones acompañaron a su familia en este momento tan especial. Yo no pude estar allí presente, por achaques varios, pero mi esencia sí estaba allí, en Siete Aguas, recordándola.

Al mismo tiempo, se hizo visible que las personas con discapacidad podemos hacer todo lo que nos propongamos, siempre y cuando nos allanen el camino, nunca mejor dicho. Para ello, se deben realizar senderos accesibles para que las personas que tenemos dificultad de movimiento podamos disfrutar de la naturaleza en su estado más puro. Creo que hay que seguir avanzando, pues abriría nuevas vías para el turismo y otorgaría una mayor calidad de vida a quienes pudiéramos disfrutarlo.

El hecho de lograr plantar un árbol en medio del campo y hacerlo accesible, ya es todo un logro. Gracias por ello. Así que, si de pequeña planté un libro y escribí un árbol, no recuerdo bien dónde ni cómo, pero sé que lo hice. Sí, como lo oís, no es una errata, sino una realidad al revés.

Sin embargo, no he tenido ni tendré hijas ni hijos, así que confío en que esto continúe el legado que Teresa nos dejó, que era común para ambas: trabajar por un mundo en el que todas las personas con discapacidad puedan tener autodeterminación, es decir, respeto en el poder de sus propias decisiones. Para muestra, un botón.

Un buen ejemplo podría ser este, pues quien quiera, sin excepción, puede contribuir a la reforestación de la naturaleza aportando su granito de arena. Gracias, Tomás, por la organización de este homenaje, pero, sobre todo, por recordarnos que hay que seguir luchando por la utopía, para que no lo sea tanto. Su/nuestro recuerdo hace que esta se acerque más a la realidad tangible de las personas con discapacidad.

Ya sea escribiendo un árbol lleno de sabiduría, con la igualdad de oportunidades presente, o plantando un libro de armonía que, como ocurre en la esencia de la naturaleza, nos tenga a todos en cuenta y avancemos, como le gustaría a Tere.

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