Opinión | Europa a través del espejo

Una Europa protectora frente a los aranceles de Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. / Associated Press

Donald Trump, decepcionando a los ilusos, está cumpliendo al pie de la letra buena parte de su programa electoral. Se propone reindustrializar los Estados Unidos a golpe de aranceles masivos impuestos a todos aquellos que tienen superávits comerciales con su país, retrotrayéndose a una era económica anterior a la Segunda Guerra Mundial. Estos derechos de aduana gravarán un 20 por ciento adicional los bienes procedentes de la UE y un 34 por ciento las importaciones chinas. Son las barreras comerciales más elevadas impuestas por los Estados Unidos desde la introducción en 1930 de la ley Hawley-Smoot, y que los economistas consideran que profundizó severamente la Gran Depresión. 

Subyace a todo esto la idea de que una economía de tamaño continental y que es la más dinámica del mundo puede producir prácticamente todo lo que necesita. De paso, el presidente cree que la recaudación arancelaria le permitirá bajar los impuestos. Pero lo cierto es que la economía estadounidense en 1945 representaba el 56 por ciento del PIB mundial y ahora constituye el 26 por ciento, lo que pone seriamente en cuestión la viabilidad de una nueva autarquía. Además, las cadenas de valor de las manufacturas se extienden por todo el planeta, por lo que los aranceles van a afectar también a los bienes de equipo, penalizando a la industria doméstica norteamericana. Asimismo, el porcentaje del comercio internacional sobre la economía mundial es ahora mucho mayor (el valor total de las exportaciones representó el 29 por ciento del PIB mundial en 2024) que en la inmediata posguerra (el 4 por ciento en 1945), por lo que los efectos en el crecimiento económico de esta política se sentirán con mucha más fuerza, además de la subida de la inflación en los Estados Unidos como consecuencia del encarecimiento de las importaciones, para desgracia de los consumidores.

De hecho, las bolsas de todo el mundo han entrado en pánico, con tres días consecutivos de fuertes caídas. La pérdida de valor accionarial agregada es ya de 9.2 billones de euros, es decir, la mitad del PIB de la UE, con especial incidencia en la cotización de la banca y las empresas digitales. Goldman Sachs estima en un 45 por ciento la probabilidad de una recesión en la economía estadounidense (esto es, decrecimiento), y JP Morgan la aumenta hasta el 60 por ciento. Todo apunta a que serán los Estados Unidos los más afectados por esta política comercial, seguidas de las economías más dependientes de las exportaciones a este país, fundamentalmente las asiáticas, Canadá y México. Para poner las cosas en perspectiva, el valor de las exportaciones a EE UU de Vietnam sobre su PIB es del 26,6 por ciento, México el 25,5, Canadá el 16,3 por ciento, y Tailandia el 11 por ciento, mientras que la UE se queda en el 3,1 por ciento, y España en el 1,25 por ciento (y el 5 por ciento del conjunto de las exportaciones). En nuestro caso los productos más afectados serán el aceite de oliva, el vino, el jamón serrano, y la automoción (incluyendo componentes), además del acero y el aluminio que ya están sujetos a unos aranceles anteriores. Las empresas valencianas exportaron 2.850 millones de euros a EE UU en 2024. Los sectores de la Comunitat que se van a ver más perjudicados son los aparatos eléctricos y mecánicos, la cerámica, y el calzado, además de los agrícolas. 

En todo caso, hay que tomar conciencia de que estamos ante un golpe estructural a la economía mundial, tal y como en su momento lo fueron la crisis financiera del 2008 y la pandemia del coronavirus en 2020, aunque el impacto económico no tiene por qué ser equivalente. Acierta el gobierno español al abrir líneas de crédito para las empresas afectadas y así suavizar el efecto en la facturación y en el empleo. Pero sobre todo se necesita una respuesta europea en todos los frentes. China ya ha respondido con aranceles equivalentes del 34 por ciento a todos los productos estadounidenses. La UE debe elevar sus propios derechos de aduanas, incluyendo a través del llamado Instrumento Anti-Coerción, así como aplicar de manera mucho más estricta la reglamentación en vigor a las empresas digitales de los Estados Unidos, aparte la imposición de multas mucho más elevadas a sus frecuentes infracciones. Los Estados Miembros deben suspender todos los programas de compra de armamento norteamericano. Pero sobre todo, la UE debe ser protectora y proactiva. Primero, dado que disponemos de un mercado interior y de un arancel común, hemos de establecer un fondo comunitario para apoyar solidariamente a todos los sectores afectados con ayudas directas. Segundo, hemos de establecer nuevas alianzas para redirigir nuestras exportaciones y preservar el sistema comercial mundial, incluyendo la firma del acuerdo con Mercosur, y el establecimiento de una zona de libre comercio o incluso una unión aduanera defensiva con Gran Bretaña, Noruega, Canadá y Australia. Por último, es urgente introducir el euro digital para evitar que Trump cope el sistema de pagos con las criptomonedas estadounidenses. Entretanto, Meloni, Orbán, y demás amigos euroescépticos de Trump han quedado completamente fuera de juego en el sistema político europeo.

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