Opinión | En la barra del Café Época

Cuando se tuvo una gran idea y no se supo qué hacer con ella

El Jardín de los Niños y Niñas de Elche, situado junto al Hospital del Vinalopó. | ÁXEL ÁLVAREZ

El Jardín de los Niños y Niñas de Elche, situado junto al Hospital del Vinalopó. | ÁXEL ÁLVAREZ

Como dijo Guy Kawasaki, «tener ideas es fácil, lo difícil es implementarlas», y la vida, la historia y la hemeroteca están repletas de ejemplos que nos pueden servir para ilustrar esta afirmación. Todos nosotros alguna vez hemos elucubrado, pensado y concebido una idea que a bote pronto la hemos etiquetado intelectualmente de grandeza, de genialidad y, como hizo Arquímedes, cuando descubrió su Principio, el teorema que sirve para explicar cómo un objeto sumergido en un fluido experimenta una fuerza hacia arriba igual al peso del fluido desplazado por el cuerpo, hemos salido a las calles de la sociedad impulsados por nuestro entusiasmo a gritar «¡Eureka! ¡Eureka!», y ello en pelota picada, como hizo este famoso científico griego hace ya unos 2.225 años aproximadamente, sin llegar a plantearnos que una buena ocurrencia puede convertirse en una tragedia o que para que un pensamiento se convierta en una realidad interesante es necesario desarrollar un procedimiento para implementarla que en la mayoría de casos es tan importante como la idea misma.

Tenemos un amplio repertorio de ejemplos de excelentes paradigmas nacidos de grandes intuiciones que hoy son una realidad tremendamente importante, como son los trasplantes de órganos, la Declaración de los Derechos Humanos, los donuts blancos, las gafas, la inteligencia artificial, las prótesis, el aire acondicionado o los bolígrafos Bic cristal. También tenemos muchos ejemplos de ocurrencias, que en principio eran geniales y se convirtieron en tragedias, como por ejemplo invertir en preferentes o en el Fórum Filatélico, la teoría atómica, la cerveza 0,0, la dinamita, el café descafeinado o ir a comer al Ventorro el día que una riada segaba la vida de 228 personas en la provincia de Valencia, y si no que se lo digan a Mazón.

También, a nivel local, tenemos un ejemplo de una gran idea que se ha convertido en un gran fracaso, y me estoy refiriendo al llamado Jardín de los Niños y Niñas de Elche, que en sus orígenes y concepto era un huerto y no un jardín.

El Huerto de Palmeras de los Niños y las Niñas de Elche fue inaugurado en 2010 por el entonces alcalde de la ciudad, don Alejandro Soler. El jardín, que se creó junto al Hospital del Vinalopó, contaba con 2.500 palmeras que se le asignaban a un niño o niña nacida entre el segundo semestre de 2009 y el primero de 2010. Posteriormente, se inauguró otro espacio con el mismo nombre en el barrio de Altabix, con la idea que cada niño o niña nacido en Elche tuviera su propia palmera.

Se trataba desde mi punto de vista de una gran idea, el vincular emocionalmente a las nuevas generaciones de ilicitanos e ilicitanas con un elemento patrimonial único y distintivo de esta ciudad, como son las palmeras y sus huertos, declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco el 30 de noviembre de 2000. Hemos de recordar que esta declaración ponía especial énfasis en la protección de las estructuras de los huertos de palmeras, sistemas de riego, viviendas tradicionales, etc. La declaración, más que un premio, implicaba una obligación: la de identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en el territorio.

Los huertos de palmeras han sido un elemento esencial del sistema agrícola local y un espacio urbano característico, identificativo y vertebrador de nuestra ciudad. En ellos, las palmeras resisten bien las aguas salobres del Vinalopó y, plantadas en fila en los márgenes de unas parcelas de pequeñas dimensiones, favorecían una mejor distribución del agua, facilitaban la menor incidencia del viento y de la radiación solar y, por tanto, una mejor retención de la humedad. Dentro de las parcelas, se cultivaba alfalfa para los animales, granados, olivos, algarrobos e incluso algunas hortalizas. Una agricultura de oasis en una zona caracterizada por la aridez del medio. Cada huerto tenía generalmente su casa, donde vivían los hortelanos.

Muchos han sido los huertos de palmeras que han formado parte de nuestra ciudad, los cuales se han conocido por su propio nombre identificativo, atribuido bien por su ubicación, bien referido a sus propietarios o por otras consideraciones, como han sido los siguientes: el Hort dels Pontos, el Hort de San Plácido, el Hort del Cura, el Hort de la Torre, el Hort del Monjo, el Hort de Travalón, el Hort de la Molinera, el Hort del Bailongo o de Vicentet, el Hort del Clot dels Tres, el Hort de Tomballops, el Hort de Casimira, el Hort del Colomer, el Hort del Rastroll, el Hort del Sol, el Hort de Porta de la Morera, el Hort de Dins, el Hort de la Cuerna, el Hort de López Mezquita, el Hort de Ripoll, el Hort de Don Julio, el Hort de la Coronela, el Hort de los Franciscanos, el Hort de la Portalada, el Hort de les Portes Encarnades, el Hort de Felip, el Hort del Xipreret, el Hort de la Rogeta, el Hort de la Creu, el Hort de Barrera, el Hort de Caro, el Hort de Sansano, el Hort del Real o dels Xorrets, el Hort del Balconet, el Hort de Nadal, el Hort de la Acequia junto al Molí del Cèntim, el Hort de Montenegro, el Hort de Beleta, el Hort de la Morera, el Hort de Revenga, el Hort de Ferrández, el Hort del Colomer, el Hort de San José, el Hort de Pataes, el Hort del Partidor del Real, el Hort de Torre Vaillos, el Hort de Villa Carmen, el Hort de Pastoret, el Hort del Gat, el Hort de Avellán, el Hort del Filet de Fora, el Hort del Matadero, el Hort de Quiles, el Hort de Ressemblanch, el Hort dels Pollos, el Hort del Xocolater, el Hort del Doctor Caro, el Hort de Capa, el Hort de la Mare de Déu, el Hort del Contaor, el Hort del Marraner, el Hort del Gil, el Hort de les Pataes, el Hort de Baix, el Hort de la Creu, el Hort del Monaguillo, el Hort de Posta de Sol, el Hort de Banquets, el Hort de Malla, el Hort del Rosario, el Hort de Vizcarra, el Hort d’en Joan, el Hort de la Casa de la Virgen, el Hort de la Mareta o el Hort de Nal.

La idea del Huerto de los Niños y las Niñas de Elche, a pesar de ser una buena idea, lo cierto y verdad es que no se ha implementado adecuadamente, dando lugar a un resultado desastroso caracterizado por un espacio degradado, con palmeras caídas que se chocaban entre sí, ya que no habían sido plantadas a la distancia suficiente, secas, parterres rotos, suciedad acumulada, sin iluminación... Vamos, aquello en vez de un jardín parecía el escenario de la película Apocalipsis Now. Una verdadera lástima.

El actual Gobierno municipal ha anunciado esta semana que este mismo año se van a iniciar las obras para convertir el Jardín de los Niños y las Niñas de Elche, junto al Hospital del Vinalopó, en un parque familiar al estilo del parque Adolfo Suárez de Alicante, pero también con ideas del de Molina de Segura, con una amplia zona recreativa, praderas a distintos niveles, láminas de agua, montículos y atracciones. En el espacio de Altabix ya se instalaron juegos infantiles. Evidentemente, cualquier iniciativa que se lleve a cabo en este espacio es mejor que lo que hay, pero un jardín 2.0 como se pretende construir no puede suplantar o sustituir el valor emotivo y patrimonial de un huerto de palmeras.

El poseer un huerto de palmeras dedicado a los niños y niñas de Elche era, es y será una idea brillante que implica y supone vincular personal, emotiva y sentimentalmente a las nuevas generaciones con un elemento propio, único y excepcional como son las palmeras para nuestra ciudad. Ojalá que se vuelva a retomar en otra ubicación y que esta vez se implemente adecuadamente y se convierta en una espléndida realidad, y así poder entonar el «¡Eureka!» que la ciudad y sus habitantes se merecen. Doctores tiene la Iglesia.

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