Opinión | La pluma y el diván

Somos diferentes

Somos diferentes

Somos diferentes

Uno de los mayores placeres es poder viajar y, hacerlo por tierras de España, nos permite disfrutar de la mayor variedad del mundo en contrastes, tradiciones y peculiaridades.

Desde el envejecido eslogan propagandístico de España es diferente, podríamos ahora seguir coreando las diferencias de este país porque verdaderamente las tiene, aunque sigamos desvirtuándonos con los influjos chabacanos de los americanos o, lo que es peor, que nos convirtamos en recelosos de lo propio como nunca.

Somos un pueblo emigrante por necesidad y hemos aprendido bastante del ir y venir de nuestros ancestros, que nos han enseñado el respeto por lo ajeno y la asunción de otras culturas, lo que hace que se refleje en estos días de baja emigración y alta inmigración, el acogimiento y el interés que mostramos por todo aquel que tiene que venir, también por necesidad, al refugio ibérico.

Somos diferentes de otros países y culturas en el trato, en la comprensión, en el reajuste de medidas sociales, en la generosidad de la sanidad para todos sin excepción, en intentar compatibilizar culturas dispares o muy dispares sin engendrar odios o discordias viscerales e irresolubles.

No hemos perdido el sentido de territorialidad, porque cualquier español que se desplace por la geografía es foráneo en cualquier parte que no sea la propia, hasta el punto de que muchos de los que emigran dentro del territorio nacional son forasteros, aunque lleven viviendo en el lugar más de veinte años.

La riqueza de un país la podemos medir por sus diversidades, porque no hay nada más pobre que la monotonía. Por ejemplo, si miramos un paisaje y siempre es idéntico acabaremos por no verlo, porque lo integraremos en un campo perceptivo regular. Por eso, cuando llegamos a un paraje diferente al habitual, indistintamente de su belleza o atractivo, nos llamará la atención hasta el más mínimo detalle.

La tendencia del ingenuo es la de pensar que los valores de los pueblos se tasan por sus riquezas materiales antes que por sus distinciones, cuando la realidad nos dicta que quien visita nuestras tierras, en cualquiera de sus puntos, se queda enganchado a sus gentes, a sus tradiciones y a sus surrealismos que abundan y nos hacen más diferentes aún.

A los más viajeros, los que recorren de cabo a rabo este país nuestro y se interesan por sus inquietudes, sus necesidades, sus deseos, sus aspiraciones y ambiciones, saben de sobra que en los grandes contrastes radican las grandezas de un territorio y saber entenderlos es la parte más importante de la historia. Pero, sin duda, España sigue siendo diferente.

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